01/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Bancos: la vía rápida

01/01/2000
Citibank, con diez sucursales en toda la isla, es el principal banco extranjero en Taiwan. Pero las normativas en vigor le impiden tener una participación en los bancos nacionales.

El empresario londinense llevaba ya una hora en la sucursal de uno de los bancos más antiguos de Taiwan esperando a que el subdirector terminara lo que parecía un sinfín de formalidades necesarias para realizar una transacción que en Europa o Estados Unidos no hubiera durado más que unos minutos. De repente todo aquello le pareció excesivo y, extendiendo su mano en dirección a las nutridas filas de empleados cuya única función parecía ser la de estampar cientos de documentos con pequeños sellos de color rojo, sirviéndose a veces de un ábaco para confirmar una operación aritmética, se volvió hacia su socio chino y le preguntó, fatigado: “Si alguien de entre esa gente se muriera, ¿nos llegaríamos a enterar?”.

Hubo una época en que los bancos extranjeros solían lanzar sus miradas a la competencia local y hacerse la misma pregunta. Desde San Francisco o Frankfurt, instalarse en Taiwan parecía pan comido; pero una vez empezaron a poner pie en tierra, los recién llegados se dieron cuenta de que el panorama era más complejo de lo que habían imaginado.

Algunos de ellos llevan ya tiempo aquí -­lo suficiente para haber aprendido unas cuantas cosas. La sucursal taiwanesa del Dai-Ichi Kangyo Bank celebró recientemente su cuarenta aniversario: la oficina, mucho más pequeña entonces, abrió en agosto de 1959 en calidad de primer “banco extranjero”. Según la Ley de Bancos de la República de China, se trataba de un banco organizado y registrado en un país extranjero con una sucursal en Taiwan reconocida por el Gobierno de ésta (incluso ahora, a los inversores extranjeros no se les permite crear un nuevo banco en Taiwan: tienen que actuar a través de sucursales).

En aquellos lejanos días las operaciones de cualquier banco extranjero, cualquiera que fuese su tamaño, se reducían a un solo (si bien muy importante) campo: las divisas extranjeras. “El comercio internacional de Taiwan estaba empezando a despegar, pero los vendedores extranjeros no estaban dispuestos a aceptar cartas de crédito extendidas por bancos taiwaneses”, explica Gary K. L. Tseng, subdirector general del Buró de Asuntos Monetarios (BOMA, siglas en inglés) del Ministerio de Finanzas. “Al no poder los bancos nacionales proporcionar el cambio de divisa que las empresas necesitaban, tuvimos que recurrir a los bancos extranjeros”.

Con sus redes internacionales bien establecidas y acceso inmediato a divisa extranjera, éstos fueron capaces de proporcionar los servicios financieros que estaban al alcance de los bancos locales. Ahora bien, con el fin de asegurarse de que no salían del terreno que se les había acotado, el Gobierno les impuso diversas restricciones en cuanto a sus depósitos en dólares taiwaneses o a su capacidad de concesión de préstamos, por ejemplo. Conforme las instituciones financieras locales maduraban hasta el punto de ser aceptadas sus cartas de crédito en la escena internacional, sin embargo, dichas restricciones fueron levantándose.

El gran cambio se produjo en 1989, cuando las modificaciones a la Ley de Bancos permitieron a las entidades bancarias extranjeras rebañar algo del dinero inactivo de la economía de la isla mediante operaciones de cuentas de ahorro. La ley fue reformada nuevamente en 1992, permitiendo a los bancos extranjeros dedicarse a las inversiones fiduciarias. “Eso supuso darles en la práctica ciudadanía de la República de China”, dice Tseng. “Tras ello, los bancos extranjeros quedaron facultados para llevar a cabo exactamente las mismas operaciones que los nacionales”.

Este proceso de liberalización hizo que fueran muchas las instituciones financieras extranjeras que se decidieron a establecerse en la isla, y a finales de 1998 Taiwan contaba con cuarenta y cinco de ellas que, en total, sumaban unas setenta oficinas. El volumen de sus operaciones varía considerablemente de una a otra: algunos bancos tienen una sucursal mientras que otros llegan a la decena, y si unos emplean a apenas diez personas, en la nómina de otros figuran varios cientos.

Pese a haber recibido “carta de ciudadanía”, lo cierto es que las operaciones relacionadas con la divisa extranjera son aún el área principal de las operaciones empresariales de muchos de estos bancos, y en algunos casos incluso la única. Peter Baumann, representante de la corporación Citibank en Taiwan, fundado en 1964, explica que la expansión del sector viene sobre todo impulsada por la demanda de los clientes respecto a algún servicio o serie de servicios relacionados: es, pues, ésta la que lleva a un banco a entrar en una nueva área de operaciones. Con tantas compañías en la actualidad requiriendo información financiera precisa sobre Taiwan, no debe extrañar que sus bancos se hayan apresurado a ponerse manos a la obra. “Desde la perspectiva corporativa, muchas de las compañías multinacionales con las que trabajamos han crecido espectacularmente”, dice Baumann. “Para ellas, Taiwan ha sido escenario de una actividad inversora bastante intensa”.

Pero, dejando a un lado las consideraciones de servicio internacional a sus clientes, lo cierto es que pocos bancos extranjeros pueden resistir la tentación de operar en la decimoctava economía más grande del mundo. “Creemos que ésta es una economía que va a seguir creciendo y ofreciéndonos oportunidades conforme se desarrolle y madure su mercado”, dice Baumann. “El mercado nos ofrece aquí un amplio abanico de oportunidades que no vemos en otros muchos países, en cuanto que se nos permite operar en todas las áreas de productos”. En otras palabras, son bastantes los que ahora intentan competir con la comunidad bancaria local y los resultados no pueden ser más prometedores. En los diez años comprendidos entre 1988 y 1998, el volumen de préstamos en Taiwan ha ascendido desde NT$137.000 millones a $385.000 (US$4.300-12.000); las inversiones en cartera de valores, de NT$9.000 a $80.000 millones (US$281,2-2.500 millones); los depósitos, de NT$52.000 millones a unos astronómicos $359.000 (US$1.600-11.200 millones); y los activos totales de NT$246.000 a más de $873.000 millones (US$7.700-27.300 millones).

Los bancos extranjeros disfrutan de todas las ventajas del liberalizado medio bancario de Taiwan y ello, junto a su experiencia de otros mercados, supone que se encuentren con pocos problemas a la hora de abrir sucursales en la isla. Hay, sin embargo, un obstáculo que deben superar si quieren atraer a las empresas locales y que tiene su origen en las características propias del mercado del dólar taiwanés.

En esa esfera, un banco extranjero no compite sólo con otras instituciones financieras extranjeras, sino además con cuarenta y seis bancos nacionales que suman entre todos ellos más de 2.000 sucursales; con unas 1.500 oficinas de la Dirección General de Envíos Postales y Caja de Ahorros que proporcionan servicios bancarios; y con numerosas instituciones más entre las que se cuentan cooperativas de crédito, las uniones crediticias afiliadas a ciertas asociaciones de agricultores y pescadores e incluso algunas casas de empeño. Siendo como es la naturaleza humana, el taiwanés medio prefiere tratar con la institución financiera más cercana del vecindario a tener que hacer frente al habitualmente imposible tráfico sólo para llegar hasta la sede en el centro de la ciudad de un banco extranjero. Una amplia red de sucursales, como de la que disponen los bancos nacionales, supone más clientes y, consiguientemente, más negocios en dólares taiwaneses. El volumen resultante de procesamiento, por su propia cantidad, se traduce en costos más bajos para la institución que los compra, lo que a su vez le permite ofrecer mejores condiciones para los préstamos en la divisa local.

De modo que los bancos extranjeros tienen que ofrecer algo más si quieren crear una clientela nacional, y Baumann, de Citibank, no alberga dudas respecto a qué es. “Empezamos con esto: sacarle partido al dinero”, dice. “Cualquiera que vende algo, tanto si es a un consumidor como a una corporación, tiene que poder demostrar que su cliente le está sacando provecho a su dinero”.

Una buena forma de hacerlo es ofreciendo productos innovadores, lo último en el mercado. A lo largo de los años, los bancos extranjeros han sido los introductores en Taiwan de diversas novedades, empezando por las tarjetas de crédito. Hasta que las instituciones financieras extranjeras empezaron a aventurarse en el mercado nacional, los taiwaneses sólo tenían una elección: la Tarjeta Nacional de Crédito, conocida popularmente como la tarjeta de la Flor del Ciruelo, aceptada en toda la isla pero no, desgraciadamente, en ninguna otra parte. Apareció primero en 1984 como tarjeta de cuenta, convirtiéndose en tarjeta de crédito cuatro años después. Entonces hicieron su entrada los bancos extranjeros y el resultado es que hoy, en Taiwan, andan en circulación hasta 11,5 millones de tarjetas de crédito ­muchas emitidas por bancos nacionales, pero entre ellas menos de 400.000 con la imagen de la Flor del Ciruelo.

Están, además, los fondos de inversiones, las “swap” de tipos de interés, opciones a moneda de pago y contratos de divisas a plazo, por citar algunos ejemplos. En estas áreas los bancos taiwaneses han desplegado las mejores cualidades por las que es famosa la isla: adoptar, adaptarse y vender a lo máximo. Las compañías e inversores particulares taiwaneses se han dado prisa en tomar posiciones, pero mientras los bancos nacionales se apoyan tradicionalmente en comisiones e interés crediticio para aumentar sus beneficios, los bancos extranjeros obtienen una proporción mucho mayor de sus ingresos de la comercialización de nuevos productos financieros. En lo que toca al dinero, Baumann explica que hoy lo importante no es de dónde tomarlo prestado sino cómo invertirlo. Se espera que la amplia gama de instrumentos y servicios vendidos por bancos extranjeros demuestre resultar cada vez más atractiva al público de una isla en transición de su antigua condición deudora a nación de inversores.

Muchos de esos “nuevos” productos financieros lo son sólo en tanto que introducidos en Taiwan hace relativamente poco tiempo. La única razón de su llegada a la isla es que el estado de la economía y grado de desarrollo financiero de ésta justificaban la apertura del mercado para permitir a los bancos extranjeros reproducir aquí lo que ya habían conseguido en sus jurisdicciones nacionales. Según Gary Tseng, del BOMA, la contribución seguramente más importante que debe Taiwan a los bancos extranjeros es la traída de estos productos, apoyada en los conocimientos necesarios para hacerlos funcionar. Como resultado, la gente de la isla disfruta hoy de una mucho más amplia selección de servicios financieros y los bancos locales disponen de la oportunidad de aventurarse por un potencialmente beneficioso, pese a prolongado, camino de aprendizaje.

Los nuevos productos van a menudo de la mano con nuevas estrategias para comercializarlos. En este respecto, los bancos extranjeros demuestran una notable capacidad de iniciativa: en lugar de quedarse sentados esperando a que entren por la puerta los posibles clientes, los invitan a participar en seminarios dedicados a la presentación de esos nuevos productos. En el caso de los pesos pesados, los seminarios pueden llegar a incluir un viaje al extranjero con todos los gastos pagados.

Los bancos extranjeros han introducido también ciertos conceptos marcadamente diferentes de hacer negocios que les han ayudado a hacer progresos en áreas que eran antes exclusivo dominio de los bancos locales. En la de los préstamos en dólares taiwaneses, por ejemplo, éstos últimos no los conceden (no siendo de escasa cuantía o en otros pocos casos excepcionales) de no considerar suficientes las garantías subsidiarias. Los extranjeros son, en cambio, mucho más flexibles: en vez de tomar únicamente en consideración la seguridad, atienden a aspectos tales como la capacidad financiera, el historial administrativo de la compañía y las tendencias generales en el sector del solicitante del préstamo. “Un banco corre mayores riesgos si presta sin fianza”, dice Matt Chuang, que a lo largo de los últimos siete años ha trabajado para bancos nacionales y extranjeros. “Pero visto desde otro ángulo, un banco que logra el éxito con ese tipo de operaciones de alto riesgo demuestra que es profesional, tiene una excelente capacidad investigadora, entiende el mercado y sabe administrar el riesgo. Y así es como se consigue la confianza de los clientes”.

La mayoría de los bancos locales, por el contrario, carecen de la capacidad de enfrentarse con éxito al riesgo y Chuang cree que es este factor, quizá en mayor medida que ningún otro, el que marca la diferencia entre la forma de trabajar de los bancos nacionales respecto a los extranjeros. “Un banco nacional tiene que atenerse a las estrategias dictadas por su director general, o quizá a las del director de una sucursal, y cada persona tiene estrategias diferentes”, dice. “Un banco extranjero, aquí, actúa según una estrategia regional o global dictada por su casa matriz, con independencia de quién esté al cargo de la sucursal taiwanesa”.

Por buenas que sean las estrategias y nuevos los productos, sin embargo, todavía deben ser implementadas aquéllas y comercializados éstos por personal local. La Ley de Estándares Laborales protege por igual a empleados de bancos nacionales y extranjeros pero, según Chuang, los segundos ofrecen normalmente más altas retribuciones y mejores beneficios. Si la alta movilidad laboral que se aprecia en los puestos de trabajo de instituciones financieras extranjeras es indicadora de algo, sin embargo, parece que no son muchos los que quieren permanecer allí hasta su jubilación. Según un popular dicho, un trabajo en un banco nacional es un “tazón de oro”, o por lo menos de hierro. Se trata de un trabajo estable, más o menos relajado y adecuadamente remunerado: factores todos que ayudan a entender por qué tanta gente comienza a trabajar en un banco nacional y se queda allí para el resto de su vida laboral. Los empleados de los bancos extranjeros en Taiwan tienden a desarrollar un irresistible cosquilleo en los pies cada dos años.

¿A qué es debido? Chuang hace examen de su propia experiencia y de la de otros antiguos colegas y llega a la conclusión de que poca gente puede soportar la presión y la atmósfera tan competitiva que caracteriza a los bancos extranjeros. Mucho depende también de cómo son fijados los objetivos por parte del empleador. Los bancos extranjeros se atienen estrictamente al presupuesto (algo imprescindible si quieren cumplir con los objetivos globales) y establecen sus planes contando con que los empleados podrán completar determinadas tareas en un plazo de tiempo dado. Se trata de una práctica que cumple diversos objetivos: mejora la eficacia, saca a relucir posibles problemas y ayuda a los gerentes a evaluar la actuación de los empleados a su cargo. “En los bancos nacionales los ascensos suelen basarse en la antigüedad”, dice Chuang. “En los extranjeros es más probable que se prime la actuación ­y de ahí la atmósfera de competencia y presión. Son cosas que pueden servir para que una compañía crezca, pero no algo que la mayoría de la gente quiera estar viviendo durante toda su carrera”.

Son pocos los bancos extranjeros a los que parezca perturbar el alto índice de movilidad en el personal. “Tenemos un ambiente de trabajo diferente que permite que quien más rinde se vea encaminado pronto al ascenso”, dice Baumann. “Y desde el punto de vista administrativo, es una forma de deshacerse de los que no rinden como deberían”. Para los de talante optimista, esa alta movilidad laboral puede indicar que los bancos extranjeros están formando a muchos más profesionales que sus homólogos nacionales. Matt Chuang conoce gente que considera trabajar para un banco extranjero más una inversión que una carrera. Primero se emplean a fondo en aprender el oficio y después recuperan lo invertido valiéndose de la formación adquirida para encontrar un trabajo estable en un banco local, una compañía del sector privado o una agencia gubernamental. Algunos llegan incluso a labrarse su propia carrera a partir de la inversión financiera.

Parecería, pues, otra de esas situaciones en las que todos salen ganando: a los bancos extranjeros les va bien; los bancos nacionales pueden echar mano de una creciente reserva de profesionales para expandir sus negocios al tiempo que siguen contando con un núcleo de clientes fieles que, por una u otra razón, prefieren no acudir a instituciones extranjeras; y, en fin, los empleados de banco pueden elegir entre un trabajo estable y la vía rápida. ¿Queda, entonces, sitio para algún problema?

Las estrategias y políticas de grupo impiden en ocasiones a un banco extranjero desarrollar al máximo su potencial. Gary Tseng señala la incursión del Bank of America en el mercado nacional de la tarjeta de crédito. “Querían ser los números uno en Taiwan”, dice. “Al encontrarse con que no podían conseguirlo, y no permitirles su estrategia conformarse con un segundo o tercer puesto, vendieron toda la operación de la tarjeta de crédito a la sucursal taiwanesa del ABN-AMRO Bank. Estas retiradas estratégicas a menudo no tienen nada que ver con las condiciones del mercado, sino que son el resultado de otros factores”.

En otros sectores, los inversores extranjeros suelen quejarse de la falta de unas reglas de juego justas ­¿qué dicen al respecto los banqueros? “Todo el mundo habla de que Taiwan es un mercado muy restringido, con muchos controles sobre lo que podemos y no podemos hacer, pero en realidad éste es un ambiente muy abierto”, dice Baumann. “Desde el punto de vista de alguien que trata de poner en marcha un negocio, el mercado ofrece un sinfín de oportunidades. Nosotros lo consideramos un escenario muy atractivo para la inversión, tanto en lo que se refiere a financiamiento corporativo como en el terreno de los depósitos personales”.

Gary Tseng, del BOMA, está completamente de acuerdo. “Antes el Gobierno daba a los bancos nacionales un cierto grado de protección”, recuerda, “pero hoy en día pensamos que han madurado lo suficiente y están en condiciones de andar sin necesidad de muletas. El objetivo, actualmente, consiste en que los clientes puedan disponer de los mejores productos y servicios financieros ”.

El Comité Bancario del Consejo Europeo del Comercio, elogiaba también en su último informe diversos aspectos del mercado, incluyendo la innovación en los productos, transparencia en el reconocimiento y provisión de deudores dudosos, estrictas reglas en relación con el Efecto 2.000, fuertes controles internos y canales de comunicación apropiados con las autoridades de la República de China.

Si bien no se quejan abiertamente, lo cierto es que los bancos extranjeros sí tienen algunas sugerencias que hacer: la eliminación de las restricciones a la propiedad extranjera de bancos nacionales, un procesamiento más rápido en la aprobación de nuevos productos y una mayor reducción en el índice de depósitos en reserva figuran entre las ideas que se escuchan más a menudo. No todas las sugerencias se adoptan inmediatamente, pero Tseng hace notar que las autoridades reguladoras las toman muy en consideración, pues quienes las emiten son personas de reconocida experiencia. En concreto, pueden darse cuenta de cuándo el mercado ha alcanzado el grado suficiente de madurez para acoger determinados productos o servicios.

A lo largo de las dos últimas décadas, Taiwan ha dado entrada a un gran número de ideas de fuera de sus fronteras ­y no sólo en el sector bancario, sino asimismo en otros ámbitos. Hay quien dice que cuando uno compra una hamburguesa en un McDonald’s está, de hecho, hincándole el diente a toda una cultura dietética, o que llevarse un sofá de IKEA supone optar por un nuevo estilo de vida. Cuando los consumidores taiwaneses de hoy en día entran en un banco extranjero, quizá lo que están buscando no es tanto hacerse con el último instrumento financiero como toda una nueva forma de concebir el dinero.

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