02/05/2024

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El tercer sector

01/09/2002
En Taiwan hay más de 18.000 grupos y 4.000 fundaciones que operan local o nacionalmente. Su número ha aumentado tres veces desde la derogación de la ley marcial en 1987.

Después de vivir décadas en Estados Unidos, Shen Tay-min retornó a Taiwan para servir como Presidenta de la Fundación de Asia en Taiwan (AFIT, siglas en inglés). Establecida en 1997 como una afiliada a la Fundación de Asia con sede en Estados Unidos, AFIT trata de animar el desarrollo de las organizaciones no gubernamentales o sin fines de lucro mediante un ambiente amigable, ofreciendo asistencia a grupos con intereses públicos. “El Gobierno nos considera una organización no gubernamental (ONG), pero nos promovemos como una organización sin fines de lucro (NPO, siglas en inglés)”, dice Shen, un ex diplomático. “En un nuevo lenguaje, estamos creando un ‘tercer sector’, uno que no es ni público ni privado”.

Aunque el término ‘tercer sector’ podría ser otra expresión para describir este fenómeno, representa una nueva fuerza en las sociedades democráticas modernas. Según la definición del Ministerio del Interior (MOI, siglas en inglés), los grupos sociales pertenecen junto con los partidos políticos y las asociaciones comerciales a la categoría de organizaciones cívicas. Esto, vagamente, se corresponde con el sector de ONG o NPO.

Tradicionalmente, estos grupos fueron formados por aquéllos que tenían algo en común, como por ejemplo, antepasados, pueblo natal, o escuela, y ahora aquéllos que comparten los mismos intereses en asuntos culturales, económicos, médicos, religiosos, deportivos, y de bienestar social, entre otros. En la actualidad, operan más de 18.000 organizaciones de este tipo en los niveles local y nacional, además de aproximadamente 4.000 fundaciones que poseen agendas públicas. En conjunto, la cantidad ha incrementado tres veces desde la derogación de la ley marcial en 1987.

Para Chiang Min-hsiu, profesor de administración pública en la Universidad Nacional Chengchi, el desarrollo de este tercer sector es una consecuencia natural de la democratización política y la mayor necesidad de una reforma social. “Cuando la gente está más al tanto de los problemas en la sociedad y presta atención a algunos asuntos específicos, tiende a reunirse en grupos para resolver sus problemas, y hacer públicas sus ideas”, explica. “Estos grupos surgen por la demanda de una institución social más flexible y efectiva”. El indica que las organizaciones sin fines de lucro tienen atributos y funciones distintas a aquéllas del Gobierno y el sector privado, mientras que tratan de entablar una relación a largo plazo con ambos.

Durante un período más autoritario, el Gobierno consideró la organización y asociación de personas como una amenaza potencial a su poder, e hizo casi imposible el establecimiento de grupos activos hasta la promulgación en 1989 de la Ley de Organización Cívica. Pero hasta ahora, algunas personas con actitudes obsoletas continúan desanimando a los organizadores de NPOs. Entre otras exigencias, todos los grupos deben recibir permiso gubernamental antes de establecerse con la excepción de partidos políticos que sólo necesitan registrarse con el MOI. Además, las reglamentaciones o medidas gubernamentales para sancionar, supervisar, y evaluar a los grupos están aún en vigor. “Se supone que las NPOs actúan como vigilantes del Gobierno para que éste mejore su actuación”, dice Chiang Min-hsiu. “La NPO es el jefe. ¿Cómo puede el Gobierno regular a su jefe?”

Bajo el Código Civil, los grupos se clasifican en dos categorías civiles y de propiedad. Dentro de este marco legal, los grupos civiles son aquéllos con intereses públicos y operan bajo la jurisdicción del MOI y los burós de asuntos sociales en el nivel local del Gobierno. Los grupos de propiedad son conocidos como fundaciones, y están bajo la supervisión de hasta veinte organizaciones a nivel de Gabinete y sus equivalentes en los gobiernos locales, dependiendo de la naturaleza de la fundación. Como resultado, el mínimo de fondos requerido para las ONGs varía mucho. Las fundaciones relacionadas con el deporte en el nivel nacional, por ejemplo, deben recaudar NT$50 millones (US$1,5 millones), comparado con NT$10 millones (US$294.000) para la fundación nacional registrada en la Oficina de Información del Gobierno.

Con miras a unificar la gestión de estos grupos, AFIT redactó una ley de fundación a solicitud de la Comisión para la Investigación, Desarrollo y Evaluación del Gobierno. El Ministerio de Justicia está también trabajando en una reglamentación similar. “Lo ideal sería que no necesitáramos una ley de NPO o una ley de fundaciones, pero eso no es posible”, dice Shen Tay-min, del AFIT. “Nuestra segunda mejor opción es tener un sistema claramente definido que sea fácil de seguir”. En cuanto a las fundaciones, él piensa que no es necesario que los grupos obtengan permisos previos otorgados por el Gobierno antes de comenzar operaciones. En lugar de ello, los grupos sólo necesitan registrarse en una única agencia gubernamental, como lo hacen actualmente los partidos políticos. “El Gobierno debería adoptar una actitud más tolerante y liberal hacia las NPOs”, sugiere Shen. “En cualquier caso, la Constitución consagra la libertad de reunión y asociación”.

El Gobierno ha flexibilizado su control. “Pocas solicitudes para el establecimiento de grupos son negadas”, dice Chiang Kuo-jen, funcionario del Departamento de Asuntos Sociales del MOI. “Debido a la falta de mano de obra, muchos procedimientos en la gestión de grupos sociales no son más que una formalidad”.

Chiang indica que el Gobierno no interfiere en las actividades de estos grupos más que cuando hay una disputa dentro del grupo o si están en juicio. “Sabemos el rol que debemos desempeñar en una sociedad moderna”, señala. “Fomentamos la autonomía de las ONGs”. Pero otros se quejan de que las reglamentaciones del Gobierno son demasiado detalladas. Uno de éstos es Fan Yun, socióloga en la Academia Sínica, que es miembro activo de la Asociación de Intelectuales Feministas Taiwanesas. “Si se quiere decir que es una asociación nacional, tiene que probar que tiene miembros en cada distrito. Es ridículo”. El MOI también supervisa las listas de miembros y si hay quorum en las reuniones para elegir funcionarios.

Chen Chieh-ju, directora de la Liga de Bienestar Social de Taipei, critica también el papel del Gobierno, señalando que su principio de mínima intervención es a lo más respaldo pasivo. Los grupos benéficos representan un importante segmento en los esfuerzos de la NPO, y según el MOI, representan un tercio de todos los grupos sociales en Taiwan. “El Gobierno nos da la impresión de que está favoreciendo a las empresas con fines de lucro en relación con las NPOs”, dice Chen, cuya liga consiste de cincuenta y ocho grupos, incluyendo fundaciones y centros de servicio. “El Gobierno parece temer el crecimiento de las NPOs, como si fueran a incrementar demasiado y quedar fuera de control”.

Aunque la liga de Chen ha establecido contacto estrecho con el comité de bienestar social del Gobierno de la Ciudad de Taipei, ella critica el tipo de cooperación entre ambos. Ella define la relación como “dominada por la autoridad gubernamental”. De modo que cada grupo no puede encargarse de más de tres casos de bienestar social o proyectos que la Ciudad ofrezca a grupos fuera del Gobierno. “Si un grupo es capaz, ¿por qué no puede realizar más tareas?”, pregunta Chen. “Este criterio limita el crecimiento de grupos competentes”.

Chen Chieh-ju indica que el Gobierno debería abandonar su jurisdicción sobre las NPOs para que tome lugar una combinación de autosupervisión y supervisión pública. ¿Cómo puede hacerse realidad este ideal? Shen Tay-min, del AFIT, sugiere el establecimiento de un centro de NPOs que reciba informes de diversos grupos sobre sus operaciones, estados financieros, y otros datos importantes. Además, un donante potencial podría acudir a la página web de este centro para investigar si cierto grupo merece los fondos. Este centro podría también diseñar un sistema de evaluación. “Cualquier evaluación debería ser realizada por el sector de las NPOs”, sostiene Shen. “Si este sistema funciona bien, entonces los grupos pueden considerar una cooperación más estrecha entre sí”. Chiang Min-hsiu, de la Universidad Chengchi, también enfatiza que una NPO debe crear su transparencia y responsabilidad antes de que tenga un impacto en la sociedad.

Shen y Chiang Min-hsiu están de acuerdo en que la imposición de tributos es la mejor manera de regular las NPOs y ayudarlas a desarrollarse. Esto puede ocurrir en una de dos maneras. Si el Gobierno sospecha que algunos grupos están siendo formados para evadir impuestos, puede enviar fiscales para investigar si su calidad de exento de impuestos debería ser revocada. Otro medio podría ser que el Gobierno estimule las donaciones corporativas, ofreciendo mayores deducciones tributarias. Actualmente, la máxima deducción tributaria es el 20 por ciento del ingreso total de una compañía o individuo. Los críticos y líderes de las NPOs consideran que esta cifra no es un incentivo suficientemente alto.

Los legisladores están considerando la alternativa de una deducción del 100 por ciento para donaciones indirectas canalizadas mediante las organizaciones autorizadas, tales como la semioficial Fundación Nacional para la Cultura y las Artes. Esta deducción podría beneficiar a muchas NPOs que dependen de un suministro inestable de donaciones y recursos humanos, especialmente grupos locales que realizan trabajo comunitario, tales como la Fundación de Desarrollo Comunitario del Distrito de Taipei. “La mayoría de las donaciones se dirigen a los grupos de mayor perfil”, se queja Pan Ing-hai, presidente de la fundación. “Asimismo, los subsidios del Gobierno están también disminuyendo”.

Chiang Min-hsiu indica que mucha gente que hace donaciones escoge grupos religiosos con líderes famosos. “Algunos líderes simplemente toman el dinero para construir templos”, dice. “Por ello, una gran porción de las donaciones es utilizada sin satisfacer los verdaderos intereses públicos”. Un problema que surge de la falta de fondos son las pobres condiciones para aquéllos que trabajan en las NPOs. Los salarios tienden a ser mucho menores que aquéllos en los sectores público y privado, la carga de trabajo es pesada y las horas son largas. “Entonces, si la gente puede encontrar un trabajo mejor pagado en el Gobierno o empresas privadas, ¿cómo se puede esperar que se queden en una NPO durante un largo período de tiempo a pesar de sus ideales y entusiasmo por la causa?” pregunta Pan Ing-hai.

Pang dice que las NPOs no pueden lograr ganancias para sus miembros. “Pero pueden obtener dinero para sobrevivir”, explica. Como investigador en el Instituto de Etnología de la Academia Sínica que ha participado en los proyectos de biblioteca digital del Gobierno, Pan ha usado sus destrezas en Internet para comenzar este verano un colegio comunitario en línea. Las matrículas de 1.000 estudiantes serán suficientes para mantener las operaciones del proyecto. “Internet facilita el contacto de las NPOs con la moderna sociedad de información”, dice. “Igualmente, ayuda a reducir los costos de empleo sin afectar la calidad de nuestro trabajo”.

El proyecto de aprendizaje en línea se beneficia también de los servicios baratos ofrecidos por las compañías de tecnología. “Estas compañías han puesto sus objetivos en las oportunidades comerciales potenciales de nuestro proyecto, y podemos aprovechar esta motivación”, dice Pan Ing-hai. “Podemos aprender también de ellas a pensar desde la perspectiva de los usuarios para así ir más allá de nuestras tendencias idealísticas”. La experiencia de Pan trabajando con el sector privado le ha convencido de que las NPOs deberían adoptar estilos de administración comercial que pueden ayudar a crear “independencia económica y una imagen más profesional”.

Mientras Pan admira ciertos aspectos de las empresas privadas, él critica las fundaciones que ellas establecen. “La mayoría de estas fundaciones son establecidas ya sea para evadir impuestos o para reforzar la imagen de la compañía”, dice. “Están integradas generalmente por gente que ha trabajado en la compañía fundadora, y no por aquéllos con experiencia en la gestión de NPOs”. Shen Tay-min, de AFIT, refiriéndose al estilo de operación de la mayoría de las fundaciones estadounidenses, sugiere que los empresarios establezcan fundaciones, y que éstas a su vez ofrezcan concesiones para hacer donaciones a grupos establecidos y competentes. “Estas fundaciones no tienen que hacer otra cosa más que dar dinero”, explica. “Si están interesados en asuntos específicos, pueden elegir financiar esos asuntos”.

Por último, las NPOs deben depender de sus destrezas y experiencia en administración para garantizar una base de poder adecuada y un nivel de influencia junto con los sectores público y privado. Varias universidades, tales como la Universidad Nanhua al sur de Taiwan, han establecido institutos o centros para enseñar administración de NPOs. Se planea también establecer un centro de NPOs en la Universidad Chengchi para realizar investigación y ofrecer cursos para los trabajadores de las NPOs que quieran compartir sus experiencias y continuar aprendiendo sobre su profesión. “Buscamos combinar la teoría y la práctica del trabajo de las NPOs”, dice Chiang Min-hsiu. “Es el momento de preparar una base sólida para las NPOs en nuestro país y que nuestros ciudadanos sepan que existe un tercer sector”.

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