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Wang Pan-youn intenta alcanzar la perfección solar

26/07/2001
Edificio de varios pisos, pintada por Wang en 1995. Esta y otras 87 pinturas al óleo y acuarelas del artista nonagenario fueron exhibidas recientemente en el Museo Nacional de Historia. (Fotos del Museo Nacional de Historia)

“Cada vez que sabía que Celia iba a venir, guardaba su pintura”, dice la esposa del artista. Celia Huang es miembro de la comunidad artística de la isla y siempre se dedicó a ver lo último que el pintor creaba. Esconder sus pinturas sigue siendo el juego favorito de Wang Pan-youn. Todavía es tímido para mostrar sus obras, y solamente pinta para satisfacer su instinto artístico. Sin duda, el acto de pintar le da consuelo. Mantener sus obras en secreto es la única manera en que el sensible artista puede evitar sentirse vacío.

Durante una reciente exhibición en el Museo Nacional de Historia, Wang explicó que el juego data de varias décadas, cuando realizó su primera exposición individual. Todas las pinturas fueron compradas por estadounidenses. Aunque algunos consideren que ese debut fue exitoso, el artista aún agoniza por la pérdida de sus primeras obras, que vendió por razones económicas. Y espera que algún día regresen a él. Desde entonces, siente renuencia a vender su arte.

Su última exhibición se denominó En búsqueda de la perfección solar e incluyó 58 pinturas al óleo y 30 acuarelas. El nombre se deriva de la imagen del sol que frecuentemente aparece en las obras de Wang. El artista recuerda nostálgicamente su niñez cuando contempla el sol. La razón por la cual usa esta imagen predominantemente en sus obras se debe a que el sol representa permanencia. “Nunca cambiará”, dice Wang.

“El sol es el alma del universo. Si desaparece, todo el universo desaparecerá también”, explica el artista. “Además, me gusta el color rojo del sol”. Aunque Wang fue un respetado profesor de Bellas Artes en un colegio secundario del distrito de Ilan, no era muy popular en el panorama artístico local. Miembros de la comunidad artística lo buscaron después de que sus obras dejaron una primera impresión favorable. Joseph Wang, profesor de Bellas Artes de la Universidad Normal de Taiwan, indicó que inmediatamente se enamoró de las pinturas de Wang en una exhibición realizada hace varios años en la Galería Metafísica.

“Poseen una cualidad especial”, explicó el profesor. “Una (obra) quizás revele soledad y tristeza, pero a la vez una fuerza de vida permanece escondida en el fondo”.

El día de la exhibición, el profesor se sintió obligado a escribir los siguientes versos para el artista tras ver sus pinturas:

He buscado y buscado en el ilimitado mar azul,

Vagando solo en la fría lluvia y el fuerte viento,

Me digo que no debe sentirme triste ni deprimido,

Sino transformar mi lamento en orgullo.

Las obras de Wang, explica el profesor, hablan por sí mismas: la amargura es belleza, y la soledad, arte. El considera los logros artísticos de Wang como el resultado de largos años de sufrimiento y una vida de soledad. “Su calidad artística no está enlazada a ninguna forma de placer sensual, ni puede ser calificada de romántica ni sensacionalista”.

El profesor explicó que en los primeros días antes de que las pinturas de Wang atrajeran mucha atención, él dependía de las recomendaciones de artistas ya establecidos como Li De, Max Liu, y Hu Chie, quienes pudieron reconocer y apreciar su talento.

El profesor señaló que Wang intenta narrar las experiencias de su vida mediante la perspectiva objetiva de una tercera persona. Este punto de vista añade una delicada y excelente calidad a la belleza amarga de sus pinturas. Por ejemplo, su acuarela Fuga (1951) describe a un perro negro solitario corriendo descontrolado, pero tan ligeramente, por una tierra de fantasía y caóticos bloques verdes y grises, que sugieren montañas en una pradera.

“¿Hacia dónde corre el perro y por qué? ¿Corre hacia el futuro distante? ¿Busca a su amo? ¿Disfruta solamente la excitante emoción de correr libre? ¿Correrá solo siempre? Todas estas preguntas están relacionadas a la vida de Wang. La imagen del perro corriendo en el campo representa sus pensamientos sobre la vida”, explicó el profesor Wang.

El artista reconoce que los mastines tibetanos, los pastores alemanes y otros perros en su pueblo natal fueron sus únicos compañeros de juego cuando era niño.

“He vivido una vida de trauma y tortura”, dijo el pintor en la inauguración de la muestra. “Pero no culpo al cielo ni a la gente de mi infortunio. No me quejo ni soy religioso, pero sigo a la razón, que es parte del ciclo natural de la vida”, indicó Wang. “Uno no puede ir contra la naturaleza”.

La vida traumática y atormentada de Wang empezó en 1912, cuando nació en el seno de una familia acaudalada en China continental.

Tras la muerte de su madre, cuando el pintor contaba con quince años de edad (su padre había muerto doce años antes) los parientes que quedaron criticaron sus sueños de convertirse en artista y se negaron a darle apoyo. El congelamiento de sus finanzas fue el precio máximo por elegir esa vocación. Se le negó la vida extravagante y la riqueza que sus parientes disfrutaban, una vida que él asemejó a un nenúfar solitario en un estanque: algo que él podía observar, pero nunca tocar.

El sensible y joven Wang pronto se sumió en una vida de soledad. Sufrió hambre y una amarga realidad. Su único consuelo era su concentración e indulgencia en el arte, en donde podía hacer a un lado el dolor de la vida.

En la década de los 40, Wang empezó a llevar una vida sencilla en el distrito de Ilan, donde pintó obras tales como Perro corriendo solitario, Barca, Puesta de sol roja, Hombre aislado y Ave.

Wang cree que uno debe seguir su propio camino. “Nadie puede ir contra los principios morales del Cielo. Si arruinas a otros, te arruinas a tí mismo. Todo manifiesta que tu mente es demasiado cerrada”, dijo. “Por lo tanto, me gusta crear un gran espacio en mis obras. Al hacer cosas y tratar con la gente, necesito tener suficiente espacio”, explicó Wang.

“Uno siempre debe decir algo que sea útil e importante, sin hacer perder el tiempo a otros. También pinto así. Lucho por la simplicidad. Me gustan las cosas simples”.

Huang Kuang-nan, director del Museo Nacional de Historia, dijo que la pintura de Wang expresa la voluntad de salir, y la oportunidad de quedarse. Señaló que la atmósfera de vacío, simplicidad, ligereza y lejanía siguen siendo las claves de las variaciones temáticas de Wang, especialmente en obras tales como Una choza, Puerto de Suao, Rocío del romper de las olas, Velas retornando y Buitre solitario.

Huang indicó que las obras de Wang parecen murmurar el monólogo vacilante y resentido del artista, quien se aferra a los principios de los literatos chinos. Estos principios no solamente dan forma a sus pinturas sino también a la forma en que se conduce a sí mismo. E irónicamente, integran una jaula creada por el artista en su proceso de creación.

En la apertura de la exhibición, Yu Kwang-chung, un famoso poeta y profesor de Literatura, recitó a los presentes un poema llamado Obsesión, que él mismo escribió el año pasado tras su primer encuentro con las pinturas de Wang.

Aunque trates de alcanzarla, muy alto voló la luna;

Aunque implores, muy hondo se hundió el sol;

Aunque busques, hace mucho se perdió la casa.

Aunque persiga el perro;

O que cace el solitario ganso salvaje,

En todo el crepúsculo oscuro,

Sólo queda el frágil horizonte,

Pareciendo roto y continuo,

Un cabo suelto en tu sueño,

Y el otro, atado a tu mano...

El artista Shaih Li-fa explicó que los personajes figurativos de Wang, especialmente las mujeres, no poseen musculatura y parecen haber sufrido un cambio. Parece que las figuras no tienen ni pelo ni huesos, sino sirven más bien de lenguaje estilístico.

Shaih indicó que a diferencia de las formas femeninas suntuosas y seductoras descritas en el arte figurativo occidental, Wang obviamente ya ha transformado la forma humana orgánica en un estado poético habitable. Dado que se ha extraído la sensación de peso y dimensión, el sentido de textura igualmente es extinguido. Este endurecimiento, que mantiene al observador a cierta distancia, produce una condición de difícil separación. Esta manera insalvable, representa una barrera psicológica intangible entre el artista y el observador, concluyó Shaih.

Traducido por Maria Francisca González de Taipei Journal

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