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Artista innovador desea preservar historia en asfalto

06/01/2007
Chiu Hsi-hsun demuestra su técnica para pintar a Bodhidharma en el Centro Cultural de Sanchong. (Chen Mei-ling)

Conforme los trabajadores llenaban un hoyo en la carretera de Jioufen una tarde de primavera en 1979, la mayoría de las personas se apresuraban a pasar por allí sin dar una segunda mirada, más que todo para evitar respirar el asfixiante olor del asfalto caliente o mancharse los zapatos con éste. Sin embargo, Chiu Hsi-hsun estaba intrigado. Observó cómo la carretera recién cubierta brillaba a la luz de sol, y como artista, se preguntó de qué forma se podría utilizar el asfalto como medio para expresarse a sí mismo.

Hasta ese momento, Chiu se había dedicado principalmente a la caricatura; desde entonces, rara vez ha pintado con otra cosa que no sea este viscoso líquido bituminoso. Para celebrar este hecho, el 1º del mes pasado se inauguró una exhibición con 101 obras suyas hechas de asfalto durante este período, en el Centro Cultural de la Ciudad de Sanchong.

No obstante, su transición no fue tan sencilla como parece. Este caricaturista nació y vivió en el tranquilo poblado de Tongsiao en el distrito de Miaoli, y dado que dibujaba rápidamente, podía completar un libro de tiras cómicas en un día. La mayoría de sus pasquines contaban las vidas de la gente común y corriente, reflejando un estilo humorístico y hasta irónico. Esto le ganó el sobrenombre de Shan Ba, que suena como "tres ocho", el calificativo común para gente algo extrovertida y un poco loca.

Sin duda fue esta misma actitud abierta para experimentar nuevas cosas la que lo estimuló para tomar esa carretera de asfalto de Jioufen como una encrucijada en su vida artística. "Cuando vi la cubierta de asfalto, me sorprendió el efecto de las líneas, un efecto único que no podía ser logrado con las pinturas al óleo o en acuarela. Sobre todo, reflejaba muy bien la luz", cuenta Chiu acerca de su momento de eureka.

Como caricaturista, Chiu tiene una especial afinidad por las líneas. No obstante, descubrió rápidamente que el punto de ebullición a más de 100 grados Celsius del aceite bituminoso era demasiado caliente para que metiera sus pinceles. Un corto período de experimentación lo llevó a su actual técnica, en la cual usa cuchillos y cucharas. Otros problemas iniciales incluyeron ser incapaz de controlar la difusión del aceite en su lienzo y que grietas aparecían conforme el aceite se enfriaba en su congelador. Por ello, experimentó sin descanso con materiales desde el caucho crudo al estereofón; no obstante, el líquido goteaba como agua y no se adhería apropiadamente. Como explica Chiu: "Originalmente estaba dibujando un perro, pero al terminar era un gato". Finalmente, recibió la ayuda del químico Guo Cong-tian, quien propuso añadir una resina. Esta ofrecía al artista mayor elasticidad y resolvía el problema de las grietas.

El siguiente problema de Chiu provino de dentro de la comunidad artística de Taiwan, que no aprobaba "su desacato a la pintura al óleo y su destrucción de la esencia del arte". Se persuadió a sí mismo de que ésto era simplemente porque ellos no comprendían sus obras o, tal vez, estaban celosos de ellas. Chou continuó con su trabajo, diciéndose a sí mismo que los artistas deben permitirse un amplio espacio para la creatividad de su imaginación, y que el éxito o el fracaso era un asunto aparte.

Como resultado, irónicamente, el éxito temprano de Chiu se dio fuera de Taiwan. Cuenta que sus obras, exhibidas en Norte y Centroamérica, Europa y Asia, fueron recibidas con amplia aceptación, incluyendo por Su Santidad el Papa Juan Pablo II y el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton.

Chiu afirma tener un fuerte sentido de responsabilidad social, que en su caso, se manifiesta en la preservación del arte en edificios y características culturales que estén a punto de desaparecer. Ha viajado mucho, a Jioufen, por ejemplo, y la Isla de las Orquídeas (Lanyu), hogar de los aborígenes Yami, impulsado por su deseo de plasmar las escenas fielmente vistas a través de sus ojos. Señalando una pintura de un puesto de fideos callejero, completo con gente haciendo fila bajo un árbol, cuenta que el alcalde de la ciudad de Sanchong, Lee Chien-lung, la compró, diciendo que le recordaba su niñez, cuando una taza de fideos caliente era uno de los pocos remedios disponibles cuando uno estaba resfriado.

Chiu recuerda que se sintió atraído a pintar figuras religiosas tales como Jhongkuei, místico exorcista y cazafantasmas; y Bodhidharma, el misionero hindú del que se dice introdujo el budismo Zen en China continental-- "cuando comencé a entender las características del asfalto gracias a sus barbas ensortijadas". Confiesa que casi "estuvo harto de dibujar a Jhongkuei", pero continúa "porque es una compra muy popular ya que a la gente le gusta colgar su pintura para asustar a los fantasmas". Chiu agrega que si bien los coleccionistas del extranjero prefieren los tonos negros y cafés de los colores originales del asfalto, a los taiwaneses les gusta añadir colores atractivos para acrecentar el ambiente festivo. "Las pinturas que hice para el Papa y Clinton son de un solo color; a la gente de aquí le gusta tener colores brillantes".

Ciertamente, Chiu toma en cuenta a su audiencia en potencia y admite que no es un artista que vive en un mundo idealizado. No obstante, su actitud hacia la pintura es espontánea. "La creación es algo natural. Cuando llega el momento, actúas naturalmente", declara. "No pongas atención a las teorías; déjalas de lado. Mientras que las personas comprendan lo que quiero decir, es suficiente".

Lo que Chiu quiere decir --lo que le atañe principalmente-- son los asuntos locales. Trascendiendo las diferencias en ingresos o educación, las personas de todas las edades y estratos sociales aparecen en sus obras y también las aprecian.

A pesar de que Chiu afirma que intentó crear pinturas abstractas, descubrió que era más difícil expresar sus ideas, lo cual es muy importante para él. "Mi suegro es un pintor abstracto", relata Chiu. "Siempre que hace una exhibición, se pelea con la gente".

Chiu cuenta una conversación que escuchó entre su suegro y un anciano durante la inauguración de una de sus exhibiciones. El anciano dijo que las pinturas estaban vacías, a lo que el artista replicó que estaban llenas de significados y que el hombre debía leer más libros. A este argumento, el anciano replicó "Si necesito leer libros para ver sus pinturas, ¿para qué pierdo mi tiempo aquí?"

Según el suegro de Chiu, no era necesario dibujar un árbol ya que el árbol ya existía. Sería mejor expresar los árboles en su corazón. Sin embargo, para Chiu, pintar los objetos comunes que existen alrededor de él funge como un registro histórico, lo que también conmueve a su público, a quienes invita de esta forma a su corazón.

Por un lado, pasó su vida plasmando los viejos recuerdos y la cultura popular para preservarlos; por otro lado, alcanzó esta meta al crear un medio completamente nuevo para la expresión artística. Chiu es el primero en reconocer la ironía que yace en el corazón de su arte y su público sonríe con él.

Traducido del Taiwan Journal por Silvia Villalobos

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