07/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

El encuentro de las mentes

01/07/1998

En febrero de este año, el mundo científico centró repentinamente su atención en los descubrimientos de un par de investigadores chinos, uno de ellos procedente de China continental y el otro domiciliado en Taiwan. Su anuncio del descubrimiento, en la Provincia de Guizhou, China sudoriental, del animal fosilizado más antiguo conocido, atrasaba unos quince millones de años la fecha del paso de los animales a la superficie terrestre. Dos de las revistas científicas más autorizadas del mundo, Science y Nature, publicaron artículos sobre este notable éxito de investigación conjunta, y por un breve momento Taiwan y China continental estuvieron unidas ante la admiración de la comunidad intelectual.

De hecho, esta cooperación de alto nivel es sólo una de las muchas relaciones académicas que han florecido a través del Estrecho desde que el gobierno de la República de China suavizó las reglas y comenzó a promover tales intercambios hace diez años. Sin embargo, dado el actual estado general de enfriamiento en las relaciones a través del Estrecho, sería comprensible que el resto del mundo no estuviera al tanto de ello. Según el Consejo para los Asuntos de China Continental (MAC, siglas en inglés), hubo aproximadamente 18.000 visitas de académicos de China continental a Taiwan entre 1987 y 1997, 4.400 de las cuales tuvieron lugar el año pasado, un incremento del 7% con respecto a 1996.

Por su parte, los viajes académicos desde Taiwan a China continental han sido muchos más, ya que pueden hacerse en calidad de turistas, una opción no disponible para los investigadores continentales, que deben obtener visado «profesional». Por ello, es difícil calcular exactamente cuántos son los intelectuales taiwaneses que han participado en investigaciones u otras actividades académicas en China continental.

«De todos los intercambios entre ambos lados del Estrecho, las interacciones académicas y educativas deberían tener prioridad, ya que son las que menor carga política conllevan», defiende Chao Chieh-fu, director del Departamento de Asuntos Culturales y Educativos del MAC, quien mantiene que este tipo de intercambios son especialmente útiles en el fomento de la confianza y el entendimiento mutuos, requisitos fundamentales a la hora de reducir la hostilidad entre ambas partes. «Con los intercambios académicos esperamos crear relaciones de amistad con personalidades importantes de China continental para evitar que los futuros líderes lleguen a conclusiones erróneas sobre Taiwan. Es mucho más efectivo que gastar una fortuna en armamento, si de verdad queremos garantizar un futuro en paz».

El Fondo de Desarrollo Chino del MAC viene facilitando los intercambios académicos desde 1994 con un activo disponible de casi NT$400 millones (US$12,5 millones), fondos que pueden usarse como incentivo para que investigadores y estudiantes de posgrado de ambos lados del Estrecho enseñen e investiguen en la esfera opuesta. Andy W. Chang, director del Instituto Sinológico de la Universidad Tamkang, aprueba con entusiasmo esta iniciativa respaldada por el Gobierno. «El fomento de los intercambios académicos no reporta beneficios económicos, no es como los contactos comerciales», señala Chang; «si realmente queremos construir una red permanente de relaciones académicas a través del Estrecho, el Gobierno tiene que apoyar el esfuerzo».

 

Para Taiwan, la necesidad de reforzar tales relaciones se pone cada vez más de manifiesto ante la creciente agresividad de la realpolitik de China continental. Desde principios de los años 80, cuando Deng Xiaoping propició significativas reformas económicas, sociales y políticas, China ha empezado a semejar un inmenso imán que atrae la atención mundial y las inversiones de aquellos que no quieren perderse los beneficios de esa transformación. Con el acceso del «zar económico», Zhu Rongji, al puesto de Primer Ministro en marzo pasado, muchos observadores hablan ya de China como la nueva superpotencia del mundo. Hay, por consiguiente, razones suficientes para que Taiwan haga lo posible para conocer mejor a su vecino mediante contactos de varios tipos, entre los que el intercambio de opiniones entre intelectuales será posiblemente uno de los más influyentes.

Además de la buena voluntad que tales contactos generan, en el ámbito técnico también hay que contar con enormes ventajas mutuas. Taiwan está más especializada en ciencias naturales aplicadas y en gestión empresarial, mientras que China continental es el centro por excelencia de las disciplinas tradicionales chinas como arqueología, medicina herbolaria, literatura e historia antigua de China. «Taiwan tiene la ventaja de poder diseminar la información de forma mucho más rápida, y sus estudiantes suelen estudiar en el extranjero desde más jóvenes que los chinos continentales, lo que pone a Taiwan a la vanguardia en cuanto a conocimientos adquiridos», comenta Liu Jian-feng, subdirector de la Oficina para los Asuntos de Hong Kong, Macao y Taiwan del Ministerio de Educación de China continental; «aquí, por otro lado, nos preocupa más la especialización y tenemos muchos centros de primera categoría. Por ejemplo, en Taiwan sólo se encuentran departamentos de cinematografía en las universidades, mientras que aquí tenemos la Academia Cinematográfica de Pekín».

En otras palabras, en términos académicos Taiwan y China continental se complementan. Para la parte continental, las ventajas son obvias. Fang Ming-lun, vicerrector de la Universidad de Shanghai, viajó a Taiwan en 1995 y como resultado directo de su visita pudo elaborar propuestas para reformar la administración de la universidad. «Me quedé realmente impresionado por el equipamiento y la amplitud de las operaciones que se llevan a cabo en el Parque Científico Industrial de Hsinchu», dice Fang; «la pequeña y mediana empresa de Taiwan es extremadamente eficiente: hacen negocios con el mundo entero usando un mínimo de recursos humanos y de equipo».

Pero Taiwan también se beneficia de estos intercambios. Chen Yu-chun, director del Instituto de Estudios Americanos de la Universidad de la Cultura China, es desde agosto del año pasado profesor invitado de la Universidad de Pekín y de la Universidad Popular de China. Los ingresos que recibe de ambas instituciones sobrepasan ampliamente lo que un veterano profesor local podría aspirar a ganar, y sin embargo es mucho menos de lo que ganaría en Taiwan. «Pero desde que llegué he visto muchas cosas, he conocido a mucha gente, y he llegado a entender más sobre China continental, de forma que en realidad he ganado muchas cosas que no se pagan con dinero», afirma Chen, y añade que sus alumnos continentales también se benefician de la perspectiva taiwanesa que les aporta su nuevo profesor.

La experiencia práctica vale mucho más que la propaganda política, y juzgar las cosas desde la distancia puede ser peligroso. «Tras mi primera visita a Taiwan, la isla ya nunca fue para mí un lugar imaginario, y esto es muy importante», señala Shi Jing-huan, profesora del Departamento de Educación de la Universidad Normal de Pekín. Shi ha visitado Taiwan dos veces para asistir a seminarios, y con ello ha aprendido mucho sobre su sociedad. Por ejemplo, en uno de los seminarios se sorprendió por el énfasis que daban los académicos taiwaneses a la educación lúdica, mientras los participantes continentales se centraban en la falta de escolaridad básica en algunas de las regiones más pobres de China.

 

A veces, claro está, el debate se torna discusión. Wang Ru-feng, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Popular de China, piensa que la investigación académica necesita del intercambio de opiniones entre los investigadores. «El desacuerdo es algo normal, y precisamente por esa razón son tan necesarios los intercambios», comenta, señalando que la contribución de criterios diferentes generalmente beneficia al empeño investigador.

La opinión de Wang es compartida por docenas de centros de enseñanza taiwaneses que han establecido relaciones de cooperación con centros continentales. Un ejemplo de ellos es la Universidad Nacional de Taiwan (NTU, siglas en inglés), equiparable a la Universidad de Pekín y a la de Nankín en excelencia académica. La NTU firmó documentos de mutuo entendimiento con ambas instituciones en 1995 y 1998 respectivamente. El espectro de la cooperación abarca el intercambio de información y publicaciones, visitas cortas mutuas por parte de sus profesores, e investigación conjunta en asuntos de interés para ambas partes. Actualmente, sin embargo, la relación más sólida es la existente entre la NTU y la Escuela Guanghua de Gestión Empresarial, de la Universidad de Pekín, fundada por Samuel Yin, dueño y presidente del Grupo Ruentex, gigante taiwanés de la construcción. Hasta la fecha, los profesores de la NTU sólo han dictado clase y han tenido contacto directo con alumnos de China continental en las aulas de Guanghua.

A pesar de este avance, Lee Si-chen, vicerrector de Asuntos Académicos de la NTU, se queja de la situación actual, ya que los profesores de la NTU están obligados a enseñar por turnos durante los cursos semestrales en Guanghua. «La NTU ha firmado acuerdos de intercambio con muchos centros de todo el mundo, pero debido a la política de ‘carril lento’ del Gobierno respecto a las relaciones con el otro lado del Estrecho, con las instituciones continentales sólo se nos permite firmar documentos de mutuo entendimiento», explica Lee. Los profesores de la NTU no gozan de la libertad de Chen Yu-chun, quien trabaja para una universidad privada y puede quedarse en China continental durante todo el semestre o incluso el año entero.

Lo que saca a relucir la enojosa cuestión política y su papel en el mundo académico. El gobierno de la República de China ha decidido tomar un paso lento y cauto en el camino hacia la comunicación con China continental, y la fragilidad de los pocos vínculos existentes queda expuesta a veces debido a la fatalidad. Por ejemplo, en abril de 1994, el MAC decidió suspender todos los intercambios culturales y educativos hasta que la República Popular de China respondiera satisfactoriamente por la tragedia sucedida en el Lago Qiandao, cerca de Hangchou, donde 24 turistas taiwaneses murieron abrasados después de haber sido robados. Otra pésima experiencia ocurrió en marzo de 1996, cuando China continental se embarcó en una serie de maniobras militares aparentemente destinadas a sabotear las elecciones presidenciales en Taiwan.

Incluso en períodos relativamente tranquilos, las visitas académicas también pueden fracasar. A principios de 1998, Huang Tsung-han, vicepresidente de la Asociación para el Intercambio Cultural, de Pekín, recibió del Gobierno un visado de nueve días para visitar la República de China con motivo de su asistencia a un seminario sobre estudios relativos a Sun Yat-sen, de siete días de duración. A su llegada, sin embargo, se le comunicó que todos los participantes continentales habían de retornar inmediatamente después de concluir el seminario. Huang, que había planeado aprovechar para debatir con uno de sus colegas taiwaneses tras el seminario, se quedó confundido y frustrado, preguntándose si Taiwan es realmente el dechado de libertad del que tanto se habla.

En este sentido, hay experiencias para todos los gustos. Por un lado, tanto a Wang Ru-feng como a Shi Jing-huan se les ha permitido visitar lugares famosos de Taiwan en varias ocasiones; por otro, al rector de la Universidad de Shanghai se le ha denegado dos veces la entrada a la isla para asistir a conferencias académicas. Según Fang Min-lun: «Yo creo que eso es porque no sólo es un intelectual, sino que también ostenta un puesto destacado en el Partido Comunista».

Pero hay aún otros obstáculos para los investigadores continentales. «Las universidades y los intelectuales de China continental tienen gran interés en contactar con los círculos académicos taiwaneses», asegura Chen Yu-chun; «pero todos tienen que esperar el visto bueno del gobierno comunista antes de iniciar cualquier relación con las instituciones de Taiwan». En su opinión, las universidades taiwanesas son mucho más independientes, a pesar de que el Ministerio de Educación intente a veces controlarlas. En su caso, todo lo que precisa cuando quiere enseñar en China continental es el permiso de sus superiores en la Universidad de la Cultura China.

Chen observa, sin embargo, que más centros continentales están adquiriendo autonomía a medida que la República Popular de China cambia en otros aspectos. A través de la Televisión Central de China (CCTV, siglas en inglés), el público continental puede ahora ser testigo de debates sobre asuntos como la credibilidad de los medios de comunicación o la propaganda política en la televisión. «Hace cinco años me hubiera sido imposible enseñar en China continental sobre las relaciones sino-estadounidenses», asegura Chen, «y ahora la situación es totalmente diferente». Pero aún espera el momento en que los centros continentales sean tan libres como los taiwaneses, y el día en que ambos puedan comunicarse libremente entre ellos --siempre que el gobierno de la República de China permita a las instituciones locales un grado de libertad similar.

Factores políticos aparte, el dinero también puede ser un problema para los académicos continentales. A menos que reciban financiación del gobierno taiwanés o de organizaciones privadas --lo cual sucede muy a menudo--, les es difícil cruzar el Estrecho. Los profesores taiwaneses, en cambio, normalmente no tienen que preocuparse en este sentido. Muchos de ellos se encuentran en la afortunada posición de poder costearse los gastos de sus viajes académicos y aprovechar para hacer turismo --una razón más por la que el número de viajes de Taiwan a China continental supera con mucho el del viaje inverso.

Chen Yu-chun tiene bastante razón al decir que las relaciones académicas a través del Estrecho deben mucho a los esfuerzos individuales de rectores, decanos y profesores de las universidades e institutos de Taiwan. ¿Jugará el Gobierno un papel en el futuro próximo? Chen piensa que éste podría hacer más para animar al sector privado a correr con los gastos de los académicos continentales. A este respecto, señala que Japón y algunos países occidentales se han esmerado más que Taiwan. «Los intercambios académicos entre China continental y los países occidentales son más frecuentes que los que se hacen a través del Estrecho», señala Chen; «cada año, muchas organizaciones, incluyendo grandes fundaciones estadounidenses y las Naciones Unidas, ofrecen ayuda económica a los profesores continentales y les invitan a investigar en sus países».

Chen destaca también que los países que consiguen establecer buenas relaciones académicas con China continental abren así una vía interna que les permite conceder fondos a miembros de la élite política, incluyendo los futuros líderes del país, con la consiguiente capacidad para ejercer su influencia. Taiwan entiende esto perfectamente, y en la isla no faltan recursos económicos. Pero Chen se pregunta: «¿Estamos usando nuestro dinero de la mejor forma?».

Samuel Yin, presidente del Grupo Ruentex, de Taiwan, probablemente respondería que sí. En 1994, la Fundación Educativa Guanghua, que preside Yin, anunció una donación de US$10 millones a la Universidad de Pekín para construir la sede de la Escuela Guanghua de Gestión Empresarial. El edificio se finalizó tres años más tarde, y es hoy uno de los más atractivos de un campus cuajado de antiguas construcciones que se renuevan para el centenario de la institución. La fundación, establecida en 1989, presta también apoyo a profesores estadounidenses y de las universidades taiwanesas como la NTU y la Universidad Nacional Chengchi, ambas famosas por su excelencia en los campos de la economía y la gestión empresarial. «Eso es estupendo, porque nos es urgente conseguir este tipo de profesionales», comenta Wu Tong-rui, vicerrector adjunto de Asuntos Académicos de la Universidad de Pekín.

Cada año, la fundación concede becas por un máximo de RMB$4 millones (US$484.000) a estudiantes de China continental, la mayoría de ellos de la Universidad de Pekín. Aunque la fundación se muestra reservada en cuanto a sus motivaciones, éstas parecen ser una mezcla entre el genuino interés por la mejora de la educación superior en China continental y el deseo de establecer una sólida relación de trabajo con una de las mejores instituciones educativas del país.

Otro firme contendiente taiwanés a granjearse los corazones, las mentes y los cerebros de la élite académica continental es el Grupo Far Eastern, un conglomerado cuyo imperio abarca sectores tan dispares como textiles, cementos, o grandes almacenes. En 1989, Far Eastern fundó la Universidad Yuan Ze, conocida originalmente como Escuela Superior de Ingeniería Yuan Ze. En la primavera de 1997, Yuan Ze firmó un acuerdo de cooperación con la Universidad Tsinghua de Pekín. Yu Keh-chiang, decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Yuan Ze --quien tuvo un papel destacado en la firma del acuerdo-- explica: «No solicitamos el permiso del Gobierno [de la República de China] porque sabíamos que éste no estaría a favor, y si no lo notificábamos oficialmente lo pasarían por alto y no habría problema».

Según el acuerdo, Yuan Ze establecería una fundación que proporcionará US$30.000 anuales a Tsinghua entre 1997 y 2001. El dinero, remitido directamente a Tsinghua, se destina a intercambios de profesores y alumnos, así como a programas de investigación que integren a las escuelas de gestión empresarial de ambas universidades. Yuan Ze se comprometía también a proporcionar instalaciones informáticas por valor de NT$3 millones (US$93.750), cosa que hizo ya el año pasado. Cada año, los alumnos de posgrado de Gestión Empresarial en Yuan Ze pueden asistir a clase en Tsinghua durante un mes y medio. «Es importante familiarizarse con el mercado de China continental estudiando sobre el terreno», dice Yu; «creo que dentro de poco también irán nuestros profesores. Enseñar en Tsing-hua es un honor».

Como en tantas otras ocasiones, las relaciones financieras entre Yuan Ze y Tsinghua van en un solo sentido. Dicho de otro modo, a quien le toca correr con los gastos es a Taiwan. A Yu, sin embargo, esto no le preocupa, y cuenta una historia que explica claramente el porqué. Originalmente, el Grupo Far Eastern no estaba demasiado interesado en desarrollar la relación con Tsinghua. «Pero yo le insistía al presidente del grupo con el argumento de que es una inversión de futuro», recuerda Yu; «en Taiwan, comparada con todas las demás, Yuan Ze es una universidad en pañales, mientras que Tsinghua es muy famosa. Incluso el MIT trata de granjearse las simpatías de Tsinghua ya que Zhu Rongji es el decano de su Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Así, cooperando con Tsinghua, tanto el Grupo Far Eastern como Yuan Ze ganaban en estatus y respetabilidad».

El grupo aceptó finalmente el consejo de Yu. Varios meses después de la firma del acuerdo, el alcalde de Shanghai ordenó trasladar una factoría del grupo fuera de la ciudad. El presidente del grupo se puso en contacto con Zhu Rongji, y el problema se resolvió en un santiamén --un beneficio inesperado para una inversión de futuro.

No sólo los hombres de negocios y los profesores están interesados en los intercambios educativos a través del Estrecho. Según el MAC, en los últimos diez años se han realizado a Taiwan 1.100 viajes de estudio cortos por parte de estudiantes continentales, muchos de los cuales eran visitas en grupo financiadas por organizaciones taiwanesas. En el otro sentido, el tráfico es mucho más denso. Un número creciente de estudiantes taiwaneses está cruzando el Estrecho para ampliar sus estudios. Según Liu Jian-feng, entre 1987 y finales del año pasado, unos 2.000 estudiantes taiwaneses habían cursado estudios en centros superiores y universidades de China continental. El número exacto es probablemente mucho mayor de lo que muestran las estadísticas, ya que estos alumnos pueden acceder a aquellos centros no sólo superando los exámenes que la República Popular de China ofrece a quienes proceden de Taiwan, Hong Kong y Macao, sino también por el método más expeditivo de donar dinero a los centros. Además, algunos alumnos pagan la matrícula como oyentes antes de decidir si quieren estudiar en China continental o prefieren recortar las pérdidas y volver a Taiwan.

Al nivel estudiantil, el futuro de los intercambios a través del Estrecho probablemente depende más de las creativas iniciativas individuales que de las políticas gubernamentales. El pasado enero, gracias a los esfuerzos de Liu Jiang-feng, del Ministerio de Educación de China continental, un grupo de unos cuarenta estudiantes universitarios taiwaneses patrocinados por la Fundación Diez Jóvenes Sobresalientes visitó cuatro centros de Harbin, en China nororiental, donde vivieron y confraternizaron con los estudiantes locales. «Para los estudiantes de Taiwan, China continental es algo muy cercano y muy influyente, pero también algo desconocido», dice Weng Lin-chen, uno de los ejecutivos de la fundación. Pero a Weng se le ha ocurrido una propuesta aún más radical. Piensa que podría haber un barco que hiciera una ruta entre China continental, Hong Kong y Taiwan en cruceros donde convivieran estudiantes de esos lugares, intercambiando opiniones y llegando a conocerse mejor mientras desembarcaban en lugares como Shanghai, Hong Kong y Taichung para aprender sobre sus diferentes estilos de vida. «Algo similar se ha realizado en Japón en colaboración con varios países asiáticos», comenta Weng; «he presentado mi propuesta al MAC, y llevan ya bastante tiempo considerando su respuesta».

Los sueños no son propiedad exclusiva de la parte taiwanesa, por cierto. Wang Ru-feng, de la Universidad Popular de China, tiene su propia visión, más prosaica: «Espero ver algún día los transportes directos entre Taiwan y China continental», comenta pensativo; pero sus razones son más económicas que políticas: «Así los billetes de avión serían más baratos, y me sería mucho más fácil proseguir mis investigaciones en Taiwan».

A largo plazo, sin embargo, las actitudes de ambos gobiernos serán vitales para el desarrollo de los intercambios académicos y educativos entre ambos lados del Estrecho. El vicerrector de Asuntos Académicos de la NTU, Lee Si-chen, se siente frustrado por la política de «carril lento» en la convalidación de títulos. «Va en una dirección totalmente errónea», asegura; «no me sentiré optimista sobre los intercambios educativos entre ambos lados del Estrecho mientras el Gobierno no cambie de actitud». Lee apoya las propuestas del anterior ministro de Educación, Wu Jin, que hubieran reconocido los títulos de setenta y tres centros continentales de educación superior. De hecho, este librepensador iría más lejos y reconocería de inmediato todos los títulos y diplomas (incluyendo las licenciaturas y otros estudios relacionados con la ideología comunista) que se conceden en las instituciones de la lista de Wu.

Puede que Lee tenga razón, pero, ¿no sería más sensato manejar los asuntos sobre China continental paso a paso, de acuerdo con el calendario establecido por las Directrices para la Reunificación Nacional de la República de China? «Taiwan es pequeña, y no podemos permitirnos correr el riesgo de dañar nuestra seguridad nacional», señala Chao Chiehgfu, funcionario del MAC; «China continental aprovechará cualquier oportunidad para hacer valer su influencia aquí. ¿Qué pasa si un alumno consigue convalidar un título obtenido en China continental y después accede a un cargo público en Taiwan, a pesar de haber sido afectado inconscientemente por la ideología de aquel gobierno?».

Pero, ¿no sería posible el caso inverso? Después de todo, la ideología nunca va en una sola dirección. Taiwan tiene tanto interés en influir sobre la forma en que Pekín hace las cosas como China continental en invertir las tendencias actuales de la isla. ¿Existe la intelectualidad apolítica? «De hecho, a medida que aumentan los intercambios académicos, su significado político es menor», dice Chang; «hoy día, los intelectuales continentales se muestran mucho menos sensibles ante palabras como ‘nacional’ o por el nombre oficial de Taiwan».

Un buen comienzo. Quizás en los próximos diez años los académicos que se hayan acostumbrado a cruzar el Estrecho encuentren la manera de dejar su equipaje político en casa.

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