07/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Fin de un capítulo histórico

01/01/1994
Al hablar de la primitiva historia colonial de Taiwan se suele pensar siempre en los holandeses y nunca en los españoles, ya que de la presencia de éstos todavía se tiene pocas noticias, tanto porque han sido escasos los investigadores que se han dedicado a estudiarla, como porque lo poco que se ha publicado sobre ella ha sido normalmente en castellano, y han faltado trabajos de divulgación. Por otro lado, los estudios sobre los holandeses -que ciertamente desarrollaron una actividad incomparablemente superior a los españoles- han sido diversos. Pero en ellos hay un tema del que apenas se habla, y es el de la rivalidad que hubo entre ambas potencias coloniales, que acabó con la sustitución de los españoles por los holandeses en el sector norte de Taiwan; historia que aquí vamos a intentar brevemente exponer.

Rivalidades españolas y holandesas

La llegada tanto de españoles como de holandeses a Taiwan responde a un mismo motivo, el de la triple rivalidad política, religiosa y comercial que había entre estos dos países, los cuales entonces -al menos desde un punto de vista dinástico- estaban bajo la misma corona de los Austrias, aunque en realidad Holanda gozase de hecho de una situación de autonomía. Esa rivalidad, sangrienta en Europa, se continuaba en América, en donde los holandeses intentaban penetrar en territorios bajo dominio español, e igualmente en el Lejano Oriente.

En medio de estas rivalidades se llegó a un precario acuerdo, la Tregua de los 12 años (1609), gracias al cual -y, entre otras cosas- Holanda pudo volver a los puertos españoles; situación que resultó muy ventajosa para Holanda pues pudo incrementar su adquisición de plata americana y financiar así sus viajes por las Indias Orientales. Precisamente, en ese mismo año tuvo lugar su llegada y establecimiento en el puerto japonés de Hirado.

Pero, con anterioridad, los holandeses ya habían mostrado interés por el comercio de China, en donde la paridad oro-plata todavía no se había equilibrado con el resto del mundo, y en consecuencia el real de a ocho español, la moneda de plata que entonces jugaba el papel actual del dólar americano, tenía una alta capacidad adquisitiva en el mercado chino, facilitado porque la China de la Dinastía Ming seguía extendiendo la práctica de exigir los impuestos en moneda de plata. Este atractivo del mercado chino a principios del siglo XVII fue, en el fondo, la razón por la que los holandeses acabaron instalándose en Taiwan, como la solución más práctica para sentar su base en medio de otras potencias que les miraban desconfiadamente.

El inicio de las hostilidades tuvo lugar en diciembre de 1600 cuando Olivier de Noort llegó a Filipinas por la vía del Pacífico. De Noort se atrevió a cerrar las puertas de la Bahía de Manila para permanecer a la espera del galeón que venía de Nueva España cargado de plata. Los españoles armaron dos barcos y salieron a su encuentro entablándose la primera batalla naval de una lista que no sería breve. La actuación española obtuvo una victoria pírrica, pues les supuso muchas pérdidas, entre otras el hundimiento de la nave almiranta, el San Diego, comandada por el doctor Morga, que luego fue un gran historiador de las Filipinas. Recientemente este barco ha vuelto a ser noticia ya que fue hallado por la compañía francesa de rescate submarino World Wide, generando uno de los más interesantes y recientes acontecimientos de arqueología marina.

Desde la creación de la Compañía de la Indias Orientales (V.O.C., siglas con que se la conoce en holandés) en 1602, los holandeses persistieron en sus esfuerzos por hacerse los amos de los mares de China. El principal obstáculo seguían siendo los españoles y los portugueses de Macao, junto con los piratas japoneses y chinos desparramados por la costa. La actividad de los piratas pronto empezó a decrecer cuando Chen Chi-long (conocido por los europeos como Iquam) dejó su actividad pirática, y se puso al servicio del gobernador de la provincia de Fukien para extirpar las actividades que hasta ahora él había protagonizado.

Los españoles y portugueses no creaban más problema que el de ser sustituidos, bien estableciéndose en un puesto similar al de ellos, o bien arrojándoles por las armas. Los holandeses, al no conseguir en China un puerto homólogo al obtenido en Hirado, o al que los portugueses gozaban en Macao, intentaron conquistar este último puerto con una flota en 1623, pero no lo consiguieron, por lo que al final decidieron establecerse en las Islas Pescadores. Pero cuando los chinos tuvieron la suficiente fuerza marítima les desalojaron de allí forzándoles ir a Taiwan. Así, en Tainan, frente a la costa de Amoy, establecieron una nueva base con la que finalmente se conformaron a falta de algo más próximo a las costas de China.

Desde allí intentaron captar el tradicional comercio chino que anualmente salía de las costas de Fukien camino de Manila, y que proveía de mercancías al Galeón de Acapulco. Pero para ello continuaron con medios de intimidación y pura piratería, y lo lograron a juzgar por la carta que los oficiales de la Real Hacienda de Manila enviaban al rey, en agosto de 1624, en donde le decían: "Los holandeses se han fortificado en la Isla Hermosa e islas de Pescadores, con lo que en este año no han podido pasar a estas partes (Filipinas) embarcaciones de China; y se van saliendo con su intento de quitar el trato y el comercio de estas islas (Filipinas), que es el camino más cierto para acabarlas, si no se pone algún remedio en ello, que hasta ahora no se ha puesto".

Los españoles seguían observando al "olandés", y un año después el Gobernador General de Filipinas enviaba otro informe al rey de los progresos que hacían en Taiwan: "Hoy tiene una fortaleza de cuatro baluartes, dos de ellos de piedra, y presto la acabará de perfeccionar con la ayuda de los chinos fugitivos de su reino. No tiene puertos para naos grandes, pero con embarcaciones pequeñas, mezclados con los japoneses, se llevaron una embarcación con 30.000 pesos". El gobernador concluía la carta mostrando deseos de tomar una posición en lugar diferente de la isla, mejor hacia el norte, en el camino que mira a Japón, ya que para entonces los japoneses acababan de prohibir a los españoles la presencia en sus tierras.

Españoles y holandeses en Taiwan

Tras el asentamiento español en el puerto de Keelung, que tuvo lugar en el 1626, se realizaron tres croquis descriptivos de la situación de ambas posiciones, la de Tainan y Keelung, cuyos originales pueden verse en el Museo Naval de Madrid y en el Archivo de Indias de Sevilla, y cuyas copias se ofrecen en este artículo. Para la ejecución del croquis de Tainan se debió recoger información de comerciantes chinos o sangleyes que la habían visitado.

En la mente de la corona española siempre estuvo la idea de echar a los holandeses de la isla por la amenaza que ello suponía, y el rey Felipe IV, más de una vez escribió cartas al gobernador de Filipinas para que procediera en ese sentido cuanto antes. En realidad el único intento serio de hacerlo fue en 1627, cuando dicho gobernador, D. Juan Niño de Tabora, preparó una formidable armada de 6 galeones y dos galeras, que transportaban 2000 soldados, con la intención de ir a Fuerte Zeelandia y echar de allí a los holandeses, que todavía tenían una débil fortificación. Pero salió más tarde de lo previsto, ya que aquel año la nave de Acapulco había llegado con retraso, y para entonces la condición del mar ya no lo permitía, y tras varios intentos de despegar del norte de la isla de Luzón tuvo que volver a su base de Cavite.

El punto de vista excluyente también lo expresaba Juan Cevicos, capitán y maestre de los galeones que iban a Acapulco, quien -tras embarrancar su nave en Japón, y a la espera de volver a Manila- vio a los primeros holandeses que llegaban al puerto de Hirado, en 1609. Cevicos, que después se ordenó sacerdote en Manila, volvió a España en 1622. Cinco años después, tuvo noticia de la llegada de españoles a Taiwan lo que le empujó a escribir un extenso y elegante memorial al Consejo de Indias (que mereció ser traducido en la monumental obra de Blair & Roberston) cuya tesis se resumía en señalar que el único motivo para la entrada de españoles en Taiwan era echar a los holandeses. No había otro.

Ante el fracaso de la armada, la táctica española fue extender el control del área desde Keelung hasta Tamsui, lo cual tuvo lugar en 1628, en medio de escaramuzas con los holandeses que ya merodeaban también por el norte de la Isla, hasta el punto de que al año siguiente llevaron a cabo una fallida acometida contra esta posición. Tras estos episodios, y en los años inmediatamente posteriores, la mayor parte del tiempo españoles y holandeses decidieron vivir de espaldas unos de los otros, pues en realidad la isla era demasiado grande y los efectivos tanto de una parte como de otra eran muy pequeños.

Además la situación no estaba exenta de problemas, especialmente para los holandeses, como se deduce de una carta, de noviembre de 1630, del nuevo gobernador de Filipinas al rey de España: "Del holandés avisan que quedaba muy quebrado con los mismos chinos, los cuales le habían quemado un navío y otras dos embarcaciones, y por eso alguna gente dice que estaba muy falso en su fuerza, así por esta pérdida como por la del socorro que le venía de Jacarta, en una nao grande que quemó este año pasado Nuño Alvarez".

Pero poco a poco la situación se fue invirtiendo. Mientras que Fuerte Zeelandia iba creciendo en efectivos, por el contrario, era en estos periféricos lugares en donde los españoles notaban más dramáticamente el ya iniciado declive de su imperio. El gobernador de Filipinas, Sebastián Hurtado de Corcuera, azuzado por las guerras de Joló, al sur de Filipinas, llevó a cabo una política de repliegue, fruto de la cual fue el desmantelamiento del fuerte de Santo Domingo, en Tamsui, en 1639, así como la debilitación de los efectivos militares en la fortaleza de Keelung. Por eso los holandeses, hacia 1640 (momento excepcionalmente crítico en España, con la separación de Cataluña y Portugal, los conflictos en Nápoles, etc.), se dan cuenta que ha llegado el momento de echar a los españoles del fuerte de San Salvador, su posición en la isla de la Santísima Trinidad (actual Isla Hoping, Keelung), y deciden llevar a cabo su ocupación; teniendo así lugar el primer choque frontal entre aquellas dos fuerzas coloniales europeas en territorio taiwanés.

La tentativa de 1641

El desarrollo de esta primera medida de fuerzas, desde el punto de vista de los españoles, se conoce bien ya que el gobernador de la plaza de San Salvador, el sargento mayor Gonzalo Portillo, dejó relatos muy decriptivos en cartas que envió a Corcuera, y que se han conservado en el Archivo de Indias. La táctica de los holandeses consistió en granjearse la amistad tanto de los aborígenes que habitaban la región del Tamsui, como la de los chinos comerciantes que allí acudían. Esto último implicaba tanto la disuasión del comercio con los españoles como la oferta de protección y licencias a los chinos que venían a la compra de los cueros y azufre de los aborígenes.

Nuevos pasos fueron dados cuando entraron en inteligencia con Iquam, que desde su posición privilegiada no había abandonado totalmente su actividad pirática; es más, para entonces concebía ambiciones de expansión territorial y de soberanía cuando en los últimos años de la dinastía Ming, la subida de los precios, las continuas exacciones en plata, la presión de los tártaros, y las revueltas campesinas auguraban ya la caída del emperador.

Así, Portillo comunicaba a Corcuera: "Y aunque a muchos ojos no doy crédito, se ha ido sabiendo de forma muy verdadera que ese sangley mandarín, general de la mar, pedía contra nosotros ayuda al holandés, por ocasión de estorbarle en el mar de Tamsui, lo cual nos es muy dañoso pues facilita a los naturales, que son enemigos nuestros, cantidad de hierro, flechas y otras cosas ofensivas". Otras noticias le habían llegado a Portillo; por ejemplo, que los holandeses querían fortificarse en el río Tamsui, y que el propio Iquam envió a un chino, residente en Manila en los años 1639-1640 -en que hubo una sublevación de 30.000 chinos que derivó en guerra abierta y costó la vida a 7.000 de ellos- para negociar en Fuerte Zeelandia detalles tácticos de la conquista de la base española de Taiwan, y luego de Manila.

En estos momentos de tensión y de medidas de fuerzas coloniales, para dejar claro que la autoridad sobre el comercio en el norte de la isla todavía era ejercida por españoles, Portillo envió al río Tamsui un bergantín y un champán con infantería para apresar a tres champanes que estaban comerciando no sólo sin autorización española, sino bajo licencia holandesa. En este momento la guerra ya estaba tácitamente declarada.

El día primero de septiembre le llegó a Portillo un aviso, traído por un natural del Tamsui comunicándole que "el holandés estaba en el río, con dos naos y tres embarcaciones de vela con artillería, quince champanes de sangleyes, y todos los indios de la provincia del Tamsui, que son grandes en número, y que venían aquí contra nosotros". Con lo cual, Portillo, ni corto ni perezoso, emprendió mejoras en la fortificación de San Salvador. El día cinco de ese mes los holandeses asomaron por la bahía de Keelung, así como por las montañas. "Venían entrando hacia esta fuerza con sus embarcaciones y muchas banderas de guerra, por lo que yo también puse otras banderas de guerra en los baluartes, y luego nos cañoneamos muy bien contra las naos y las demás embarcaciones. Al día siguiente, con la satisfacción que tenía el enemigo, y muy bien informado éste de que no teníamos gente suficiente para salirle, se arrojó por tierra con gran cantidad de indios, dentro del pueblo de Quimaurri, con muchas banderas, haciendo grande algazara sobre este pueblo que está frente a la puerta de la fuerza, y se subió a un montecito con una gran tropa de holandeses y de indios. Y por el pueblo arriba nos hizo arma a las nueve del día tocando dos cajas de guerra, a la vez que estaba revoleando banderas en otro montecillo, así como en los corredores de la iglesia del pueblo, que es de piedra. Desde allí llamó a unos indios, amigos nuestros, por vía de paz, y les dio una carta que les escribió el cabo de la fuerza de Tayguan, y que yo respondí".

Estas cartas cursadas entre los dos capitanes no parecen conservarse en el Archivo de Indias de Sevilla (a pesar de que Portillo envió a Corcuera una copia), pero si en los archivos holandeses por lo que Campbell pudo recogerlas y citarlas en su famosa obra Formosa under the Dutch. Más que el contenido de estas cartas, fácilmente imaginable, es el tono caballeroso y a la vez arrogante de las mismas lo que les hace dignas de ser reproducidas en este artículo divulgativo. Paulo Tridenius, el gobernador de Fuerte Zeelandia decía (sigo la traducción del historiador José María Alvarez): "A Gonzalo Portillo, gobernador de la fortaleza española de la isla de Kilung. Señor: Tengo el honor de informaros que he recibido el mando de considerables fuerzas navales y militares, con el objeto de hacerme dueño, por medios honestos, o de otro modo, de la fortaleza Santísima Trinidad de la isla de Kilung, de la cual es gobernador V. Excelencia. Como es uso de naciones cristianas, de hacer saber sus intenciones y decisiones antes de empezar las hostilidades, cumplo con este deber. Si queréis oir los términos de las capitulaciones que os ofrecemos y entregamos la fortaleza de Santísima Trinidad y demás ciudadelas, vos y vuestra guarnición seréis tratados de buena fe, siguiendo los usos y costumbres de la guerra; pero si no escucháis lo dicho no habrá otro remedio que acudir al recurso de las armas. Espero que vuestra Excelencia examinará atentamente el contenido de esta carta, y evitará la efusión de sangre. Cuento que sin tardanza y en pocas palabras me haréis saber vuestras intenciones. Encomendándoos a Dios, el amigo de su Excelencia Paulus Tridenius. Fuerte Zeelandia, 26 de agosto de 1641".

Ciertamente la respuesta de Portillo era un ejemplo de lo que en el argot militar se suele denominar bizarría: "Al gobernador de Taiuan. Señor: He recibido a su tiempo vuestra carta del 26 de agosto y, respondiendo, debo informaros que, cual conviene a un cristiano que respeta el juramento hecho a su Rey, no puedo ni quiero entregaros la fortaleza que reclamáis; advirtiendo que yo y la guarnición estamos dispuestos a defendernos. Estoy acostumbrado a encontrar grandes armadas, y yo he sostenido numerosas batallas tanto en la armada de Flandes como en otros países. Ruego, por tanto, no os molestéis en escribir otras cartas de este tenor. ¡Que cada uno de nosotros se defienda como pueda! Somos cristianos españoles, y el Dios en que creemos es nuestro protector. Quiera el Señor conservaros. Escrita en nuestro principal fuerte de San Salvador, el 6 de septiembre de 1641. Gonzalo Portillo".

Los holandeses se aproximaron muy cerca de la fortaleza. Enviaron también otras dos cartas en chino, para los sangleyes e indios, conminándoles a ponerse de su parte cuando tuviera lugar el asalto, so pena de ser ejecutados caso de no hacerlo. Pero el asalto final no tuvo lugar. Al retirarse los holandeses quemaron el pueblo, la iglesia y se llevaron a algunos rehenes de entre los indios. En su vuelta a Tamsui, "la nave capitana de los holandeses dio contra la costa -explicaba Portillo a Corcuera- y se hizo pedazos, y toda la jarcia alquitranada del trinquete, y sebadera, hallamos en esta costa. Dicen los indios de la tierra, y así se ha predicado aquí en el púlpito, que le dimos un balazo junto al timón, y por tener toda la gente en tierra no lo pudieron remediar, y allá se perdió".

Ofensiva definitiva, 1642

Aquí acabó la primera ofensiva. Portillo envió nuevas a Manila pidiendo refuerzos pues estaba convencido que esta primera venida era exploratoria y que en el próximo verano vendría la definitiva. Sin embargo, la actitud de Corcuera era otra. Ocupado, como se dijo, en las Guerras de Joló y convencido de que la posición de Isla Hermosa no reportaba ningún beneficio sino sólo problemas, decidió dejarla languidecer enviando solamente un escuálido refuerzo de 10 soldados españoles, 10 pampangos y 12 marineros, que sólo trajo el desánimo entre los pocos españoles y filipinos que allí quedaban. Por eso, en nueva carta de Portillo a Corcuera, de marzo de 1642, señalaba: "porque está todo en tal tris, que estas fuerzas han sido como el enfermo que le han ido dejando desfallecer, y cuando tuvo voluntad de comer le faltó el alimento".

A lo largo de todo el año 1642, los holandeses iniciaron un acoso permanente. Por un lugar tomaron el puerto de San Lorenzo (Suao) como base de vigía y acecho a la llegada de los socorros de Manila, que, para evitar a los holandeses, siempre venían por la costa este de Taiwan. Por otro lado fomentaban la amistad con los naturales para así tener un conocimiento actualizado del estado del Fuerte de San Salvador. Además, intensificaron la fortificación en la zona del Tamsui, y, finalmente, decidieron el asalto. Este fue narrado por Gonzalo Portillo en una carta que envió al rey, el 6 de diciembre de 1642, pero ahora desde Batavía, es decir Yacarta, la principal base holandesa de las Indias Orientales, a donde acababa de llegar cautivo. Su carta estaba escrita en un tono deprimente y justificatorio señalando que la verdadera causa de la derrota no se debía a él sino a Corcuera.

Portillo decía: "el 19 de agosto de 1642 llegó una armada del enemigo holandés con cinco naos, una embarcación de remos, un navío chino y un gran número de barcas y otras embarcaciones, y por socorro otras cuatro naos. Había en la fortaleza española hasta 60 españoles y otros indios de armas de poco caudal. Por no tener gente que echarles a campaña les eché hasta 30 hombres, mezclados entre indios y españoles que saltaron en tierra al enemigo holandés, con muertes de algunos de los suyos. Después se situó en un monte por el que va siguiendo una fortaleza, que hice construir el año pasado, eminente a la fortaleza principal. Y desde ese sitio, y con la artillería que plantó en dicho monte, batió la fortaleza hasta derribarla y ganarla a fuerza de armas, con muerte de los nuestros, en la cual entraron enarbolando sus banderas. Y visto que el holandés nos tenía ya ganada la isla, envió un papel en lengua latina con un tambor y bandera blanca en que decíanos era superior por la eminencia y gente, que saliéramos de la fortaleza, pues la tenía ganada y no había defensas. Viéndonos rendidos se concedió con ello. Y al no tener resistencia ni otro remedio salió la poca gente que estaba en dicha fortaleza, con nuestra bandera, cajas de guerra y armas, según el estilo de guerra". Esta victoria holandesa tuvo lugar el 24 de agosto, bajo las órdenes del valón Enrique de Aruse.

La pérdida supuso un verdadero golpe moral para Filipinas y para la corona ya que tiene lugar en el momento en que el imperio español va a empezar hacer aguas por todas partes. El impacto fue tan grande en Filipinas que todos los testigos dejaron su relato, en los que -salvo algunas variantes- todos coinciden. Uno de ellos fue el del P. Dominico Teodoro de la Madre de Dios; otro -más extenso detallado y novelado- el del también dominico Juan de los Angeles, escrito en el reino amigo de Macasar, en el mes de marzo de 1643, cuando -tras el breve cautiverio en Batavia- pasó por allí camino de Manila. Ciertamente el suceso levantó una gran documentación, ya que cuando tuvo lugar el juicio de residencia a Corcuera Quicio que se hacía a todos los gobernadores salientes para ver cómo habían desempeñado sus funciones), se ventilaron muchas cosas; siendo un juicio muy ruidoso en el que el asunto de la pérdida de Isla Hermosa ocupó un papel destacado.

Entre la documentación también se encuentran varias cartas de Gonzalo Portillo al rey Felipe IV exonerándose de la responsabilidad por la pérdida de la fortaleza, señalando que no había recibido refuerzos de Manila. Igual conducta mostró Coyett, el gobernador de Fuerte Zeelandia, cuando, tras perder Taiwan a manos de Koxinga, escribió su famoso Verwaarloosde formosa, en 1675, para culpar a las autoridades de Batavia por haber descuidado la colonia. ■

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