02/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Quemoy cambia de ritmo

01/09/1996
En lo profundo de un búnker de granito, un oficial del ejército recién asignado disfruta de su primer almuerzo en la isla de Kinmnen, o Quemoy, como se le conoce en el dialecto del sur de Fukien. A pesar de la oscuridad y la alta humedad, la comida sencilla del ejército parece no afectar su apetito. De repente, se escucha un retumbo terrible. Sin vacilación, el oficial reacciona en la forma como ha sido entrenado para estos casos: Se cubre bajo la mesa y grita "¡Nos atacan! ¡Tomar cubierta!" Pero lejos de ser felicitado, su rápida acción sólo provoca carcajadas. Quienes han estado estacionados allí por algún tiem­po saben que los últimos disparos que se hicieron furiosamente desde Quemoy fue­ron hace dos décadas, y que la explosión es solamente una rutinaria prueba de arti­llería. Sin embargo, la reacción del oficial señala bien el hecho de que pocas personas saben acerca del lugar. Debido a que el grupo de islas estuvo unos veinte años bajo el fuego de las fuerzas armadas de China continental, y ha sido escenario de por lo menos una sangrienta batalla, existe la tendencia de creer que Quemoy sigue siendo bombardeada de vez en cuando. Es un error comprensible. la isla estuvo cerra­da para la gente de fuera durante más de cuatro décadas, de modo que la gente en Taiwan conoce poco acerca de la vida en esta isla-fortaleza fuera de Taiwan. Incluso hay una ligera barrera del idioma: El dia­lecto de Quemoy varía un poco de aquel de Taiwan, a pesar de que ambos tienen sus raíces en el dialecto del sur de Fukien. Quemoy o Kinmen significa Puerta Dorada. la isla obtuvo su nombre en 1387, cuando el Marqués Chou Te-hsing constru­yó murallas de defensa y terraplenes a inicios de la Dinastía Ming (1368-1644). El complejo de doce islas de granito que tienen un área de 150 kilómetros cuadra­dos, resguarda la entrada a la Bahía de Hsiamen o Amoy, Provincia de Fukien. En su punto más cercano, Quemoy se encuen­tra apenas a unos 2.300 metros de la costa de China continental. La isla principal tiene varios puertos, entre ellos el Puerto de Líaolo, que tiene suficiente profundidad como para recibir buques de varios miles de to­neladas. En la isla hay una población de 47.000 habitantes, sin contar al personal militar. Para propósitos administrativos, las islas han sido agrupadas como el Distrito de Quemoy, gobernado por un alcalde y un concejo electos por votación popular. El principal poblado es Kincheng, en la parte occidental de la isla mayor. El Distrito de Quemoy ha sido testigo de muchas guerras. Se cree que los primeros habitantes se trasladaron allí a inicios de la Dinastía Chin (265-420), escapando del continente sacudido por la guerra. La inmi­gración fue aumentando gradualmente con el pasar de los años. Koxinga (Cheng Chen-kung), el legendario líder militar y lealista de la Dinastía Ming, llegó a Quemoy a me­diados del Siglo XVII. Después del fallido intento para tomar Nanking, Koxinga usó a Taiwan como base para entrenar soldados y construir navíos de guerra, que fueron usados después para expulsar a los holan­deses de la isla. Pero cuando él trasladó sus fuerzas a Taiwan, Quemoy quedó inde­fensa ante los ataques de los merodeadores piratas que habían plagado el área durante siglos. La batalla en contra de la piratería siguió hasta 1949, cuando las fuerzas arma­das de la República de China se trasladaron allí. Pero, aun así la guerra continuó. Des­pués de la salida de los nacionalistas del territorio continental chino, Quemoy es el único distrito de la Provincia de Fukien que es administrado por el Gobierno de la República de China. Su posición estratégica era una espina clavada en China continen­tal. En octubre de 1949, 12.000 soldados continentales invadieron Kuningtou, en la costa noroccidental de Quemoy. Las tropas de la República de China contratacaron valientemente. En una batalla que duró 70 horas, más de 4.000 soldados invasores del continente fueron aniquilados y el resto capturado. Después de la derrota en Kuningtou, China continental ya no ha vuelto a intentar desembarcos en gran escala. Pero en el pa­sado, trató de aislar y paralizar a Quemoy con intensos bombardeos. Una de las bata­llas más severas estalló el 23 de agosto de 1958. Durante un período de cuarenta y seis días, casi medio millón de granadas disparadas de 600 piezas de artillería comu­nista llovieron sobre Quemoy. Chen Yu-peng estaba alli. El es un oficial retirado de la Fuerza Aérea que se enroló en el servicio militar a la edad de dieciocho años. Ha servido en Quemoy durante treinta años y se ha quedado a vivir allí desde que se reti­ró en 1979. "Una gran cantidad de soldados, muchos de ellos amigos míos, sacrificaron sus vidas", recuerda con pena. "Pero lo­gramos traer suministros desde Taiwan, y disparamos de vuelta. Quemoy no fue ni paralizada, ni aislada". Además de las contribuciones de los aguerridos soldados y civiles comprome­tidos, Quemoy debe su supervivencia a su fuerte composición de granito. A mediados de los años cincuenta, los militares, con la ayuda de los civiles, comenzaron a construir un sistema de túneles. Esos terraplenes defensivos bajo tierra se expanden a través de la isla como una telaraña. Incluso después de que el incesante bombardeo había transformado la mayor parte de la superficie en terrenos baldíos, el personal y el armamento seguían bien protegidos. Muy pronto, los generales en China conti­nental se dieron cuenta de que era impo­sible eliminar Quemoy, pero hubiese sido vergonzoso si ordenaban un alto al fuego. La solución de compromiso fue un cese de fuego de dos semanas, seguido de un bom­bardeo intermitente cada dos días durante los veinte años siguientes. "La gente se a­costumbró a eso", dice Chen. "Ellos escu­chaban el sonido y podían juzgar dónde iba a caer la granada y si era necesario refu­giarse". El bombardeo terminó finalmente en 1978. Pocas personas de fuera han tenido la experiencia de estar en esta atmósfera altamente cargada. Desde 1949, cuando Quemoy fue declarada zona de guerra y los militares asumieron una absoluta responsabilidad administrativa, se restringió severamente la inmigración. Los habitantes nativos de Quemoy y sus cón­yuges tenían el derecho de residir en la isla, pero a nadie más se le permitía vivir allí a menos que fuese enviado a cumplir su servicio militar o a trabajar como fun­cionario civil. Entre fines de los años cua­renta e inicios de los ochenta, habían unos 150.000 habitantes en la isla, de los cuales dos tercios eran jóvenes cumpliendo sus dos o tres años de servicio militar. Siempre hubo más soldados que civiles en las calles o las salas de cine, y los vehículos militares sobrepasaban invariablemente a los civiles. "Quemoy estuvo cerrada para las personas de fuera geográfica, social, económica y políticamente", manifiesta el Alcalde del Distrito, Chern Shoei-tzay, miembro del Kuomintang. "Era como tener un montón de civiles viviendo dentro de una base militar. No era una sociedad normal y salu­dable". Bajo los militares, las unidades administrativas civiles fueron organizadas en "aldeas de combate". La idea era que si llegaba el enemigo, cada una de esas aldeas bien entrenadas sería capaz de combatir como unidad autónoma, de modo que todos los habitantes recibían entrenamiento militar a partir de la secundarla. Era común ver en los buses a estudiantes portando sus fusiles M-14 yendo o retornando de los polígonos de tiro. Y cada tanto se realizaban ejercicios militares en toda la isla donde tenían que participar todos los residentes. El pueblo de Quemoy no se quejaba de su estilo de vida restringido y artificial, o por lo menos no lo hacía con frecuencia. El Alcalde Chern Shoei-tzay cree que en cualquier zona de guerra es necesario que el comandante tenga completa autoridad, no sólo sobre sus fuerzas militares, sino también sobre la política y toma de decisiónes no militares. Muchos residentes de Quemoy piensan que el ejército hizo un buen trabajo al cuidar de la isla. La mayoría de las carreteras, por ejemplo, fueron cons­truidas por los soldados que utilizaron para ese proposito herramientas básícas. Muchos de los árboles que resguardan a los isleños de los fuertes vientos de tempo­rada fueron plantados por los militares. Y como muchas áreas estaban restringidas al acceso de los civiles por razones militares, el medio ambiente y las reliquias históricas también han sido mejor conservadas en Quemoy que en muchos otros sitios en Taiwan. "Si hubieras venido hace diez años, tus primeras impresiones probablemente hubieran sido la limpieza y el orden", dice Chen Yu-peng. "No necesitábamos luces de tráfico, y todos los días se veían muchos soldados limpiando las calles". Los soldados acantonados en Que­moy también contribuían de forma impor­tante a la economía local. Hsieh Yu-chen, ciudadana de mediana edad que vive en Hsiahsing, en la parte central de la isla, tenía una pequeña tienda. Había media do­cena de tales tiendas en Hsiahsing, lugar donde viven menos de treinta familias. Aparte de las bebidas frías, esas tiendas o­frecían por lo general bocadillos, una o dos mesas de billar para entretenimiento, y servicio de lavandería. En la tienda de Hsieh, las veinte y tantas sillas y tres mesas de billar estaban invariablemente ocupadas por soldados de los campamentos cercanos. "Todos nuestros clients eran soldados", recuerda ella. "Indistintamente de que fue­ran feriados o días hábiles, las tiendas siem­pre estaban llenas. Con frecuencia, muchos de ello se tenían que sentar en el portal o pararse afuera". La administración militar duró más de cuatro décadas. Terminó formalmente en noviembre de 1992, pero todo ya había comenzado a cambiar mucho antes. A ini­cios de los años ochenta, con el relajamiento de las relaciones a través del Estrecho de Taiwan, el Gobierno comenzó a reducir gradualmente el número de militares apos­tados en Quemoy. En unos diez años, la población militar de la isla fue reducida a apenas un tercio de los 100.000 originales. El que haya menos soldados no necesariamente quiere decir que habrá una capacidad defensiva más débil, pero evi­dentemente el poder adquisitivo disminuirá más. La economía de Quemoy dependía fuertemente de la presencia militar. Cuando ésta fue reducida, la vida se volvió más difícil. Un residente local que ha sido taxista por más de veinte años recuerda que cuando había más soldados, él ganaba alrededor de T$20.000 (US$740) todo los fines de semana, trasladando soldados entre sus bases y las diversas áreas en la isla. Ahora, él se siente afortunado si logra hacer un tercio de eso. "La gente local generalmente no toma taxi", dice. "Y la mayoría de los turistas vienen en grupos y se trasladan en buses. Cuando se retiraron los soldados, nuestros días dorados se fueron con ellos". Otros negocios también se enfrentan a la misma dificultad. Hsieh Yu-chen y la mayoría de los otros tenderos han cerrado sus tiendas del vecindario. "No puedes esperar que la actividad comercial subsista con un puñado de vecinos y unos pocos soldados", dice Chern Shoei-tzay. "Necesitamos estímulo e inversiones, y en estos momentos hace falta un eslabón en la cadena". Chern considera que para una pequeña isla con pocos recursos naturales, el turismo es la forma de salir adelante. La gente local parece estar lista para esto. Una de ellas, Hsieh Yu-chen, ha decidido dedicarse al negocio de los hoteles. Hace tres años, ella convirtió su centenaria casa con patio al estilo sureño de Fukien en un hotel, dejando intacta la mayor parte de su diseño original. Tiene una docena de cuartos y puede acomodar a unos treinta huéspedes. A ese nivel, Hsieh puede manejar toda la limpieza y otros servicios necesarios por sí misma. "Tengo que cuidar de mi casa y al mismo tiempo ganar un poco de dinero", manifiesta ella. En los últimos tres años, se han construido muchos hoteles nuevos en un esfuerzo por servir a la creciente industria turística. Quemoy tiene ahora más de sesenta hoteles y hostales de diferentes tamaños y estándares, los cuales pueden acomodar a más de 4.000 turistas. Pero, ¿por qué la gente desea visitar un grupo de islas pequeñas, azotadas por el viento y donde la mayoría de las playas siguen cerradas por razones militares? Chen Lien­-hsing, esposo de Hsieh Yu-chen y maestro de escuela primaria, cree que una respuesta es la curiosidad. "La gente que hizo su ser­vicio militar aquí desea saber qué cambios han habido desde que se fueron", dice. "Desean echar una mirada a los sitios donde estuvieron acantonados. Los que visitan por primera vez están curiosos por ver las reliquias de la guerra, desean saber qué se siente en una zona de guerra". Pero casi todos los sitios se pueden visitar en el curso de un viaje de dos días, y a Chen Lien-hsing le preocupa que la ma­yoría de los turistas no regresarán jamás. Quemoy necesita algo más, algo que estimule la repetición de las visitas. Las bien preservadas características culturales del grupo de islas, tales como su renombrada arquitectura y entorno natural, son recursos valiosos y disponibles que podrían ser la solución al problema. Para mantenerlos, se designó una buena parte de Quemoy como sexto parque nacional de la República de China en 1995. El mismo ocupa 3.780 hectáreas, que equivale al 25% del área total de las islas, y está dividido en cinco zonas. Cada una enfoca en un elemento diferente: Reliquias históricas y bélicas, aldeas tradicionales, terraplenes defensivos, flora costera, y observación de aves. "Al igual que los otros parques nacionales, in­tentamos educar a nuestros visitantes acer­ca del ambiente: Cómo conservarlo y desarrollarlo", dice Lee Yang-sheng, superinten­dente del parque nacional y oriundo de Quemoy. "Pero tenemos más en este lugar. Aquí, podemos ayudar a que la gente en­tienda la crueldad de la guerra y sienta gratitud por la paz". Las reliquias históricas y el parque nacional ofrecen recreaciones di­urnas. Pero los inversionistas tam­bién han construido una serie de instala­ciones, tales como canchas de bolos y salo­nes de karaoke, para ofrecerle a los turistas algo con que entretenerse durante la noche. "Bajo el control militar, no había vida noc­turna debido a que no se permitía a nadie­ -ya fuera soldado o civil-estar fuera de casa después de las diez de la noche", dice Chen Lien-hsing. "Pero para los habitantes urbanos de Taiwan, la vida comienza a las diez. No desean pasar sus noches en el cuarto de un hotel". Sin embargo, el entre­tenimiento nocturno tiene su parte negativa. Ahora existe un número de cantinas y establecimientos de karaoke en Quemoy han empleado mujeres para entretener a los huéspedes, y el Alcalde Chern Shoei-tzay cree que un creciente número de traba­jadoras y turistas están llegando a Quemoy desde Taiwan. Se dice que ellos han comen­zado a atender tanto a gente local como a turistas. Pero esta no es la única forma en que la gente de Quemoy está cambiando. "El toque humano y el estilo de vida sencillo de una típica sociedad agrícola están siendo reemplazados por el materialismo", dice Chern. "Me parece que esto es algo ine­vitable. Es parte del proceso de desarrollo". Ya sea por la atracción del parque nacional o por la industria turística, el tu­rismo ha crecido rápidamente. Cuando las islas fueron abiertas al público por primera vez en 1993, llegaron alrededor de 100.000 turistas. Al año siguiente, el número au­mentó a 300.000, y ya alcanzó 600.000 en 1995. Esos turistas no sólo han ayudado a llenar la brecha en la economía causada por la salida de los militares, sino que también han generado una nueva fuente de riqueza para la gente local al ofrecerle la oportunidad de vender sus tierras a los in­versionistas de Taiwan. Las estadísticas muestran que hace tres años, los ahorros de los residentes de Quemoy totalizaban US$407,5 millones. Para fines de 1995, éstos aumentaron a US$778 millones. Los proyectos de construcción y la necesidad de personal para administrar el creciente número de instalaciones recreativas han creado nuevas plazas de trabajo, ayudando a reducir la oleada de emigrantes. Antes de que las islas fuesen abiertas al público, la población civil local era de 42.000 personas. A fines de 1995, habían 47.000 personas viviendo allí. Otro beneficio importante de la aper­tura de Quemoy hacia el mundo exterior ha sido el mejoramiento de sus recursos educativos. Originalmente, los padres que deseaban educar a sus hijos más allá del nivel de bachillerato del colegio vocacional, tenían que enviarlos a Taiwan, donde com­petían por un puesto en la universidad con el resto de los bachilleres. Sin embargo, los estudiantes locales tienen hoy mejor opor­tunidad de obtener una educación superior. El Instituto Nacional de Tecnología de Kaohsiung (NKIT) y el Colegio Privado Ming Chuan han acordado establecer ane­xos en Quemoy. Los mismos tendrán departamentos específicamente dirigidos al desarrollo local, tales como turismo, inge­niería civil, construcción y administración de empresas. Como parte de la cuota estu­diantil estará restringida a los residentes de Quemoy (el número exacto está siendo negociado), Chern espera que esas instala­ciones ayuden a prevenir que los estudian­tes locales se vayan de las islas. También llegarán estudiantes desde Taiwan para llenar las plazas vacantes en tales institu­ciones, y su presencia tendrá un efecto be­neficioso sobre la economía isleña. NKIT espera inaugurar sus clases en septiembre de 1997. Mientras se reciben tales cambios, los residentes locales reconocen que aún deben vencer grandes dificultades. Hay escasez tanto de agua como de electricidad. El Distrito de Quemoy consume 6,4 millo­nes de toneladas de agua anualmente, de las cuales 3,4 toneladas provienen de los pozos y el resto de fuentes sobre la super­ficie. Esto es suficiente para satisfacer las necesidades de los residentes y la población militar, pero no alcanza para cubrir al cre­ciente número de turistas. La situación de la electricidad no es mejor. Las cinco plantas termoeléctricas de Quemoy apenas pueden generar suficiente electricidad para satis­facer la demanda actual. Construir nuevas instalaciones para resolver esos problemas tomaría tiempo y sería caro, debido a las limitaciones natu­rales. El poco volumen anual de lluvias, junto con la ausencia de grandes ríos hacen que sea necesario construir una planta des­alinizadora, y las plantas de energía sola­mente pueden usar combustible diesel li­viano, que produce menos contaminación pero es más costoso. Con respecto al agua, el gobierno local ha encontrado lo que con­sidera como la solución más eficiente y menos costosa: comprarla desde China con­tinental. Chern ha hecho un sondeo infor­mal entre los residentes de Quemoy y entre los chinos que viven en la Provincia de Fukien, en el lado continental del Estrecho. Según él, ambos lados tienen un interés real de seguir esta ruta. "Dejar de lado la política y considerarlo desde un punto de vista comercial", dice Chern. "Si es más barato y práctico, ¿por qué no comprarles el agua ?". Pero Chern no cree que el Go­bierno Central de la República de China le permitirá hacerlo, al menos hasta que no se calmen las actuales tensiones políticas. Existen incluso problemas más serios. Se supone que ahora el Distrito de Quemoy debe pagar por todos sus gastos. ¿De dónde se obtendrán fondos para cons­truir una nueva infraestructura? La dismi­nución de la presencia militar significa no sólo menos consumidores, sino también el fin de la práctica de compartir los costos de construcción con el ejército, así como la presencia de una fuerza laboral gratis para las obras públicas. El dinero se ha conver­tido en un gran dolor de cabeza, especial­mente en aquellas áreas que solían depen­der fuertemente de los recursos militares compartidos. La medicina es un buen ejemplo. En el pasado, la gente local dependía primor­dialmente de los hospitales y médicos del ejército. Pero hoy en día, los muy limitados recursos militares ya no pueden seguir siendo estirados para cubrir a los civiles. Para casos de enfermedades o heridas gra­ves, los residentes de Quemoy tienen que trasladarse en avión a Taiwan para su trata­miento. Los suministros de sanidad militar son entregados de acuerdo con el número de soldados que etán en la isla, de modo que cada hipodérmica o píldora que sea destinada a uso civil significa una menos para lo militares." o sería justo para los alistados si usamos sus suministros para los civiles, especialmente ahora que Que­moy ya no sigue bajo administración mi­litar", dice un médico del ejército. "Pero también sería incorrecto rechazar a un civil que ha acudido a nosotro para que le ayu­demos. Es un verdadero problema". Y el Gobierno Central tiene poco tiempo para atender los problemas de Que­moy, excepto cuando es tiempo de eleccio­nes. "Hemos montado guardia por Taiwan durante décadas. También hemos quedado fuera del desarrollo económico del país por décadas", dice Chern. "Ahora que tene­mos la oportunidad para desarrollamos, ¿no es acaso tiempo para que Taiwan nos devuelva algo? Pareciera que el Gobierno Central no piensa de esta manera". Chern respalda su argumento seña­lando que el PNB per cápita de Quemoy es menos de dos tercios de aquel de Taiwan. El también hace una comparación con otro archipiélago alejado de la costa de Taiwan, Penghu o los Pescadores. Ellos obtienen el 95% de su presupuesto anual del Gobierno Provincial de Taiwan, que administra di­chas islas. Pero Quemoy solamente recibe un reducido subsidio de un tercio de parte de su autoridad inmediatamente superior, el Gobierno Provincial de Fukien de la Re­pública de China. ¿Cuál es la razón? El Go­bierno Provincial de Taiwan es rico. El Go­bierno Provincial de Fukien, por otro lado, tiene pocas entradas en concepto de im­puestos u otros ingresos, y consecuente­mente es pobre. Con la esperanza de iniciar el muy necesitado proceso de desarrollo, el Gobier­no de Distrito ha buscado formas de aumen­tar sus ingresos. Una de las inversiones más lucrativas es la venta de los famosos licores de Quemoy, destilados del sorgo. En el pasado, las bebidas alcohólicas, espe­cialmente los diversos grados de Kaoliang, eran la principal fuente de riquezas del Gobierno de Distrito. Con su personal de 400 empleados, la destilería de Quemoy genera la mitad del ingreso anual del distri­to. Por ejemplo, el presupuesto total de Quemoy para el año fiscal 1995 fue de US$1l5 millones. Unos US$39 millones provinieron de fondos del Gobierno Cen­tral, US$16 millones de las otras fuentes de ingreso de Quemoy, y US$60 millones de las ventas de bebidas alcohólicas. Pero, bajo un acuerdo logrado hace tiempo con el Buró del Monopolio de Tabacos y Vinos del Gobierno Provincial de Taiwan, todas las bebidas alcohólicas deben ser distribui­das por el Gobierno Provincial, y Quemoy no puede decidir ni el precio nj el margen de ganancias. Después de que Chern fue elegido, ha logrado aumentar los precios de los licores más del doble mediante la amenaza de la revocación de lo derechos de distribución. " Nuestra única meta es coneguir dinero para el desarrollo del dis­trito", dice. "Si me das ganancias razona­bles, te doy lo derecho de distribución. Es así de sencillo". Siendo el primer alcalde electo popu­lannente, Chern sabe que cuenta con el completo apoyo de la población local. Pero lamenta que no se le haya dado suficiente tiempo a Quemoy para que hiciera todos los reajustes necesarios tras la decisión de terminar la administración militar. la gente no estaba preparada para la súbita transi­ción a una sociedad libre y abierta. La infraestructura no estaba lista. Esto significa que en los últimos tres años, Chern ha tenido que trabajar duro en cada frente, y él asemeja su tarea a una carrera de cien metros. 'Tomando en consideración la posi­ción geográfica de Quemoy", dice, "posible­mente nos encontremos frente a la gran presión por los tres lazos directo (con China continental: lazos de comunicación, transporte y comercio) o incluso la uni­ficación de Taiwan y el territorio conti­nental. Esto podría ocurrir en diez años, o el año próximo. Tenemos que estar preparados. Pero el horario es tan incierto que tenemos que estar alerta". Lee Yang-sheng, del parque nacional, está de acuerdo que el desarrollo de Que­moy es una carrera contra el tiempo, pero lo vé como una carrera de gran distancia en vez de un esprint. "Si corres muy rápido, puedes terminar agotado", dice. "Pero si corres demasiado despacio, con certeza te quedarás atrás. La clave para ganar es la velocidad correcta y el tiempo adecuado". Esta diferencia de enfoque entre los dos hace resaltar la incertidumbre del futu­ro de Quemoy. Las viejas heridas están sa­nando y, a pesar de las dificultades, las is­las tienen un potencial. Lo que se necesita es una identidad clara, un sentido de dire­cción, y la voluntad política de ver las cosas como son. "Quemoy ya no es una zo­na de combate, pero ¿qué es ahora?", pre­gunta Chern. "¿Seremos parte importante en el esfuerzo por los tre lazos, una zona económica especial, una isla turística, una sociedad modelo para mostrar a China continental? Necesitamos que el Gobierno Central no diga qué somos, y que nos lo diga ahora" .■

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