03/05/2024

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ATENDIENDO EL LLAMADO DE LOS ESPIRITUS – LA CHAMAN MAMAUWAN DE LOS PAIWAN

01/01/2015
Para ayudar a mantener viva la tradición de las chamanes de los paiwan, Mamauwan, hija de la jefa de la tribu, se capacita a fin de servir a su tribu como la buligau o chamán.

En 2014, la cantidad de pueblos aborígenes oficialmente reconocidos en Taiwan creció de 14 a 16. No obstante, a pesar de este incremento, las villas aborígenes que preservan las costumbres antiguas siguen siendo una rareza.

Sin embargo, en el poblado de Daren, en Taitung, una villa mantiene la fe y las antiguas estructuras sociales vivas. Es la tribu paiwan de Tjuabal. Mientras que el resto de Taiwan celebraba el Festival de Medio Otoño; en Tjuabal, una mujer, la chamán de la villa, dirigió a sus seguidores en una solemne ceremonia.

En el centro de la ceremonia se encontraban tres mujeres paiwan.

Damas al frente

La primera de las tres es Galaikai (su nombre chino es Bao Xiumei), la jefa de la familia líder de Tjuabal, el clan Patjaljinuk. Dado que la sociedad paiwan es una aristocracia, la posición de Galaikai también la hace anfitriona de la ceremonia.

La segunda mujer es la chamán de 81 años de edad, Rhemerheman (Zhu Lianjin), la chamán principal de la familia y reconocida como la chamán más espiritualmente dotada en Tjuabal. Por su posición, debe dirigir los ritos tradicionales, ayudar a los pobladores a organizar bodas y funerales, proporcionar atención médica tradicional, y convocar la adivinación, todo hecho con su equipo de chamanes a través de la comunicación con los espíritus.

Por último, en el papel principal, se encuentra la aprendiz de Rhemerheman, Mamauwan (Bao Huiling), de 42 años de edad, que administra una guardería infantil en la ciudad de Taitung, y es una estudiante de posgrado en Estudios Austronesios en la Universidad Nacional de Taitung.

Genéticamente, Mamauwan es la hija de Galaikai; sin embargo, por la tradición paiwan, ella es la chamán del jefe y también su madre.

Este día es la “graduación” de Mamauwan cuando ella es “separada” de su maestra. Después de que Rhemerheman ha pedido la orientación del dios de los chamanes, comienza la verdadera ceremonia. Durante la misma, un zaqu, o “grano sagrado” (en realidad una semilla de nuez de jabón) se deja caer desde arriba sobre un paño blanco que sostienen las chamanes potenciales. En este caso, Mamauwan es la afortunada.

Este es el segundo zaqu que ha recibido Mamauwan y es para su uso en la adivinación. Significa que el dios chamán ha dado su consentimiento para que Mamauwan realice sus propios ritos en el futuro.

 

La basalatjan de Tjuabal o “primera chamán” Rhemerheman (segunda a la derecha) dirige a un grupo de buligaus en su comunicación con el dios de las chamanes, quien entonces da permiso a Mamauwan (izquierda) a llevar a cabo rituales para la villa por sí misma en el futuro.

Manteniendo viva la tradición

El clan Patjaljinuk de Tjuabal es una familia noble muy respetada, y por ello la ceremonia más importante en el calendario paiwan, la quinquenal Maleveq, es dirigida por ellos, como lo ha sido durante más de un siglo.

Dauwan (Bao Chunqin), madre de la actual jefa Galaikai, fue nombrada jefa a los 14 años y rápidamente se convirtió en una figura casi legendaria en la tradición local. Antes de su fallecimiento en 2001, había dirigido unas 12 ceremonias Maleveq a lo largo de seis décadas, y la preservación de las danzas tradicionales asociadas a la ceremonia se debe en gran parte gracias a ella.

Para preservar las ceremonias y ritos, resulta crucial el sistema por el cual los miembros de la familia de las jefas han asignado las diversas funciones: primera chamán (basalatjan), chamán (buligau), secretaria (geziben gezi), sumo sacerdote (balagalai), maga (balisilisi), oficiante de los sacrificios (mulusu), y mensajera (laisan).

Dentro de este sistema, la carga de trabajo más pesada recae sobre los hombros de la basalatjan y el grupo de buligaus que ella dirige. Siendo ellas las únicas capaces de canalizar los espíritus, virtualmente cada rito y ceremonia necesita de su liderazgo. Sin embargo, la basalatjan actual, Rhemerheman, está pronta a retirarse y necesita urgentemente una sucesora.

Por ello, cuando la Oficina del Poblado de Daren anunció un curso de formación de buligaus en 2007, Galaikai decidió inscribir a su hija más joven, Mamauwan, y a su sobrina, Tjuku (Lü Meihui), a pesar de que el curso es una desviación del aprendizaje tradicional.

Después de que el cristianismo fue introducido a la comunidad aborigen, las creencias tradicionales decayeron rápidamente. No obstante, el clan Patjaljinuk se mantuvo firme, por temor a perder los lazos de la tribu con sus ancestros y los espíritus si no hubiera una buligau dirigiendo los ritos tradicionales.

Cuando su madre le dijo que la había inscrito en el curso de formación, recuerda Mamauwan, ella se conmovió profundamente, ya que tanto su abuela como su tía abuela habían sido buligaus. De hecho, su tía abuela fue incluso basalatjan de su abuela materna, Dauwan. “¡Desde que era una niña sigo a la buligau por todas partes!”, afirma.

Ese linaje, sin embargo, no significaba que era una de las favoritas. Sólo las elegidas por los espíritus pueden convertirse en buligau, y el primer paso para abrir las líneas de comunicación al otro lado fue el aprendizaje de las escrituras.

Designación de una sucesora

Rhemerheman fue contratada para enseñar las nueve escrituras básicas, línea por línea, a las 20 y tantas estudiantes.

Esto se complica porque los pueblos aborígenes de Taiwan, incluyendo los paiwan, poseen tradiciones orales. Mamauwan señala que las escrituras se encuentran en una forma más antigua de paiwan, prácticamente otro idioma, y le tomó sus buenos seis meses memorizarlas. Gran parte del tiempo, tuvo que apoyarse en la intuición de su “sexto sentido” para entender lo que las palabras significaban en realidad.

De las dos docenas de estudiantes que se inscribieron en el curso de formación de buligau, sólo siete se graduaron con éxito. Fue gracias a su excelente desempeño que Mamauwan y su prima fueron designadas buligaus en agosto de 2008.

Convertirse en una buligau es un asunto importante en la tradición paiwan. En el día de su “promoción”, la jefa anunció el evento a los antepasados y la mulusu llevó a cabo una ceremonia para sacrificar un cerdo. Una vez que la basalatjan recitó las escrituras, los dioses tuvieron a bien conceder a Mamauwan el zaqu, lo que significa que había sido elegida y aceptada por el dios de las chamanes, y se le permitió tener su propia “caja de chamán” o kaniputj.

 

En la tradición paiwan, una buligau y su aprendiz intercambian kaniputj, o cajas de chamán que contienen las herramientas de su oficio, como huesos de cerdo, una daga ceremonial y una “cuenta bendita” llamada zaqu.

Estos kaniputj contienen todas las herramientas especiales de su oficio, incluyendo una daga ceremonial, huesos de cerdo y un zaqu. Tras el ascenso de Mamauwan, Rhemerheman tomó su kaniputj y se lo entregó a Mamauwan, quien a su vez presentó a Rhemerheman con uno recién hecho, completando la ceremonia.

No obstante, ésto es tan sólo el comienzo de la vuelta al sistema de aprendizaje. Rhemerheman ha seguido celebrando ceremonias en el pueblo y ayudando a la gente del lugar, mientras que Mamauwan la acompaña, aprendiendo más y perfeccionando sus habilidades espirituales.

“Como buligau, una hija de la familia de los jefes sin duda tendrá una ventaja en cuanto a sus capacidades espirituales, pero también tendrá más funciones para llevar a cabo”, explica Rhemerheman. Como una intermediaria que ayuda a su pueblo a comunicarse con los espíritus, Mamauwan tiene bastantes responsabilidades sobre sus hombros.

Independientes, pero complementarios

Según la tradición de los paiwan, las mujeres pueden ser buligau, mientras que los hombres pueden ser balisilisi. Sólo la buligau puede comunicarse con los espíritus, y sus habilidades espirituales superan con creces las de sus homólogos masculinos. Sin embargo, ninguno de los géneros es visto como “mejor” o “peor”, sino simplemente diferentes y complementarios, cada uno con su propio papel que desempeñar.

En broma, Mamauwan comenta que los balisilisi lo tienen fácil, ya que sólo tienen que recordar algunas sencillas escrituras de una o dos líneas y que únicamente se requieren para una parte del Maleveq. En cualquier caso, “las buligaus no les dan órdenes ni actúan superiores ante ellos. Sólo hay una persona que es superior, y ese es el jefe. El resto de los ‘funcionarios’ somos iguales”, afirma Mamauwan.

Las creencias tradicionales paiwan sostienen que los que mueren en accidentes se convertirán en malos espíritus y se aparecen en el lugar del accidente. Cuando se trata de llamar a estos espíritus, la buligau requiere especialmente de la ayuda de los hombres de la aldea.

En el lugar donde se realiza un ritual, explica Mamauwan, puede haber docenas de espíritus buenos y malos, y si una buligau es poseída por un espíritu maligno, las consecuencias podrían ser nefastas. Por eso, cuando se “recogen” los espíritus, el balagalai, que es hombre, es el que debe hacerlo.

“Los hombres son más fuertes; que pueden contener a los espíritus durante los ritos y proteger a la buligau”, afirma Mamauwan, explicando que si bien hay un sentido de los dos “lados” colaborando juntos en la tradición paiwan, es básicamente basado en las diferencias entre los géneros, y no por algún sentido de los derechos de los hombres o de las mujeres.

Por ejemplo, durante el Maleveq, que es una celebración de los vínculos entre los reinos mortal y espiritual, la división entre los géneros es clara a la vista, con el importante ritual Djemuljat llevado a cabo sólo por el balagalai, debido a su conexión histórica con la caza de cabezas.

Los espíritus nos están observando

Dicho esto, señala Mamauwan, hay un cierto grado de igualdad de género en la cultura tradicional paiwan. Por ejemplo, el cacicazgo es hereditario, pero “el primer niño que ve el sol será el jefe en el futuro”, independientemente de su género.

A pesar de ser elogiada con frecuencia por ser tan capaz como su hermano mayor, Mamauwan no será la próxima jefa, y no tiene quejas, ya que tal es “la voluntad de los dioses”.

“No tenemos el derecho a preguntar ‘¿por qué no me lo das a mí?’ Ni siquiera se nos ocurriría. Lo único que me preocupa es hacer mi trabajo, hacerlo bien, y apoyar a mi hermano”, afirma.

“Y si alguna vez tuviera codicia de su posición, estoy segura de que los espíritus no estarían contentos”, declara Mamauwan.

Pero ¿le preocupa la desigualdad en la división del trabajo por género? En respuesta, la buligau de más alto nivel de educación de Tjuabal niega con la cabeza y se ríe. “Está bien. Nadie se atreve a holgazanear; de todos modos, ellos saben que los espíritus están observando”, comenta riendo.

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