07/05/2024

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La mancha del opio en China

06/07/2004

Durante casi tres milenios, China permaneció aislada del mundo exterior y vivió encerrada con una cultura, autosuficiencia, y sistemas político y social propios. Su primer contacto formal con Occidente ocurrió durante la primera mitad del siglo XIX, y fue un encuentro violento.

En 1839, Lin Tse-hsu fue comisionado por el Emperador Tao-kuang para prohibir el consumo del opio en China. A su llegada a Cantón (Guangzhou), Lin ordenó la destrucción de los depósitos de la droga, incurriendo en represalias por parte de los británicos. A raíz de este incidente, estalla la nefasta Guerra del Opio.

En un esfuerzo por despertar una mayor conciencia pública sobre los efectos dañinos de las drogas, el Museo Nacional de Historia, ubicado en la ciudad de Taipei, inauguró recientemente una exposición sobre ese oscuro episodio histórico. La exhibición, con el sugestivo título Siglos de manchas del humo: Lin Tse-hsu y el movimiento anti-droga, es un nostálgico viaje retrospectivo hacia un pasado triste en la historia de China.

La magnífica muestra ha sido posible gracias a la colaboración de la Asociación para el Intercambio Educativo y Cultural de China; la Fundación Lin Ze Xu, con sede en Fukien (Fujian), China continental; el Ministerio de Educación, el Buró de Investigaciones y el Instituto de Medicina Forense, ambos subordinados al Ministerio de Justicia; y el Buró Nacional de Drogas Controladas.

Un coleccionista privado, Wang Du, proporcionó casi la mitad de los objetos exhibidos. Wang comenzó su colección hace muchos años, cuando recorría una tienda de antigüedades y encontró una pipa para fumar opio artísticamente ornamentada. Cautivado por su belleza, decidió comprarla y al indagar más acerca de su origen, se despertó su interés por los artefactos relacionados con el pasado consumo del opio en China. Para la presente muestra, Wang ha prestado más de cien objetos de su colección privada.

El resto de los objetos mostrados han sido prestados por la Fundación Lin Ze Xu, y una muestra complementaria sobre el problema del narcotráfico y la drogadicción ha sido preparada por el Ministerio de Justicia.

La parafernalia utilizada para el consumo del opio en China era sumamente elaborada y cada pieza es virtualmente una exquisita obra de arte. En vez de ser un rústico utensilio para fumar, la mayoría de las pipas eran artísticamente adornadas con incrustaciones de piedras preciosas y delicados grabados.

Junto con las pipas, existía todo un juego de accesorios para guardar, machacar y calentar el opio. También había una serie de instrumentos para raspar y limpiar las pipas. Todos elaborados con fina habilidad artesanal e intrincados diseños.

Sin embargo, la más refinada ornamentación artística en esos intrumentos no logra ocultar el maligno propósito del uso de los mismos. El opio es la pasta amasada y comprimida que se obtiene del jugo lechoso que se extrae del fruto inmaduro de la adormidera (Papaver somniferum). Su nombre proviene del griego opos, que significa zumo o jugo. Al fruto verde se le practican incisiones superficiales donde rezuma la sustancia lechosa que, al contacto con el aire, se torna oscura y consistente.

Los chinos siempre habían utilizado la adormidera con fines medicinales, pero en el siglo XVI, los árabes les transmitieron el arte de escarificar las cápsulas de amapola y con ello, el uso recreativo del opio. La costumbre se volvió tan popular que las grandes importaciones de adormidera terminarían desequilibrando las prósperas finanzas chinas por primera vez en su historia. En 1729, el emperador Yung-cheng promulga un edicto prohibiendo la importación del opio.

La prohibición da inicio a la introducción cladestina del jugo de adormidera. Al inicio, fue financiado por los portugueses. Posteriormente, la East India Company, empresa inglesa que tenía el monopolio exclusivo sobre las plantaciones hindúes, interviene en el negocio ilícito de la droga a partir de 1773 e incrementa considerablemente el tráfico. Pese a un segundo edicto en 1796, que aplica la pena capital a los contrabandistas y dueños de fumaderos, la cantidad de opio contrabandeado sigue aumentando.

El opio de contrabando era trocado a lo largo de las costas chinas por lingotes de oro o de plata y obras de arte antiguas, ya que éstas empezaban a estar en boga en Europa. Incluso se conoce de médicos de reputación en aquella época que se dedicaron al sucio negocio del trueque ilícito de opio por objetos de valor. Se calcula que en 1880, las importaciones chinas del opio pasaban de las 6.500 toneladas al año y la población adicta en más de 15 millones.

En la primavera de 1839, ante el alarmante y desenfrenado abuso del comercio del opio, causante de trágicos estragos en millones de familias de China, el Emperador Tao-kuang envia a Lin Tse-hsu como comisionado imperial para combatir esta terrible plaga. Ingenuamente, Lin envía una carta a la Reina Victoria de Inglaterra, aconsejándole, con vastos argumentos morales, a ordenar la prohibición del tráfico del opio en China.

La carta es leída con asombro en Inglaterra y enviada para deliberación a la Cámara de los Comunes, que en una moción aprobada por mayoría absoluta, asegura que resulta "inoportuno abandonar una fuente de ingresos tan importante como el monopolio de la East India Co. en materia de opio."

Ante el fracaso de su bien intencionada misiva, Lin decide aplicar mano dura al asunto y ordena un operativo contra el tráfico. Los más importantes comerciantes de opio son detenidos y condenados a muerte, y más de 20.000 cajas de opio son confiscadas y quemadas. Así, se lleva a cabo la primera y más impresionante destrucción de droga en la historia universal.

Los comerciantes ingleses declaran ante el gobierno británico que su mercancía ha sido quemada por orden del Emperador, y exigen una satisfacción en lo personal y sobre todo, en lo económico. El parlamento británico se reúne urgentemente y, después de 271 votos a favor y 262 en contra, se ordena declarar la guerra a China.

La guerra se inició el 3 de noviembre de 1839, con el ataque de la flota británica a la armada china en Hong Kong. China no estaba preparada para hacer frente a la formidable maquinaria militar del Imperio Británico y perdió la guerra. El 29 de agosto de 1842, se firma el Tratado de Nanking entre China y Gran Bretaña, que pone fin a lo que históricamente se conoce como la Primera Guerra del Opio. Con este tratado, Inglaterra obtiene la cesión de Hong-Kong, así como la apertura al comercio inglés de cinco ciudades chinas.

La Segunda Guerra del Opio (1856- 1860) fue un enfrentamiento bélico de China contra una fuerza expedicionaria de Inglaterra y Francia, después de que los chinos se negaron a ceder ante la presión británica de legalizar el opio y permitir el acceso a otros puertos en el interior. El conflicto terminó con la firma del Tratado de Tientsing, rubricado en 1858, que abrió 11 puertos más a las potencias occidentales y legalizó la importación del opio.

La Guerra del Opio constituyó un punto de viraje para la historia china. Como la corte Ching era corrupta e incapaz, buscó una y otra vez la reconciliación con los agresores y terminó firmando tratados en términos de desigualdad con las potencias imperialistas de ese entonces, documentos formales que humillaban a la nación y hacían perder la soberanía del Estado. Pero, lo más grave, fue la introducción del flagelo de la drogadicción, que persiste hasta nuestros días.

Si bien el consumo del opio ya ha pasado a ser un siniestro capítulo de la historia china, empero, el problema de la drogadicción ha sido exarcebado con la aparición de narcóticos y estupefacientes artificiales con efectos mucho más nocivos para la salud. Con la drogadicción viene también una serie de crímenes y delitos asociados, incluyendo el narcotráfico, la prostitución y la aparición de organizaciones criminales.

Texto y fotos de Luis M. Chong L.

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