19/05/2024

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Taiwán Hoy

DEL BANCO DE GENES AL COMEDOR

01/01/2014
Con más de 60.000 accesiones, el centro tiene la colección más grande del sector público en el mundo de germoplasma de verduras.

Durante cuatro décadas, un centro para la investigación de las verduras en el sur de Taiwan ha sido pionero en la batalla en contra de la desnutrición.

“¿No tendré inteligencia con la Tierra? ¿Acaso no soy en parte hojas y vegetal?”       –Henry David Thoreau, Walden

Mientras que los literatos interpretan este pasaje de Walden, de Thoreau, como una expresión del poeta estadounidense en relación a la unidad esencial con la naturaleza, también ésta resume claramente el futuro de los investigadores en el Centro para la Investigación y el Desarrollo de Verduras (AVRDC, siglas en inglés) –el Centro Mundial de las Verduras, ya que los agricultores deben depender de su inteligencia para cultivar verduras en la tierra, y la gente necesita consumir una cantidad de verduras para mantener la buena salud.

El centro enfoca las verduras para tratar un problema amenazante: Aunque las iniciativas de investigación, desarrollo y transferencia de tecnología, desde la Revolución Verde de la década de 1940 hasta finales de los sesenta, han mejorado enormemente la producción de cultivos básicos que alimentan a millones de personas, particularmente en los países en vías de desarrollo, parece que los creadores de políticas han pasado por alto la importancia de una nutrición equilibrada. Dyno Keatinge, director general del centro, señala que las verduras son la fuente más importante de fibra, micronutrientes, minerales y vitaminas esenciales para una dieta equilibrada y saludable de la humanidad. Sin embargo, en algunos países, la producción de verduras es demasiado baja para brindar a los residentes siquiera el consumo mínimo de verduras requerido para una buena salud. “El consumo es menor que la norma aceptada por la Organización Mundial de la Salud, que es de 400 grs. de verduras y frutas por persona al día”, dice. “Por ello, la desnutrición continúa siendo un problema grave para muchas personas en todo el mundo, exponiéndolas a una amplia gama de enfermedades no contagiosas que producen enormes costos a la salud”.

El centro ha estado a la punta de la lucha por la seguridad de la nutrición desde su establecimiento. Para promover la producción y el consumo de verduras, los representantes del Banco para el Desarrollo Asiático y países incluyendo la República de China, Japón, Filipinas, Corea del Sur, Tailandia, los Estados Unidos y Vietnam, se reunieron en 1971 en Taipei, y firmaron el Memorándum de Entendimiento para el Establecimiento del Centro Asiático para la Investigación y el Desarrollo de Verduras. La construcción de campos de investigación, laboratorios e invernaderos en el campus de 117 hectáreas comenzó en 1972 en el poblado de Shanhua, distrito de Tainan (ahora Distrito de Shanhua), en el sur de Taiwan, y la organización sin fines de lucro comenzó a operar en 1973. Los fondos principales para la estructura administrativa básica del centro proceden de siete gobiernos nacionales, así como de la Asociación de Semillas del Asia y el Pacífico; mientras que otros 20 gobiernos, fundaciones y colaboradores del sector privado patrocinan una gama de proyectos específicos de investigación y desarrollo.

El centro posee varias ventajas por estar ubicado en Taiwan. La posición del país en el Trópico de Cáncer, y sus montañas que se alzan a casi 4.000 metros, crean cuatro zonas climáticas tropicales y subtropicales, por ejemplo, permitiendo muchas oportunidades para la investigación de la producción de verduras bajo diversas condiciones. Entre tanto, el Gobierno y las universidades participan en un sistema de investigación agrícola establecido que está más dispuesto a compartir sus recursos. El centro también ha trabajado estrechamente con las misiones técnicas agrícolas de Taiwan, que incorporan los resultados de sus investigaciones cuando ayudan a los agricultores en los países en vías de desarrollo en muchas partes del mundo. “Taiwan ha sido muy generoso con nosotros, y el apoyo que nos ha brindado ha sido muy valioso”, dice Keatinge.

Inicialmente, se centró en Asia tropical, pero a medida que ganaba experiencia y destrezas, el AVRDC expandió sus esfuerzos y adoptó su nombre actual en 2008 para reflejar su esfera mundial. Según Maureen Mecozzi, el jefe de comunicaciones e información de la organización, el centro ahora tiene 300 empleados, incluyendo alrededor de 50 científicos y profesionales extranjeros, que trabajan en la sede principal de Shanhua, así como en las bases regionales que sirven el Este y Sudeste de Asia, Sur de Asia, Occidente y Centro de Asia, Este y Sur de Africa, Occidente y Centro de Africa, y Oceanía. Los equipos extranjeros del centro dirigen y participan en proyectos dedicados a “mejorar la pobreza y desnutrición en el mundo en desarrollo a través del aumento de la producción y el consumo de verduras nutritivas y saludables”, señala la declaración en cuanto a la misión del centro.

 

La conferencia sobre el establecimiento del AVRDC fue celebrada en Taipei en 1971 (arriba). El centro (abajo) comenzó a operar en Tainan, sur de Taiwan, en 1973. (Cortesía del AVRDC --El Centro Mundial de las Verduras)

Para lograr esta misión, el centro se enfoca en cuatro áreas principales de germoplasma (recolección de material hereditario de las células del germen de plantas), reproducción, producción y consumo. Con más de 60.000 germoplasmas individuales, también conocidos como accesiones, de 437 especies procedentes de 156 países, el centro opera el mayor banco de genes de germoplasma de verduras del sector público. La colección de germoplasma incluye verduras importantes en el mundo, tales como el repollo, las cebollas, los pimientos y los tomates, así como más de 10.000 accesiones de verduras indígenas. Andreas Ebert, director del Banco de Genes, explica que estas especies indígenas frecuentemente son resistentes, altamente nutritivas y prosperan con menos fertilizantes u otros aditivos costosos que los cultivos que tienen  una distribución más amplia. “Mantener el banco de genes está ganando mayor importancia a medida que la diversidad de verduras disminuye a causa de la reducida área de terreno agrícola”, dice.

Las semillas del banco de genes están deshidratadas y se mantienen a bajas temperaturas —un proceso que las mantiene viables por lo menos unos 100 años. Para reforzar la seguridad, unaparte de la colección de germoplasma del centro se mantiene en bancos de genes en Noruega y Corea del Sur.

El centro analiza la diversidad genética y la caracterización molecular de germoplasma seleccionado a fin de identificar marcadores y mapas genéticos unidos a importantes rasgos agronómicos, tales como la resistencia a la enfermedad, el alto valor nutricional y la tolerancia al estrés. “Esto mejora significativamente la eficiencia de los programas de reproducción, para que así los genes claves puedan identificarse a fin de convertirlos en linajes mejorados a través de la introgresión”, dice Ebert. Cada año, el centro distribuye alrededor de 10.000 muestras de semillas a los investigadores de todo el mundo. Durante las cuatro últimas décadas, ésto ha llevado a la reproducción y liberación de cientos de variedades de verduras que prometen beneficiar a los países en desarrollo.

Ebert señala que el proyecto más grande del centro, Reproducción de verduras y sistemas de semillas para la reducción de la pobreza en Africa, ha desarrollado más de 90 linajes superiores de verduras con polinización abierta para Africa subsahariana, y ha trabajado con las compañías  locales en la producción de las semillas de estas plantas para los pequeños agricultores. “Virtualmente no ha habido reproducción de verduras mejoradas,  aparte de la realizada por el sector público, para Africa subsahariana durante décadas, por lo que los pequeños agricultores no han podido mejorar sus producciones, y las pequeñas compañías de semillas apenas han mejorado el producto que venden”, dice.

Al establecer el programa para Africa subsahariana, el centro pudo aprovechar su compromiso a largo plazo con la industria de las semillas de verduras en Asia, ya que alrededor de tres cuartas partes de las compañías de semillas de verduras asiáticas utilizan linajes del AVRDC. “Este proyecto está basado en nuestra experiencia trabajando con pequeñas compañías de semillas en Asia, que tienen un mercado específico produciendo semillas de calidad de variedades de verduras superiores con polinización abierta para los pequeños agricultores, el cual no es un mercado de interés para las multinacionales”, dice Ebert.

Las organizaciones humanitarias también solicitan los kits de semillas que ofrece el centro para las operaciones de ayuda en caso de desastres. Willie Chen, especialista asistente con el grupo de Diseminación de Tecnología Mundial del centro, indica que los kits de ayuda en caso de desastre incluyen semillas de variedades de verduras adaptadas localmente,  ricas en nutrientes y de rápido crecimiento. El centro también brinda la información técnica en idiomas locales sobre la producción de verduras, la preparación de alimentos y los métodos de preservación. A partir de 2000, el centro ha distribuido más de 35.000 kits de semillas para desastres a las agencias humanitarias que realizan esfuerzos de ayuda en varios países.

Después que el Tifón Morakot causó daños serios y pérdidas de vida en el sur de Taiwan en agosto de 2009, por ejemplo, el centro respondió a la solicitud de World Vision Taiwan, distribuyendo casi 130 kilogramos de semillas a 32 aldeas en la zona afectada en los cuatro meses siguientes al tifón. “Cuando los desastres naturales destruyen los sistemas de producción de alimentos, las verduras pueden ayudar a reconstruir los suministros locales de alimentos y brindar nutrición a los sobrevivientes”, dice Chen.

En el área de la producción, los agricultores han luchado contra los enemigos, que son las enfermedades, virus e insectos desde los inicios de la agricultura. “A los humanos les gustan las verduras porque tienen buen sabor, y son nutritivas, pero las pestes y enfermedades sienten lo mismo”, dice Keatinge. “Nuestros problemas se encuentran en su índice de rapidez de mutación, y el potencial de que el calentamiento global provoque más generaciones de insectos dañinos por año”. Por lo tanto, la investigación sobre las variedades y linajes de verduras en desarrollo con resistencia mejorada a las enfermedades, tolerancia al calor y capacidad de soportar otros agentes causantes de estrés, ha sido siempre una prioridad para los laboratorios del centro.

 

El desarrollo de técnicas de gestión post-cosecha por parte del centro garantiza que las verduras de mejor calidad lleguen al mercado. (Cortesía del AVRDC --El Centro Mundial de las Verduras)

Entre tanto, el centro desarrolla métodos de producción eficiente y segura para los agricultores pequeños en diferentes regiones. Chen señala que mientras que los agricultores deben proteger los cultivos de las pestes y enfermedades, el uso errado de pesticidas es un serio problema en los países en desarrollo. Por ello, el centro hace un gran esfuerzo en ayudar a los agricultores a que adopten técnicas administrativas y mecánicas de cultivos para luchar contra las pestes y enfermedades bacterianas, fúngicas y virales. Un andamio de bambú cubierto con malla protectora, por ejemplo, puede salvar a las plantas de ser destruidas por chubascos o comidas por las aves; mientras que la rotación de cultivo de ciertas verduras con el arroz puede eliminar la mayoría de los insectos que causan daños a las verduras, ahogándolos cuando los arrozales son inundados. “Estos métodos han sido adoptados por los agricultores taiwaneses durante mucho tiempo, pero son nuevos para los agricultores de países en vías de desarrollo”, dice Chen. “En realidad, estos métodos son de bajo nivel tecnológico, pero esa es exactamente la razón por la que pueden copiarse fácil y económicamente”.

La gestión después de la cosecha también tiene un gran impacto en la calidad de las verduras y las ganancias del agricultor. “Las verduras cosechadas están aún vivas”, dice Mecozzi. “Ellas respiran y envejecen, y pueden dañarse fácilmente sin los tratamientos apropiados después de la cosecha”. Las pérdidas después de la cosecha del 9 al 25 por ciento de la cantidad dada de producción son comunes, y pueden superar el 40 por ciento en algunos lugares. Los agricultores deben cargar con estos costos como precios agrícolas de entrada reducidos (el monto que los agricultores reciben realmente por sus productos), y por los consumidores como los precios de compra aumentados.

Para garantizar la entrega de verduras más saludables del campo al mercado, el centro ha desarrollado varias tecnologías simples y económicas de gestión post-cosecha. Una de éstas es un hidro-refrigerador portátil que ralentiza el proceso de maduración. Cuando se usa con los tomates, por ejemplo, el refrigerador retrasa que los tomates se vuelvan rojos y mantiene su calidad. El refrigerador tiene una estructura hecha con tubos de hierro galvanizado y un revestimiento de listones de bambú tejido y paneles de plástico. Se agrega agua y hielo para producir el efecto de enfriamiento.

Mecozzi dice que los estudios han mostrado que en muchos países en desarrollo, las mujeres son responsables del cultivo y la venta de verduras, mientras que los hombres suelen cultivar más a menudo los alimentos básicos. “Las mujeres cultivan verduras en jardines caseros para el uso familiar y para vender en el mercado, brindando una importante fuente de nutrición e ingreso”, dice. “Con frecuencia, las verduras son la única fuente de dinero efectivo para las mujeres, que lo usan para el bienestar de sus familias”. Por lo tanto, mejorar la producción de los pequeños agricultores y la gestión post-cosecha de las verduras puede traer beneficio directo a las mujeres en estos países.

Mejorando las destrezas

Aunque las mejores tecnologías de producción son útiles, los agricultores deben perfeccionar una amplia gama de destrezas para producir exitosamente y mercadear sus cultivos. Para enseñar estas destrezas, el centro ha estado brindando cursos de formación por más de 20 años en Africa y más de 30 años en el Sudeste de Asia. La duración de los cursos para los agricultores oscila típicamente entre dos días a tres semanas.

El centro también brinda cursos intensivos a largo plazo de tres a cinco meses para los investigadores locales. Estos cursos ofrecen una de las escasas oportunidades para el desarrollo profesional a precio razonable a los investigadores que entrenan en servicio, tanto de los sectores público como privado. Una serie de redes de investigadores, que han tomado los cursos, se han desarrollado en países en Africa y Asia, y en muchos casos los investigadores han logrado hacer contribuciones significativas al desarrollo de la industria agrícola en sus países respectivos. El estudio realizado por el centro sobre el impacto de dos décadas de este entretenimiento en el Sudeste de Asia mostró que, redujo la pobreza, aumentó los ingresos y la salud de los agricultores, y contribuyó a un mejor entorno a través de la adopción de prácticas de producción más sostenibles.

 

El centro ha ofrecido durante décadas cursos de entrenamiento en el campo para los investigadores locales y agricultores. (Cortesía del AVRDC --El Centro Mundial de las Verduras)

El centro está también ampliando sus programas educativos para los niños. Por ejemplo, en 2013, la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación comenzó a financiar el proyecto llamado Las verduras van a la escuela: Mejorando la nutrición a través de la diversificación agrícola. El centro administra el proyecto, y tiene planes de ejecutarlo en tres fases durante un período de nueve años para tratar la desnutrición, particularmente entre los niños, mediante el establecimiento de programas de jardines de verduras en las escuelas en Bhutan, Burkina Faso, Nepal y Tanzania. Para garantizar un amplio apoyo para estos jardines de verduras en cada país, el proyecto reunirá representantes de alto nivel de los sectores locales, incluyedo el agrícola, sanitario, y el educativo. La iniciativa está también desarrollando una plataforma interactiva basada en Internet donde los estudiantes, socios de proyecto, administradores de escuela y maestros pueden informarse acerca de los datos sobre la salud y la cosecha, postear mapas y fotos, y compartir métodos y técnicas de cultivo.

A finales de la primera fase del proyecto, que terminará en 2015, se calcula que 6.000 niños en cada país participante habrán aprendido sobre la importancia de una dieta diversa, equilibrada y nutritiva, además de cómo cultivar y preparar verduras saludables. “Las escuelas han sido seleccionadas como los puntos de entrada porque ofrecen un entorno ideal para familiarizar a los niños con los valores y hábitos que promueven la salud”, dice Keatinge. “Integrando los jardines de verduras con otras iniciativas escolares sobre la salud, nutrición, sanidad y el medio ambiente, se pueden reforzar importantes mensajes que promueven un cambio de comportamiento a largo plazo entre los estudiantes, sus familias y comunidades”.

Encontrando el equilibrio

Los científicos y profesionales de la organización han colaborado con los agricultores para investigar y desarrollar variedades cultivadas bien adaptadas, así como tecnologías que aumenten la producción y los ingresos en los países en vías de desarrollo. Sin embargo, hallar el equilibrio entre la investigación y el desarrollo no ha sido una tarea fácil. Según Keatinge, para el centro es más fácil atraer fondos para el trabajo de desarrollo que para la investigación. “La investigación de alto nivel puede tardar décadas para que produzca resultados”, dice Keatinge. “Muchos de nuestros donantes, por desgracia, prefieren los resultados inmediatos”.

Un reto aún más grande surge del hecho de que la investigación de las frutas y verduras no ha recibido suficiente financiación en el mundo durante los últimos 50 años. La mayor parte de los fondos se invierte en los cereales básicos, porque los gobiernos están mucho más preocupados por lograr la seguridad alimentaria que por obtener la seguridad nutricional, aunque esta última sea igualmente importante. Como ejemplo de esa disparidad, Keatinge indica que el presupuesto anual para el Instituto de Investigaciones del Arroz –una organización internacional independiente de investigación y entrenamiento con sede en Filipinas– es de más de US$100 millones, mientras que el de su organización es solamente alrededor de US$15 millones.

Si no se puede lograr un cambio fundamental en la conciencia sobre la nutrición, y los fondos relacionados no se aumentan, Keatinge cree que aunque el mundo pueda alimentar a su población en el 2050, relativamente poca gente gozará de una dieta equilibrada apropiada. “Esta es una tragedia que actualmente está a punto de ocurrir”, dice.

En octubre de 2013, el centro celebró la finalización de su cuarta década de esfuerzo procurando mejorar la vida y salud de la gente en Africa, Asia y Oceanía. “Aunque nuestro trabajo de 40 años aún no ha terminado, sí representa un importante avance hacia la meta de que los pobres tengan acceso a la prosperidad, y de lograr la salud para todos”, dijo Keatinge en el discurso de inauguración. Taiwan, como anfitrión de la sede del centro, está orgulloso de haber contribuido a ese progreso y continuará trabajando con el centro para garantizar que más gente en más países pueda compartir los maravillosos beneficios de las verduras.

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