08/05/2024

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Convirtiendo silicio en oro

01/01/2001

ace casi un siglo, una gran extensión de terreno al sureste de San Francisco comenzó a ser apodada “Valle del Placer del Corazón”, y era famosa por la calidad de sus granjas. Más adelante, a principios de los años setenta, la mayoría de las granjas que en épocas pasadas cosecharon frutas, habían sido reemplazadas por empresas de alta tecnología fabricantes de microchips. Muchas de las exitosas empresas en lo que se conoce ahora como el Valle del Silicio, fueron fundadas por personas que originalmente procedían de Taiwan o de otras partes de la región. En 1998, las nuevas empresas que usaban tecnología procedente de Asia ocupaban el 29 por ciento del total del área. Un 23 por ciento de los ingenieros que trabajaban allí eran de origen asiático, y chinos étnicos han establecido alrededor de 50 empresas de capital-riesgo y 1.200 compañías en treinta de las ciudades cercanas al Valle del Silicio.

“En el pasado, los chinos vinieron a Estados Unidos para abrir restaurantes y lavanderías, pero eso ha cambiado durante la última década”, dice Edward Yang, vicepresidente de Hewlett-Packard. “Desde ingenieros hasta gerentes de alto nivel, desde propietarios de corporaciones hasta profesionales de capital-riesgo, somos ahora los recursos humanos indispensables para las industrias de alta tecnología de Estados Unidos”.

El mismo Yang es un buen ejemplo de la nueva casta de inmigrantes con alto nivel educativo y que van en aumento en el Valle del Silicio. El vino a Estados Unidos en los años setenta para cursar estudios avanzados, y ha trabajado para Hewlett-Packard durante dos décadas. ¿Cómo pudo un extranjero penetrar en los altos niveles de una de las compañías de tecnología más grandes del mundo? Adquiriendo la mentalidad local. “El concepto común aquí es que cuanto más se fracasa, más se aprende, y ésto se aplica en la investigación y desarrollo, y en los modelos comerciales”, dice Yang.

Si alguien ha aprendido de sus fracasos en el Valle del Silicio ha sido Frank Lee, vicepresidente y jefe técnico de Cypress Semiconductor. En 1980, Lee, quien trabajaba entonces para Hewlett-Packard, mostró interés en los semiconductores complementarios de óxido de metal (CMOS), el más moderno componente para fabricar productos en base a memoria de acceso aleatorio estático (SRAM). A pesar de que el nuevo componente tecnológico prometía ahorrar energía e impulsar la velocidad, pocas compañías mostraron interés en ello, y Hewlett-Packard no era una de ellas. Lee decidió dejar la compañía y satisfacer su sueño de monopolizar una parte del mercado.

Convirtiendo silicio en oro

El Valle del Silicio se ha convertido en el lugar de reunión para la gente talentosa más brillante en alta tecnología del mundo, muchos de ellos nacidos en Asia.

Su primera empresa, Integrated Device Technology (IDT, siglas en inglés), creada con otros dos socios en 1980, resultó tener gran éxito. Entró en NASDAQ cuatro años después, y junto con IBM y HP, fue nominada por Cisco Systems para el premio de apreciación a los proveedores. “Para que una empresa tenga éxito, lo más importante es el mercado, aún más que la tecnología”, dice Lee. “Primero hay que observar si el mercado tiene potencial de crecimiento, luego si se tiene a la disposición la tecnología para fabricar en masa artículos perfectos en un tiempo récord y a un precio competitivo”.

Sin embargo, Lee se desilusionó muy pronto de llevar la administración de la compañía SRAM. Echaba de menos los aspectos tecnológicos de la empresa, y en 1987 dejó IDT y estableció Paradigm, una empresa fabricante de SRAM de alta densidad. Esta vez, Lee tomó el control de toda la investigación y desarrollo, y dejó el papeleo a otras personas. La compañía logró obtener varias patentes importantes, pero su planta de producción de obleas, la cual absorbe gran capital, no produjo los beneficios esperados.

En 1994, Lee estableció su tercera empresa, Galvantech, con la intención de colocarse a la vanguardia de la producción de SRAM para aplicaciones de datos para comunicaciones. El tomó en cuenta las lecciones que aprendió en Paradigm, y esta vez decidió no tener una planta de producción de chips para computadoras y comprar las obleas de la empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC). “Dependemos de su tecnología para fabricar artículos rentables y de alta calidad, sin la necesidad de establecer costosas plantas para la fabricación de obleas”, dice. La estrategia fue correcta.

En una interesante tendencia opuesta, Galvantech también estableció operaciones en el Parque Industrial Científico de Hsinchu para trabajar estrechamente con sus socios taiwaneses y brindar más apoyo a las actividades de manufactura, prueba, e investigación y desarrollo. Hace unos ocho meses, Galvantech fue adquirida por la firma de circuitos integrados Cypress Semiconductor.

Lee cree que esta medida es un arreglo positivo para los clientes, empleados y accionistas, en especial porque las acciones de Galvantech incrementaron su valor casi siete veces después de la transacción. “La manera de tener éxito en el mundo de la alta tecnología es hallar el producto correcto, conocer sus ventajas, y ser perseverante”, dice Lee, quien ocupa ahora el cargo de vicepresidente y jefe técnico de la división de productos de memoria de Cypress.

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Cerca del 23 por ciento de los ingenieros en el área son de origen asiático, con unas 1.200 compañías fundadas por chinos étnicos.

Sólo un puñado de los empresarios de la alta tecnología de hoy han tenido la suerte de llegar alto sin sufrir algunos fracasos en el camino. Jack Chang, quien emigró a Estados Unidos con su familia tras graduarse de la secundaria superior en Taiwan, es uno de los miembros de esta élite. Primero, obtuvo títulos en ingeniería eléctrica de la Universidad de California en Berkeley, y en la Universidad Stanford, luego trabajó durante ocho años para Siemens Rolm, como gerente de grupo, y terminó trabajando con el equipo que desarrolló el primer sistema de correo de voz del mundo. Con sólo treinta años y toda esta experiencia, Chang sintió que había llegado al tope, y por ello decidió comenzar su propia empresa.

En 1990, con la ayuda de US$600.000 provistos por dos compañías de computación taiwanesas, él estableció una empresa suministradora de correo de voz llamada Carmel Connection, Inc. “Aquí en el Valle del Silicio, mucha gente piensa en comenzar su propio negocio, pero los que llegan a hacerlo en realidad son pocos, ésto se debe al alto índice de fracaso entre las nuevas empresas”, dice Chang. “Pero sentí que no tenía nada que perder. Si fracasaba, buscaría otro trabajo, sin embargo, confiaba en mis habilidades tecnológicas, y el momento era oportuno”.

Carmel Connection funcionó satisfactoriamente, permitiéndole a Chang recibir otros US$2,4 millones de dos firmas de capital-riesgo taiwanesas. El usó el dinero para establecer en 1997 otra empresa, Blue Silicon, un mensajero unificado internacional. A principios de este año, Blue Silicon dio un impulso a sus operaciones en Asia, estableciendo UniCONN en Hong Kong, convirtiéndola en un poderoso servicio de mensajería para los consumidores de la región asiática, con más de 1,5 millones de subscriptores y una red con cobertura a treinta ciudades en ocho países. Blue Silicon tiene planeado hacerse cotizar en la bolsa este año.

“Hay más de cien compañías que ofrecen servicios unificados de mensajería, entonces ¿por qué le va tan bien a mi compañía?” pregunta Chang. “La respuesta es simple –nuestro modelo comercial y tecnología son innovadores, y nuestros servicios son atractivos”. Los subscriptores corporativos pagan mensualmente US$10 a Blue Silicon para poder enviar y recibir correo electrónico, correo de voz, y mensajes de fax a través de sus hojeadores, clientes de correo electrónico, aparatos de fax, buscas, o teléfonos. Estos servicios facilitan a las corporaciones la concentración de los recursos en sus propios negocios, sin tener que gastar mucho dinero en la creación de infraestructura para la información.

A la comunidad taiwanesa del Valle del Silicio le tomó mucho tiempo mezclar la investigación pura con las destrezas administrativas. En los años setenta y ochenta, las décadas cuando el Valle estaba empezando a prosperar, la mayoría de los taiwaneses que fueron a Estados Unidos estudiaban ingeniería. Pocos de ellos mostraban interés en temas menos “atractivos” como administración o ventas y mercadeo. Al contrario, los estudiantes procedentes de China se estaban involucrando en campos más diversos, desde la banca, ingeniería, derecho, administración, y mercadeo. A medida que crecía el Valle del Silicio, las compañías que lo sustentaban se dieron cuenta de que no sólo necesitaban ingenieros, sino también capital y recursos humanos para administrarlo. El Valle se convirtió en un imán de fondos, hasta el punto de que ahora absorbe un tercio del capital-riesgo total de Estados Unidos.

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La buena calidad de vida atrae a muchos taiwaneses desencantados de una isla donde la infraestructura básica es relegada frecuentemente a un segundo o tercer lugar.

Jim Sha, un graduado de la Universidad Nacional de Taiwan con una maestría en ciencias de la computación de la Universidad de California en Berkeley, aprendió el arte de intermediar entre los inversionistas de alto riesgo y los empresarios ambiciosos. El participa en las reuniones del directorio de diez compañías, cuatro de ellas se hallan en NASDAQ, y sus inversiones van desde cientos a millones de dólares estadounidenses –nada mal para alguien que ha estado en el negocio un poco más de dos años. Pero el éxito no llegó de la noche a la mañana. Sha pasó las últimas dos décadas trabajando para compañías tales como Intel, Netscape, y Oracle, adquiriendo la experiencia que le dio la habilidad de atraer fondos y administrar empresas. “Algunas veces el asesoramiento ofrecido por una empresa de capital-riesgo no es muy práctico, porque la mayoría de ellas se orientan más hacia las finanzas”, dice. “Las personas como yo que están involucradas con operaciones comerciales pueden ofrecer asesoramiento más sensato a las nuevas empresas”.

Joseph Sun se mudó de Taiwan a California hace veinte años, y conoce todo sobre la importancia de equilibrar la sabiduría financiera y las destrezas técnicas. Sun se estableció en 1988 y abrió E-21 Corp., una empresa de mercadeo integrado. Un agudo observador del auge de las computadoras de los años noventa, él ha visto fracasar a muchas compañías taiwanesas debido a la falta de planificación en los conceptos de mercadeo. Según Sun, muchos empresarios taiwaneses van a Estados Unidos con planes ambiciosos de entrar en el mercado más grande del mundo, para luego, con mucha desilusión, verse obligados a salir. “Aquí en Estados Unidos, los empresarios hablan de porcentaje del total de ventas, pero muchos taiwaneses prefieren pensar en términos de ‘dominar’ el mercado y eliminar a los competidores, lo que es poco realista”, dice.

Pero ésto no significa que debe ignorarse Estados Unidos. Es el mercado más grande del mundo para productos electrónicos, representando un tercio del total mundial. “Si deja a un lado este mercado, Ud. está prácticamente eliminado”, dice Fred Cheng, vicepresidente de la sucursal estadounidense de Winbond Electronics, un gigante de circuitos integrados. Pero para Winbond, que abrió su sucursal estadounidense en 1990, tres años después de establecerse en Taiwan, se trata también de estar más cerca de los clientes. “Los productos de alta tecnología son diseñados estrictamente según las especificaciones de los clientes, y el servicio de post-venta es un requisito. Era obviamente necesario establecer aquí una sucursal”.

ara Cheng, tener plantas en Taiwan y una base en el Valle del Silicio le ha proporcionado a su compañía lo mejor de ambos mundos. Las operaciones en Taiwan de Winbond pueden aprovechar las ventajas de amplias inversiones de capital, excelentes instalaciones para producción en masa, y costos de producción relativamente bajos. Estas ventajas proceden en gran parte como cortesía del Gobierno de la República de China en la forma de incentivos para la inversión, ofrecidos a las empresas que se establecen en el Parque Industrial Científico de Hsinchu.

Cheng reconoce que Estados Unidos es uno de los precursores en el desarrollo tecnológico para productos de memoria, comunicación sin cable, y programas software, y la oficina de Winbond en el Valle del Silicio se beneficia de ésto. “Cuando una empresa crece hasta cierto nivel, debe optar por la globalización”, dice Cheng. “El establecimiento de nuestra sucursal en el Valle del Silicio ha ayudado con la expansión, las líneas de producto y el desarrollo tecnológico”.

Convirtiendo silicio en oro

Estados Unidos todavía tiene una ventaja en el desarrollo de productos, pero los empresarios flexibles y veloces de Taiwan están alcanzándolo rápidamente.

La subsidiaria estadounidense de Winbond no obtuvo beneficios hasta 1994. “La lección más importante que aprendimos de nuestros años de sufrimiento es que necesitábamos acortar el tiempo de llevar el producto al mercado”, dice Cheng. “Investigar, crear canales de ventas, y obsequiar muestras a los clientes, todo necesitaba hacerse más rápido”. La sucursal estadounidense de Winbond aprendió correctamente su lección, y en 1999 sus ventas alcanzaron casi US$200 millones, el 20 por ciento de las ventas en grupo a nivel mundial. Cheng admite que en Taiwan el desarrollo de productos es un poco más lento que en Estados Unidos, y la isla todavía no cuenta con todo el talento en alta tecnología que necesita, pero su ubicación en el Valle del Silicio le ha hecho capaz de equilibrar las desventajas de Taiwan, contratando personal de primera, y transfiriendo tecnología hacia la isla.

Cheng indica que la mayor diferencia entre el Valle del Silicio y el parque de Hsinchu en Taiwan es que el Gobierno de la República de China tomó la iniciativa en el desarrollo de la industria de la alta tecnología de la isla. “Lo especial de Estados Unidos es que el gobierno se coloca en una segunda posición, trabajando principalmente en el suministro de infraestructura”, dice. “Se permite que el sector industrial se desarrolle por sí mismo, pero creo que lo más importante para el desarrollo de la industria de alta tecnología de un país es la infraestructura básica, no políticas proteccionistas. Taiwan necesita prestar atención a los problemas de electricidad y agua para poder reducir pérdidas innecesarias y mantener la competitividad”.

A pesar de estos asuntos, muchas compañías taiwanesas han logrado incorporarse a la liga de los gigantes de la tecnología a nivel mundial. Un buen ejemplo es Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC, siglas en inglés). Cuando esta empresa fue creada en 1987, se concentró en la fabricación de semiconductores según la fórmula OEM (manufactura de equipos originales), una medida considerada riesgosa por muchos en ese entonces. Sin embargo, esta medida resultó exitosa, y TSMC lleva el 45 por ciento del negocio de fabricación OEM de semiconductores del mundo.

¿Ayudó tener una oficina en el Valle del Silicio? “En cuanto al negocio de fabricación OEM de semiconductores, la estrecha cooperación entre las oficinas de ventas y los clientes es de gran importancia”, dice Lai Pan-wei, vicepresidente a cargo de la administración comercial de TSMC Estados Unidos. “Es a través de esta oficina que podemos entender mejor lo que necesitan nuestros clientes, y al mismo tiempo ayudarles a comprender nuestras capacidades”.

La compañía estimó que su éxito debería traducirse en un ingreso bruto a nivel mundial de US$2.100 millones el año pasado que, de lograrlo, representaría un aumento del 160 por ciento en comparación con 1999. La sucursal de la empresa en el Valle del Silicio va a representar el 58 por ciento de eso. “Las necesidades de nuestros clientes se han vuelto cada vez mayores”, dice Lai. “Crecer al mismo ritmo que ellos se ha convertido en nuestro mayor reto”.

Este es un negocio donde el éxito comercial, aunque impresionante, raramente trae consigo la fama. TSMC puede ser un líder internacional en el negocio de fabricación OEM de semiconductores, pero no es exactamente la primera compañía en la que se piensa cuando se pregunta por una de las principales empresas manufactureras de circuitos integrados. Muchas de las mejores empresas de alta tecnología de Taiwan continúan siendo invisibles para la gente, con excepción de las personas informadas de la industria.

UMAX Technologies, fabricante de escáneres, es una compañía taiwanesa que logró salirse del molde. Hace siete años, un escáner costaba entre US$700-800, y no se consideraban aparatos domésticos. Haciendo un esfuerzo para penetrar en el mercado estadounidense, UMAX decidió concentrarse en la fabricación de productos accesibles y de fácil manejo. Como resultado, sus escáneres tienen ahora el valor de US$120 y pueden comprarse en muchos almacenes importantes. La compañía cree que la clave para su éxito es la confiabilidad del producto. Un obstáculo que muchas compañías taiwanesas enfrentan es la protección al consumidor que disfrutan los estadounidenses, reflejada en la cultura de “devolución y reembolso”. “Requiere de mucho esfuerzo lograr impresionar a los clientes con una marca nueva, pero la manera más efectiva es enfatizar su calidad”, dice Tenny Sin, vicepresidente ejecutivo de UMAX.

Otra lección que la compañía aprendió fue la necesidad absoluta de forjar lazos operacionales con las grandes tiendas en cadena. “La creación de canales de venta apropiados es una labor que nunca termina”, dice Sin. La compañía ha expandido su porcentaje de ventas totales de un mero 2 ó 3 por ciento hace siete años a su actual 26,7 por ciento, y ahora se encuentra sólo detrás de Hewlett-Packard en el mercado de escáneres de Estados Unidos.

UMAX es otra de las historias de éxito taiwanés, tomada de un libro muy grande que también contiene historias de fracasos. Pero las contrariedades no parecen desanimar al creciente número de empresarios en una cultura de pequeñas y medianas empresas –una cultura donde, si algo no funciona, es rápidamente reemplazado por algo que sí funciona. Siempre que hayan oportunidades, los taiwaneses encontrarán la manera de maximizarlas. “Estados Unidos cuenta con la sociedad más libre del mundo. Si tiene determinación, seguramente encontrará su lugar allí”, dice Edward Yang de Hewlett-Packard, y los gurús de la alta tecnología de Taiwan ya han encontrado el suyo. Ahora se preparan para convertirse en los recursos más confiables del Valle del Silicio por muchos años más.

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