05/05/2024

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Así nos ven: El dragón despierta: lo que dejó la visita de Reagan a China Popular - Por Augusto Chévez Costa

16/06/1984
Cuando somos chicos casi todos somos modestos y humildes. Se requiere tener, en cambio, una excepcional grandeza de alma para lucir esas virtudes en cuanto somos dueños del poder, la fuerza y la riqueza. La visita del señor Ronald Reagan a China Continental o comunista ha servido para descubrir los primeros alardes de una potencia que se prepara para hacer sentir en el mundo su poder, en el caso que lo haga efectivo y lo consiga. Hasta antes de la visita del señor Reagan a Pekín, el gobierno comunista chino observaba prudencial reserva en cuestiones de política internacional que se presentaran en otros escenarios que no fueran Asia. Ahora el gobierno de Pekín empieza a opinar sobre temas que aparentemente y hasta hoy no le incumbían.

Efectivamente, el tema de América Central, de las luchas que se libran en Nicaragua y los otros países de esa sensible región; el asunto de la OLP y de su líder señor Yasser Arafat y del Oriente Medio, que interesaban escasamente a la dirigencia china de Pekín empiezan ahora a irritarlos. Es por eso que ellos, durante las conversaciones habidas con el primer mandatario de USA, aunque tímidamente, las han puesto sobre el tapete para tratar de influir, de alguna manera, en la marcha de los acontecimientos y hacer sentir desde ahora su presencia. China Popular, pues, siente que ya puede comenzar a opinar e intervenir, e inicia así su ofensiva.

En el caso de América Central y las luchas que se libran en Nicaragua y otros países de la región, lo más acertado y prudente es que China se mantenga al margen. Una mano más, en ese entrevero, lo único que produciría es más confusión, más duelo y más muertes. El asunto de Nicargaua es complejo y la lucha en El Salvador se prolonga, porque intereses extraños, mercenarios armados extranjeros, han escogido ambos territorios para dirimir en ellos su rivalidad. La suerte de los pueblos que soportan estoicamente ser conejos de indias para un esayo sangriento, tiene sin cuidado a los líderes del gobierno de esos países y a los hombres que dirigen las potencias que alientan esas guerras.

Lo mismo ocurre en el Oriente Medio. Si las superpotencias dejaran a los pueblos que resolvieran sus problemas por sí mismos, los conflictos que se prolongan tanto durarían mucho menos. Y naturalmente menos sangre sería derramada. La OLP y el señor Yasser Afafat, por ejemplo, no tendrían opción para propagar el terrorismo, porque no tendrían territorio alguno dónde medrar, ni escenarios para montar sus escuelas para enseñar y diseminar por el mundo y la muerte y la destrucción. Esa es la opción. Por eso es alarmante que China Popular, potencia en ciernes, comience a mostrar interés por los problemas que surgen en otras regiones.

Es que las superpotencias deben aceptar en la práctica y no sólo en la teoría, los principios de la autodeterminación de los pueblos. Los gobernantes de Pekín alegan que los pueblos de China Continental prefieren el gobierno que les imponen. Pues bien, el mismo criterio tienen las gentes de Taiwan. Ellas quieren que el gobierno nacionalista del Kuomintang dirija sus destinos, por lo que no entendemos por qué el gobierno de Pekín insiste en hegemonzar ese sector del Asia. Ni entendemos por qué, si ellos mismos aceptan dar una organización capitalista al sector de Shezhen, deban levantar una muralla electrificada para impedir a otros chinos de su mismo credo observar el ensayo.

LA TERCERA Lima, Perú, 2 de moyo de 1984

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