03/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Voluntarios inspirados

01/03/1995
Todas las mañanas, Ho Shih-ching, de 45 años de edad, se levanta exactamente a las 5:50. Después que sus hijos se van para la escuela a las 7:00, y antes de prepararse para su trabajo como vendedora de seguros de la Nan Shan Lije Insurance Co., ella se pone un chandal, agarra una escoba y un recogedor de basura, y baja las escaleras hacia las aún desiertas calles de su barrio. Ella toma la escoba con ambas manos y comienza a barrer, calle tras calle. Cuando encuentra cajas de cartón, botellas o cualquier cosa demasiado grande para ser barrida, ella la recoge y echa a un basurero cercano.

Cuando la gente comienza a pasar a su lado en camino al trabajo, la mayoría actúa como si ella no estuviera allí. Algunos la miran con curiosidad, sorprendidos al ver una mujer que parece ser de clase media haciendo un trabajo de baja cate­goría. "Ellos tal vez se preguntan si soy la nueva barrendera de calles contratada por la comunidad", dice riéndose. Pero la gente que conoce a Ho, suele saludarla con una sonrisa de gratitud. Ellos saben que ella no sólo es una vecina de buen corazón, sino también una miembro devota de la Fun­dación Cultural y Educativa Montaña del Tambor Dharma, un grupo de caridad budista afiliado al Monasterio Nungchan de Taipei.

El trabajo de voluntaria también se ha convertido en parte regular de la vida de Lai Mei-chih. En forma regular, ella sale de su lujoso vecindario en una de las mejores avenidas de Taipei, donde vive con su marido, un exitoso abogado. Su modesto vestido de este día no es típico de las ricas mujeres de la calle donde vive. Ella se pone un sencillo chipao de algodón azul, el uniforme de la Fundación Tzu Chi de Socorro y Compasión Budista, y nada de maquillaje o joyas. El único adorno que se coloca es el símbolo de la fundación hecho en oro en forma de un barco, que prende del cuello de su vestido.

Su lugar de destino es una de las partes más escuálidas de la ciudad. Allí ella se une a otros voluntarios en la limpieza de casas, lavado de ropas y el baño de enfermos y ancianos. Las casas de estos enfermos y ancianos frecuentemente están mal iluminadas, huelen mal y están infes­tadas con cucarachas y ratones. En cierta ocasión el hedor de excremento y basura putrefacta era tan fuerte que Lai y sus compañeros voluntarios no lo pudieron soportar. "Eventualmente, todos nos pu­simos las máscaras", dice ella, "incluso sabiendo que esto podría herir los sen­timientos de los residentes". Pero Lai considera que esta situación desagradable es un pequeño precio que hay que pagar para cumplir con lo que ella considera que es su deber como budista.

Junto con Ho y Lai, decenas de miles de budistas salen ahora de lo que una vez fue el aislado santuario de su religión para entrar en el mundo terrenal como volunta­rios de varias fundaciones budistas. Huang Chin-pao, una voluntaria de la Asociación Internacional Luz de Buda creada por el templo Fokuangshan de Kaohsiung, cree que los numerosos grupos caritativos bu­distas que comenzaron su labor hace una década señalan una nueva dirección de la religión. "Ya ha pasado la era del de­nominado budismo de selva", dice ella, "cuando los budistas vivían bien alejados del mundo terrenal y, meditaban y estudia­ban los sutras en búsqueda de la ilumi­nación religiosa". Muchos voluntarios ya practicaban el budismo durante algún tiempo antes de involucrarse en las labores caritativas. Por ejemplo, Ho iba a rendir adoración en varios templos y estudiaba con frecuencia las enseñanzas budistas, pero sentía que le faltaba algo a su vida espiritual. El vacío fue llenado cuando se convirtió en una voluntaria de la Fundación del Tambor Dharma.

Los voluntarios budistas no están solamente ayudando a expandir el papel de su religión, sino que también están yendo más allá del convencional pensa­miento centrado en la familia que tiene la sociedad china. Para muchas personas, especialmente las mujeres, las responsabilidades del hogar han sido tradicional­mente demasiado grandes como para tener tiempo para realizar obras caritativas. Aparte de cuidar de los niños, muchas mujeres deben también cuidar de sus ancianos padres o suegros. Y los hijos mayores de una familia generalmente con­tribuyen en el cuidado de sus hermanos y hermanas más jóvenes. Como resultado, muchas personas sencillamente no están familiarizadas con la idea de dedicar gran cantidad de tiempo a algo que no beneficie de alguna forma a la familia. "Los chinos tienden a tener menos deseos de ayudar a los extraños", dice Ho. "Pero para conver­tirse en un verdadero creyente del budismo, no basta con estudiar las doctrinas.Debemos aplicarlas en la vida diaria y ayudar a los menos afortunados en la sociedad".

El número de trabajadores budistas dedicados a la caridad ha crecido a tal extremo que están ahora asumiendo un papel importante en el inadecuado sistema de bienestar social de Taiwan. "Estamos haciendo lo que el gobierno y otros grupos de bienestar social no pueden hacer debido a los limitados fondos y recursos humanos", dice Lai. Cuando Lai y otros voluntarios de Tzu Chi visitan a los recipientes de asistencia, ellos incluso traen dinero de las arcas de la organización para dárselo a los necesitados. "Ellos son muy pobres y viejos para trabajar, pero no son lo suficiente­mente pobres como para recibir la asis­tencia del gobierno", dice Lai. "Y algunos de ellos tienen hijos que no pueden mantener".

Para muchos voluntarios, su par­ticipación en las obras caritativas no está reservada para horas especiales, sino que forma parte de sus vidas diarias. Por ejemplo, Ho suele alentar a sus clientes de seguro a que donen dinero para que Tam­bor Dharma pueda construir un nuevo monasterio. El viejo, dice ella, es demasiado pequeño para acomodar a su creciente número de devotos.

Otros trabajadores dedicados a la caridad están involucrados en muchos servicios médicos que ahora ofrecen las organizaciones budistas, incluyendo hospitales completos, pequeñas clínicas y pro­gramas de visita casera. Por ejemplo, la creación del hospital de caridad de la Fundación Tzu Chi, construido en 1986 en Hualien, fue logrado gracias a los es­fuerzos de recolección de fondos hechos por los voluntarios. Los miembros de Tzu Chi celebraron innumerables eventos públicos e incluso se pararon en las es­quinas de las calles para recolectar dona­ciones para el hospital, que es ahora una importante instalación médica en la región oriental de Taiwan. Los miembros del personal voluntario también juegan un papel importante en el mantenimiento del hospital y los diversos programas que se llevan a cabo. Recientemente, los vo­luntarios de Tzu Chi comenzaron una vigorosa campaña para alentar a la gente en toda la isla a inscribirse como donantes potenciales del banco de datos de médula del hospital.

Luz de Buda enfoca en brindar asistencia médica gratis a las personas en áreas remotas. "Si esperamos que los pa­cientes vengan hacia nosotros, solamente podemos ayudar a un limitado número de personas", dice la voluntaria Huang Chin­-pao. "Para ayudar a más personas, debemos ir hacia ellas. En vez de construir un hospital, tenemos grupos de ayuda médica que viajan a lugares donde no resulta fácil encontrar tratamiento médico".

Huang ha estado trabajando todos los domingos en los últimos cinco años con uno de esos grupos. Dejando aparte su función de gerente de un banco de Taipei que ejerce durante los días de semana, ella se une a un grupo de unos diez voluntarios más, varios monjes, una enfermera, y un doctor de medicina herbolaria para crear una estación médica temporal en un área remota en el norte de Taiwan. El grupo trae con frecuencia sillas de rueda y camillas para aquellos que están heridos o muy enfermos como para caminar. "Incluso personas que viven bien lejos escuchan sobre nuestro tratamiento médico gratuito y viajan en bus para vernos", dice Huang.

Otro grupos viajan a las aldeas de aborígenes de Taiwan, a pesar que la mayoría de ellos son cristianos en vez de budistas. Con frecuencia, tales aldeas están localizadas en áreas montañosas, y llegar allí puede ser dificultoso. Huang Pi-chu, que actualmente trabaja a tiempo completo con Luz de Buda, recuerda un viaje a una pequeña aldea aborigen en el este de Taiwan. "Estaba lloviendo a cántaros, y no había forma de llegar a la aldea excepto a pie", dice ella. "De modo que todos no­sotros, incluyendo un maestro budista, colocamos cajas de cartón sobre nuestras cabezas y caminamos durante una hora bajo la lluvia".

Algunos servicios voluntarios están más directamente relacionados con las funciones religiosas tradicionales. Los mismos incluyen realizar ceremonias de lamentación para los fallecidos, que están disponibles para los miembros de cualquier comunidad, ricos o pobres. La principal tarea de los plañideros voluntarios es recitar los sutras o escrituras budistas durante los primeros días después que una persona haya fallecido. Se cree que esta recitación de sutras ayuda al fallecido a partir pacíficamente de este mundo, y también sirve para aliviar en parte la pena que aflige a los deudos. "Cuando muere alguien, con frecuencia hay un sentido de confusión en la familia", dice Cheng Wen-lei, líder del grupo de voluntarios de las ceremonias de lamentación del Tambor Dharma. "Es importante para nosotros tratar de cal­marlos. A medida que nos siguen en la recitación de las escrituras budistas, ellos comienzan a sentirse más tranquilos".

Cheng dice que cualquiera, incluso los que no son budistas, pueden llamar y pedir los servicios de lamentación del Tambor Dharma, aunque quienes per­tenecen a la fundación reciben cierta prioridad. "No podemos aceptar todas las peticiones debido a que tenemos un limitado número de voluntarios", dice él. "Y la mayoría de ellos están disponibles solamente después de trabajo o en los fines de semana". De hecho, el recitar las escrituras budistas para el fallecido puede ser un trabajo muy agotador, ya que cada sesión de lamentación dura por lo menos ocho horas, y pueden haber varias sesiones a lo largo de una semana o más. Además, los chinos generalmente celebran ritos de lamenta­ción en cier­tas horas pro­picias, lo cual significa que los volunta­rios a veces tienen que quedarse más allá de la medianoche. "Al día si­guiente tenemos que enfrentarnos a nuestros trabajos", dice Cheng, que es ingeniero. "Pero no tenemos problemas siempre y cuando la gente que tratamos de ayudar se sienta mejor".

Otros voluntarios budistas han ido más allá de los papeles tradicionales de las obras caritativas religiosas y están invo­lucrados en causas sociales y especialmente ambientalistas. Los miembros del grupo ambientalista Tzu Chi en Taipei se han concentrado en una campaña de clasifi­cación de basura en doce vecindarios en la ciudad. Doce camiones adquiridos por los voluntarios con dinero propio ―con cada miembro contribuyendo alrededor de US$400― recogen la basura clasificada y la llevan a los sitios de reciclaje. El énfasis del proyecto es recolectar papel usado. "Al reciclar el papel desechado, podemos evitar que se talen más árboles y ayudamos a salvar nuestros bosques", dice la voluntaria Chiang Hsiu-fen. "Hacemos esto por el bien de nues­tros hijos y las futuras ge­neraciones. Esperamos que ellos sean capaces de disfrutar de la hermo­sura de los bosques".

Cuando Tzu Chi comenzó su campaña de reciclaje hace tres años, la gente en Taiwan tenía poca conciencia ambientalista. Incluso los programas gubernamentales para alentar a los ciudadanos a clasificar su basura siguen siendo en muy pequeña escala. Los voluntarios tuvieron que empezar desde lo más básico, enseñar a los residentes de los vecindarios acerca de la importancia del reciclaje y cómo clasificar la basura. Al inicio, sus esfuerzos fueron recibidos con poco entusiasmo. Pero gradualmente la gente comenzó a responder, y algunas comunidades incluso tomaron dicha responsabilidad por sí mismos. "Dos días antes que llegue uno de nuestros camiones", dice Chiang, "el jefe del vecindario comenzará a anunciar en altavoz por toda la comunidad, recordando a los residentes tener su basura lista".

Sea barriendo las calles, escalando remotos senderos en las montañas, o reciclando la basura, la mayoría de los voluntarios budistas desean hacer algo más que simplemente ofrecer su tiempo, energía y dinero a otros. Contribuir a la sociedad es también una forma de expandir su religión, y tal vez, atraer a nuevos seguidores. Para Huang Chin-pao, de la organización Luz de Buda, este es uno de los motivos más importantes detrás de su obra caritativa. "Debemos tratar todo lo posible de ayudar a aquellos que ne­cesitan nuestra ayuda", dice ella. "Pero ellos deben aprender a cuidar de sí mismos también, debido a que no podrán depender de nosotros siempre. Creer en el budismo les dará fuerza y confianza para enfrentarse y sobreponerse a su difícil situación. Y esto ayudará a disminuir los problemas en la sociedad".

Al igual que cualquier otro trabajo voluntario, tales grandes esperanzas con frecuencia terminan en frustración. Muchas de las personas ayudadas por los vo­luntarios no adoptan el budismo y no vencen sus problemas. "Es realmente difícil", dice la voluntaria Lai Mei-chih, de la Fundación Tzu Chi. "Con frecuencia regresamos para ver a una persona a la que hemos ayudado a limpiar su casa, y resulta desalentador ver que la casa haya retornado a su original estado inmundo. Pero todo lo que podemos hacer es limpiarla de nuevo y alentarla a cuidar mejor de sí misma".

Para algunos trabajadores volun­tarios, el mayor reto es convencer a los familiares que ellos no están abandonando sus propias fumilias para ayudar a extraños: un asunto especialmente sensitivo en la sociedad china. "Es importante que los voluntarios cuiden de sus propias familias primero y obtengan su apoyo", dice Ho Shih-ching. "Si no logras hacer esto, ¿cómo podrás convencer a cualquier otra persona para que acepte tu religión? ¿Quién irá a creer que es una buena religión?" Para Huang Chin-pao, uno de los mayores obstáculos fue su madre, quien se preo­cupaba de que su hija estaba en los cuarenta y seguía siendo soltera. Ella sentía que la obra caritativa de Huang le tomaba demasiado tiempo, tiempo que hubiera podido aprovechar para buscarse un marido.

Pero la madre de Huang no solamente terminó aceptando la situación, sino que ella misma se ha convertido en una budista devota y ahora participa junto con su hija en las actividades de los voluntarios. De hecho, muchos voluntarios dicen que los miembros de sus familias han comenzado a donar su propio tiempo para las obras caritativas. Por ejemplo, el marido de Lai ofrece ahora servicio legal gratis a la Fundación Tzu Chi. Y Cheng Wen-lei se ha convertido en un plañidero voluntario alentado por su esposa.

Frente a cualquier reto o frustración que tengan que enfrentar, los voluntarios budistas dicen que las recompensas bien valen todo el tiempo y energía que ellos han dado. "Es verdad que estoy más ocupado ahora, y con frecuencia me siento exhausto cuando llego a casa", dice Huang Chin-pao. "Pero duermo mejor y no tengo tiempo para preocuparme más por cosas triviales". Para Cheng, ayudar a las familias a lamentar la pérdida de sus seres queridos le ha dado un nuevo significado a su propia vida. "Tenía miedo de la muerte", dice. "Ahora mis puntos de vista han cambiado realmente. Al enfrentarme a la muerte tan frecuentemente, he aprendido a pensar qué clase de vida quiero tener" .■

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