19/05/2024

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En Centroamérica: ¿Qué papel juega China Comunista?

06/05/1982
El derrotero seguido en los últimos años por la política exterior de China comunista y la interpretación casi siempre benévola y propensa al optimismo con que el mismo ha sido generalmente comentado por los medios de comunicación occidentales, ha dado lugar a equívocos espejismos en la opinión pública del hemisferio. Recientes episodios obligan a una atenta reconsideración de la verdadera gravitación que ostenta el comunismo pekinés en el panorama político mundial y, con mayor proximidad, en el del propio continente americano. Asumidos por el pueblo chino continental los efectos de la drástica "revolución cultural" maoísta, el régimen de Pekín adoptó, al menos en su política exterior, un rostro mas pragmático. A Mao sucedió Chou En-lai y éste, junto con Deng, han sido los impulsores, a través de los últimos años, de un plan de modernización de China Popular que, en apariencia, al menos, dejaba a un lado viejas preocupaciones de pureza ideológica. Cabe recordar que estas nuevas disposiciones de la diplomacia china se hicieron manifiestas tan sólo con posterioridad a la retirada de los Estados Unidos de Vietnam, y cuando este país y las regiones adyacentes no podían ya ser víctimas de otra forma de conflicto que no fuese el proveniente de la disputa entre comunismos de variado matiz. Aquella nueva actitud pragmática de los chinos encontró feliz asidero en la atmósfera de la "détente" que caracterizó los años de la Administración Nixon. A los viajes efectuados a Pekín por el entonces Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, se siguió la visita del propio Presidente de los Estados Unidos. China Popular estableció primero vínculos consulares con el Gobierno norteamericano y a partir de diciembre de 1978 se intercambiaron respectivamente embajadores. Aparte de cuantiosos beneficios económicos y técnicos que derivaron para China comunista de su exitosa aproximación a los norteamericanos, logró con todo ello un estrepitoso triunfo diplomático, fundamental para sus intereses, cual fue el de reemplazar al régimen de China nacionalista como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los viejos aliados de Taiwán, sin duda de los más próximos a los principios vigentes en Occidente entre los pueblos de raza amarilla y quizás los más resistentes a la poderosa presión comunista del entorno, debieron arriar la bandera de su Embajada en Washington y, como secuela de esta nueva valoración de los hechos, tuvieron que repetir igual actitud en muchas otras capitales de Europa occidental y de Latinoamérica, incluida la nuestra. Los nuevos aires dominantes en la política internacional imponían que en adelante sería el régimen revolucionario de China comunista el que representaría al milenario y genuino pueblo chino entre las naciones occidentales. ¿Qué ha habido de sustancial, mientras tanto, en los cambios vividos por la nueva China Popular ,de fisonomía pragmática? ¿Hasta qué punto condicen con la liberalidad mostrada por Occidente casi unánimemente? Por de pronto, noticias de hace apenas algunas semanas nos dan un claro índice de lo que se vive al interior de China continental. Un "decálogo moral" publicado por las autoridades chinas para regir la enseñanza de los 200 millones de escolares en edades comprendidas entre los 6 y los 17 años y destinado, según dichos dirigentes, a "formar una generación más sana que la actual", señala como mandamiento primero para estos niños: "Amar a la patria, al pueblo y al Partido Comunista de China". Asimismo, en el ámbito de lo religioso, donde tienen cabida los sentimientos más íntimos y más obligatoriamente respetables del alma humana, nada parece haber cambiado en China, rigiendo siempre los clásicos métodos totalitarios del comunismo con las religiones. Baste recordar en este sentido la carta que con fecha 6 de enero pasado el Papa Juan Pablo II enviara a todos los obispos católicos del mundo y en la cual compara la existencia actual de los dos y medio millones de católicos chinos a la de los cristianos de los primeros tiempos en las catacumbas. En la esfera de las relaciones entre países, se ha podido observar, es cierto, al menos en la superficie de los hechos, una moratoria de algunos años en cuanto al apoyo prestado por el comunismo pekinés a los diversos movimientos extremistas ya sea de Europa o de América Latina. Por la incuria quizá con que acostumbran las poblaciones de nuestro tiempo a mirar las catástrofes políticas que acontecen a buena distancia geográfica -no viendo casi nunca en ellas un posible anuncio de lo que más tarde puede venir a suceder en el propio territorio-, muy poco se ha reparado, eso sí, en la acción desplegada todos estos últimos años por China Popular en Africa. Comenzando por las ex colonias portuguesas y alcanzando hasta la convulsionada Etiopía, no ha habido lugar donde se haya trabado una lucha de interés para la causa marxista y en la cual los milicianos de China Popular no se hayan hecho presentes. Noticias de los días recién pasados parecen indicar que entretanto la moratoria del comunismo pekinés con relación a nuestro continente toca a su fin. En el gravísimo conflicto centroamericano, cargado de ingredientes ideológicos y donde se concentran serias tensiones internacionales, han hecho su aparición los chinos de Pekín. A la injerencia de la URSS, Cuba y de los gobiernos europeos vinculados a la Internacional Socialista en apoyo del gobierno marxista de Nicaragua y de la guerrilla de El Salvador, se añade ahora la actitud del régimen de China Popular. A través de un órgano oficial ha dejado en claro que está al lado de las fuerzas guerrilleras de la región, puntualizando que "los movimientos de liberación nacional de El Salvador y otros países latinoamericanos deben ser apoyados". El alcance del hecho no puede dejar de poner en alerta a cualquiera de los gobiernos del continente. (Adaptación de El Mercurio de Santiago, Chile)

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