29/04/2024

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El Hogarde los Niños Refugiados del Tibet

16/07/1981
En una cierta calle de Taipei, si se es conducido por un miembro de la Asociación de Socorro de la China Libre, se puede abrir una puerta e introducirse en un mundo diferente. Este es el Hogar de los Niños Tibetanos. Al entrar, se aprecia una gran pintura de un palacio tibetano, mientras fénices y dragones, magnificamente tallados, decoran el techo. El suelo está cubierto con una alfombra roja y una fotografía del Dalai Lama cuelga de una pared. Un trozo de paño blanco envuelve esta fotografía simbolizando la exaltación y la buena fortuna. En la habitación contigua hay diecinueve Budas, grandes y pequeños, algunos de los cuales tienen más de mil años de antigüedad. Estas figuras fueron llevadas del Tibet a la India, y finalmente a Taiwan. Hay también otros artículos religiosos y culturales que dan a la habitación el aire de un templo budista. ¿Cómo surgió el Hogar de los Niños Tibetanos? En 1959, cuando los comunistas chinos ocuparon el Tibet, muchos tibetanos se vieron forzados a huir a la India y al Nepal. La Asociación de Socorro de la China Libre, cuya principal misión consiste en ayudar a los refugiados chinos, sintió también una responsabilidad hacia esos refugiados. Poco a poco, los tibetanos empezaron a aparecer en Taiwan y noticias sobre la buena vida de Taiwan comenzaron a filtrarse en las comunidades tibetanas de la India y el Nepal. Los tibetanos allí establecidos, temerosos del futuro de sus hijos, rogaron a la Asociación que los admitiera en Taiwan. Una vez que un estudiante es aceptado, todos sus gastos, incluyendo el costo del billete de avión, las cuotas de enseñanza desde la escuela primaria a la universidad, los gastos de mantenimiento, así como los billetes de ida y vuelta para regresar a casa cada cuatro años están garantizados. Alrededor de unos 100 tibetanos se hallan actualmente en Taiwan. Los mayores viven independientemente, mientras que los jóvenes disfrutan de la vida y la educación que el Hogar les proporciona. Un día normal en el Hogar de los Niños Tibetanos comienza a las 6 a.m., cuando los niños, cuatro en una habitación, se levantan y asean. A continuación, se realizan servicos religiosos budistas, siguiendo así la tradición tibetana. Después de desayunar se dirigen a la escuela. Tras la cena, pueden ver la televisión, pero más tarde deben regresar al templo y terminar el trabajo escolar todavía no concluido. Generalmente están dormidos a las 9 de la noche. Los padres del Hogar que cuidan y guían a estos niños son también tibetanos. Insisten en que todos los niños escriban una carta y envíen fotografías a sus familias una vez por mes. Algunos niños no saben escribir tibetano y sus padres no saben leer chino, por ello los padres del Hogar escriben las cartas cuando les dicen lo que quieren comunicar a sus familias. Estos padres sienten que tienen la misión sagrada de preservar la cultura tibetana entre sus pupilos. En los días festivos se ponen trajes tradicionales tibetanos. Los niños aprenden danzas folclóricas y el padre del Hogar les narra historias sobre cómo los comunistas llegaron al Tibet e intentaron destruir la vida y tradiciones tibetanas; también les explica que es su deber mantener viva su cultura hasta que un día el Tibet pueda, una vez más, seguir sus costumbres. Un día, confían los padres del Hogar, estos niños estarán en la vanguardia de una cultura tibetana resucitada. Los niños del Hogar tienen de seis a catorce años. Ts'ai Jen Tuo Jie, de doce años de edad, quien se encuentra en el Hogar junto con su hermano mayor, comentó: "Nuestros padres nos enviaron aquí, porque la educación en el Nepal es muy cara, y mis padres tienen que luchar mucho para poder vivir. Cuando estaba en el Nepal, ayudaba a preparar la comida y a limpiar el suelo. Utilizábamos gas de hulla para cocinar y nuestro suelo era de piedra. Por las mañanas iba a comprar leche calzando tan sólo unas sandalias. A veces hacía mucho frío. Todos teníamos que guardar fila, pero mucha gente se introducía a la fuerza. Echo mucho de menos a mis padres, pero me gusta mucho más la vida de aquí, al igual que a mi hermano. El no podía hablar chino al principio, pero ya está poniéndose al día." Muchos de los compañeros de juegos de Ts'ai Jen Tuo Jie han venido también al Hogar, por ello dice que pocas veces se siente solo. Sin embargo, comentó que "todavía hay mucha gente que no puede salir. Para conseguir el permiso de salida del Nepal y obtener un pasaporte, se precisa mucho dinero. Incluso el conseguir un pasaporte cuesta 200 dólares americanos. Mi padre pidió dinero prestado para ayudarnos, pero algunas personas ni si quiera pueden hacer eso." Se realizan todo tipo de esfuerzos para que los niños tibetanos tengan una vida feliz. Los domingos, a veces, van al Parque Infantil de Taipei, donde sus risas y excitación capta de inmediato la atención de la gente, al igual que lo hace su extraño acento chino. El día que fuimos allí, 19 alegres y juguetones jóvenes, con el pelo muy cortado, esperaban en fila subir al carrusel de los aviones. Una niña, cuyos ojos brillaban de alegría, nos dijo: "Llegué aquí el pasado otoño, pero ya puedo hablar chino. Me gusta subir a estos aviones." Otro niño de nueve años comentó: "Me gusta también ir al zoológico y ver los elefantes." Cuando hace buen tiempo, el director del Hogar, Lo Sang-chia, y su mujer, Ts'ai-cha, llevan a los niños a otros lugares, como el Jardín Botánico Jung Hsing o el Zoo de Taipei. Dondequiera que vayan, estos alegres niños nunca cesan de atraer la atención de los demás. Expuestos a un nuevo mundo, rico en variedad y con múltiples cosas para hacer y ver, los pequeños corazones de estos niños están repletos de un maravilloso entusiasmo, pero cuando piensan en sus lejanas familias sus corazones se vuelven tristes. "A veces cuando añoramos nuestras casas, nos abrazamos y lloramos," dijo un pequeño niño. "Pero, después de un poco uno se acostumbra." ¿Vale la pena este esfuerzo de la Asociación de Socorro de la China Libre por educar a los niños y mantener el Hogar? Mientras haya esperanza en el corazón humano, vale la pena tratar de proteger una cultura en peligro y mantener la esperanza de que un día los tibetanos estarán en sus hogares disfrutanda de sus tradiciones propias. (Adaptación de Sinorama)

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