28/04/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Recuerdos del estilo de vida de la familia Lin

01/05/1986
Por diferentes razones la novela "El sueño de la recámara roja" gusta a todos, aunque no podamos esperar en­ contrarnos en nuestra vida diaria, con los personajes de esta historia clásica del siglo XVII. En el libro, la abuela Chia (賈) presidía la casa como una amable matriarca. Lin Yueh-chiung (林月瓊), su "doble", vive en una de las variadas alas del patio residencial compartido por los miembros de su numerosa familia, "El sueño de la recámara roja" hecho realidad. Mucho se ha escrito acerca de la residencia de la familia Lin; situada en Wufeng, cerca de Taichung, es una de las pocas tradicionales mansiones familiares aún existentes en Taiwan. Con su arquitectura de hace más de 200 años, se caracteriza por las curvas tradicionales y bajas de los techos chinos y por las puertas y ventanas con sus exquisitas rejas. No existe allí ninguna pintura nueva, el visitante está sumergido en una serenidad de dos siglos. La abuela Lin vive rodeada de toda esta gran belleza estructural e histórica; tiene más de ochenta años y suele usar trajes de colores suaves, de fina tela. Suavidad y finura características de la verdadera belleza. Siendo la más joven de su familia, nació en Amoy, al otro lado del Estrecho, llegando a Taiwan cuando no tenía más que cuatro años. Las generaciones previas de la familia Lin ya hablan estado en Taiwan, estableciendo una historia de servicio oficial como magistrados de la dinastía Ching. Su abuelo murió en el campo de batalla peleando por el emperador. Su padre fue un intelectual y magistrado del condado y ella recuerda que aparte de sus obligaciones gubernamentales, solía pasar los días estudiando las Analectas de Confucio y escribiendo poesías. En 1895, al inicio de la ocupación japonesa la familia Lin, al igual que todos los demás oficiales Ching, se vieron obligados a abandonar Taiwan; sin embargo retornaron años más tarde, siendo respetados por los japoneses por haber sido una familia que se había establecido en Taiwan desde hacía mucho tiempo. En toda la familia Lin de finales del Siglo XIX, existían más de 100 Sirvientes. Su familia inmediata tennía doce: mayordomo, contador, dama de compaña, ayudante personal, chofer, jardinero, la­ vandera, encargada de la despensa, dos cocineros y dos pa sang (niñeras). Ella era la más joven, habiendo sido la decimoprimera hija de una gran familia y todos, tanto sus familiares como los sirvientes la llamaban "señorita Onceava". Las hijas mujeres pasaban los días jugando en el jardín y aprendiendo a bordar y a tocar instrumentos musicales. Lin Yueh-chiung confiesa que no tiene los pies pequeños (algo fuera de lo comun para una dama china de su edad y estrato social) "porque fui valiente y tuve agallas". En las noches, salían atarle los pies, pero al no poder soportar el dolor que ello le causaba, se los desató un año más tarde, siendo la única de todas las hermanas que no tuvo los pies pequeños y sus padres se lo consintieron, quizás por haber sido la menor... o tal vez por darse cuenta que los tiempos iban cambiando. Cuando tenía trece años, regresó a Amoy, en la provincia de Fukien, permaneciendo con un su primo, que era oficial y estudiando el idioma Manchú de la dinastía Ching, así como el abecedario inglés. Recibió su educación secundaria en Tamsui, Taiwan, en una escuela femenina de las hermanas católicas canadienses. En los años de su juventud en Wufeng, casi no se le permitía salir de los confines de la mansión y de los jardines de la familia Lin, a no ser que se tratase de una ocasión muy especial, la ceremonia de algún templo o para apreciar los desfiles del Festival de los Faroles. Para entonces era muy raro que una señorita de buena familia dejase verse en público. Naturalmente su matrimonio fue arreglado por medio de una casamentera. Ella y su esposo fueron presentados por fotografías y aunque estuvieron comprometidos durante cuatro años, solamente se vieron algunas veces antes de casarse. Toda la gente dice que fue la hija más sobresaliente de la familia Lin, su boda fue la más reluciente de todas. Se casó a los 24 años con Wu Ching-hui (吳景徽) en dos ceremonias; cada una en las respectivas casas de ambos cónyugues, adonde asistieron todos los principales oficiales y miembros de la aristocracia de Taiwan. El pastel de boda (estilo occidental) era tan alto que para poder cortarlo los sirvientes tuvieron que subirse a unas escaleras. Su vestido de boda fue confeccionado de seda rosada de Shanghai y aún conserva algunas piezas de ella. Fue un buen matrimonio puesto que su esposo procedía también de una antigua familia de funcionarios e intelectuales, además de ser bastante educado y bien parecido. "Lo único que puedo asegurar es que tuve mucha suerte", dice la abuela Lin. La joven pareja vivió diez años en Kyoto, Japón, en donde Wu estudió medicina. "Durante la Segunda Guerra Mundial, la vida en el Japón era muy difícil", recuerda la abuela Lin, que aprendió bastante bien el japonés. "Me sentí bastante orgullosa al regresar a Taiwan después de la guerra y encontrar la isla tan fértil y encantadora". "En ese entonces las mujeres chinas y japonesas tenían mucho en común -poseer carácter y maneras muy refinadas, puesto que fuimos educadas para vivir de acuerdo a las tradicionales 'Tres obediencias y cuatro virtudes' de las mujeres chinas: obedecer a los padres antes del matrimonio, al esposo en la vida matrimonial y a los hijos en la viudez, así como practicar la fidelidad y cultivar el encanto físico, la corrección en el habla y la eficiencia en el bordado. "Las mujeres de mis tiempos eran más sumisas, quizás fuera un poco tonto, pero era bueno... Actualmente las mujeres conocen más, pero también han perdido mucho... Ahora tienen más oportunidades, tanto buenas como malass... Pero han perdido el concepto del shanghsia (上下, respetar a las personas que se encuentran por encima de nosotros y guardar las distancias con respecto a las que están por debajo). "Ahora todo ha cambiado; he visto los cambios que se han producido en mi familia durante el transcurso de toda mi vida: mi destino. Han sido realmente tantos los cambios. Mis hijos tuvieron seis nodrizas. Yo misma soy un anacronismo; también comprendo eso. Todas mis penas y alegrías están fuera de lugar y de época; es por eso que conservo en mi corazón el pasado, debido a que los demás no podrían entender mis anhelos". Algunas veces sus viejos amigos y sirvientes llegan a visitarla. "Existe todavía mucho cariño entre nosotros; me llaman aún Señorita Onceava y hablamos acerca de cosas y tiempos pasados". Actualmente Lin Yueh-chiung es un personaje de las novelas antiguas, constituyendo en sí misma una elegante prueba del tipo de personas que la mayoría de nosotros, difícilmente creerían que pudo alguna vez haber existido. □

Popular

Más reciente