05/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Entre las "deliciosas" calles de Taipei.

01/09/1986
Los vendedores ambulantes de comida son detalles regulares en cualquier día no lluvioso en Taipei. Las calles de Nueva York no serían las mismas sin los vendedores de rosquillas y hot dogs. Lo mismo sería París sin sus marrons, o bolsas de papel rellenas de castañas tostadas. Pero en Taipei, uno encuentra un delicioso smorgasbord desde el amanecer hasta la medianoche. En primer lugar, de camino al trabajo uno encuentra las carretillas vendiendo hojaldas fritas, panes hervidos y bollos de puerco que constituyen el típico desayuno chino. Y el touhua, una especie de sopa de soya sazonada con maníes y porotos dulces. ¿Tiene unos minutos extras en la parada de buses? Pues, sientese y tomese un plato. Las aceras de la ciudad están repletas de carretillas con virtualmente de todo, desde caramelos de arroz hasta leche de coco, cada uno con su propio sabor. Mi compañero de cuarto, por ejemplo, no puede pasar por un puesto de ventas de calamares secos sin comprar uno. Este marisco sabroso de color naranja se sazona y seca en forma aplastada, para luego ser colocados en perchas de tal forma que parecieran abanicos abstractos en el sol de la tarde. Ciertos vendedores trabajan todo el día, deambulando por las calles en búsqueda de clientes, mientras que otros llenen fijos sus tiempos y territorios. El Chou toufu, o queso de soya fermentado, puede ser encontrado de la mañana a la noche. Sin embargo, este es el vendedor que trato de evitar cuando me doy cuenta que está cerca por su penetrante olor. Los amantes del chou toufu lo considera como un epítome de las preparaciones chinas a base de soya, y que no huelen peor que el queso azul. Aun me tienen que convencer de esto. Yo amo los panes del norte de China. El hombre que los vende cerca de mi parada de buses en la esquina del estacionamiento de Tunhua y la Avenida Chunghsiao Este, se para junto a su carretilla con un delantal azul limpio todas las mañanas, ofreciendo un ganga de combinación: el pan recién horneado, una sonrisa que te alegrará todo el día y un fuerte acento errr pekinés que es muy bien recibido por algunos continentales que guardan mucha nostalgia. El posee un aire tan altivo, que se ha convertido para mí en un símbolo de "todo bien" para mis mañanas en Taipei. El día que no lo encuento allí, hace perder definitivamente mi ánimo de la mañana. Mai tiufu ah, grita el vendedor de toufu de cocina alrededor de las 9:30 a.m. Y su carretilla ofrece toufus de color naranja, rojo e inclusive de sabor almendra. Claro está, no puede faltar el ordinario toufu de sabor simple, posiblemente el mejor del mundo. Los vendedores de bocadillos en las calles llegan de nuevo a su climax al mediodía, cuando salen los estudiantes de clases. Para entonces, alrededor de toda la ciudad aparecen sonrientes señoras de mediana edad bajo árboles frondosos para ofrecer pequeños pasteles redondos rellenos de puré de porotos o con crema de natillas. Esas carretillas poseen parrillas especiales con pequeños moldes que ellas rellenan en forma muy diestra con batido y relleno. Ellas hacen pequeñas montañas de dichos pastelitos... para entonces esperar que un bus pare y descargue un pequeño enjambre de estudiante, para que desaparezca la montaña. Con rapidez y destreza, se rehace prontamente la montaña de pasteles, y sigue el proceso. A dos por NT$5 (aproximadamente 12 centavos de dólar), la mitad del precio de un cono de helado, esos dulces son un baratillo, aun para los niños. También muy popular después de clases, están los camotes o batatas dulces asadas, con la diferencia que son vendidos por hombres rudos que tienden a congregarse en las intersecciones de calles muy concurridas o callejones bulliciosos. El vendedor de batatas asadas anuncia su presencia con un zumbador metálico, a la vez que las batatas que cuelgan dentro de su carretilla emiten un irresistible olor mientras son asadas sobre brasas de carbón. Definitivamente, las batatas o camotes son un símbolo de Taiwán. No sólo crecen abundantemente aquí, sino que muchas veces tienen la forma de la isla. Una vez asadas, son una delicia para todas las edades. Los vendedores en la estación de ferrocarril en Taipei en la hora de cenar ofrecen variedades para chuparse los dedos, tortillas con cebollina, arrollados de primavera, y tamales. A mí me tomó cerca de un mes para probar uno de dichos platos, y qué deliciosos eran. Los tamales chinos o tsung tzu, se cocinan envueltos de hojas de bambú en grandes cacerolas de bambú. Eran originalmente una delicia especial durante el Festival de los botes de dragón, pero ahora se encuentran a cualquier época del año. Las sorpresas que uno encuentra dentro de las hojas son deliciosas, trozos de puercos, hongos y castañas entre otras. En las tardes, las carretillas que venden jugo fresco de caña de azúcar ayudan a combatir el caluroso verano de Taipei. Todo es mecanizado, la caña entra por un extremo y sale totalmente seca por el otro. Las carretillas que venden chorizos, son tal vez las más bulliciosas y atraen una multitud todas las noches. Las suculentas salchichas taiwanesas son una tentación difícil de resistir por el transeúnte. El vendedor de salchichas se atreve a apostar con uno a los dados, si Ud. gana, es suya una salchicha gratis. Si pierde, nada más paga por el precio de una salchicha. Los jóvenes tratan de impresionar a sus novias, tirando sus dados en un tazón de porcelana. Toda esta diversión y algarabía por sólo NT$5. Desde muy tarde en la noche hasta el amanecer, las dulces notas de una flauta de bambú se filtra en la oscuridad de los residentes en los departamentos de una casi durmiente ciudad. Por mucho tiempo, su propósito me tenía en­ vuelto en el misterio. En realidad, para mantener una permanente tradición de Taiwán, él es un ciego que anuncia sus servicios de masaje. Para aquellos que se han dejado tentar por los vendedores de comida todo el día y hayan hecho justicia a una cena china en la noche, él puede ser su salvador. □

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