04/05/2024

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Los colores de Formosa

16/09/2000
Las obras de Yang Hsing-sheng son clasificadas dentro del estilo hsiangtu. (Huang Chung-hsin)
En una sala de exhibiciones en el sexto piso de un centro de compras en el este de Taipei, Yang Hsing-sheng monta una exhibición individual de sus pinturas al óleo, titulada Apreciando Formosa. Todas las obras exhibidas muestran algún aspecto de la isla: arrozales, tranquilos puertos pesqueros, playas rocosas, casas de campo destartaladas. “La Isla Hermosa está en peligro de desaparecer en el olvido gracias a una mezcla de cultivos excesivos, desarrollo económico y desastres naturales”, dice él. “Trato de conservar tanto como sea posible su belleza en la única forma que yo sé: pinceles y lienzos”.

La determinación de Yang de representar imágenes que evocan la identidad única de Taiwan definitivamente clasifica sus obras en el estilo hsiangtu (nativista). Pero aunque habla mandarín con un fuerte acento taiwanés, de hecho no es un nativo de la isla. El nació en 1938 en el seno de una familia campesina de la provincia de Kiangsi, en China continental. Sin embargo, para el joven Yang su pueblo natal, el distrito de Ruijin, parecía ser más un campo de matanzas que un hogar. Mientras crecía, fue testigo de escaramuzas entre los caudillos, y batallas entre las fuerzas chinas y japonesas. En el transcurso de tres décadas, estas facciones enfrentadas lograron reducir la población del distrito de 700 mil a 300 mil. “Es una experiencia que me hubiera gustado olvidar, pero que nunca se desvanece”, dice Yang. “Obviamente, ha tenido una influencia muy grande en mi manera de pensar y actitud hacia la vida”.

Los colores de Formosa

Pintura abstracta sin título (2000) 130 x 97 cm. (Fotos cortesía de Yang Hsing-sheng)

Afortunadamente, hubo momentos más suaves. Uno de los ayudantes de la granja llevaba al niño en expediciones para hacer esbozos. Dibujaba los campos de la familia, las casas a sus alrededores, los árboles y las flores de su lugar nativo. Los materiales eran escasos pero las piedras y las paredes probaron ser toscos sustitutos de pinceles y lienzos.

Luego el gobierno del Kuomintang decidió trasladarse a Taiwan, y la lucha terminó finalmente. Pero los días felices que Yang había conocido terminaron el día que tuvo que dejar su hogar. Se encontraba en una lista negra de los comunistas porque su padre se había unido al ejército nacionalista, así que se vio obligado a escapar. Llegó a Taipei vía Hong Kong en 1952.

En Taiwan, Yang estudió mandarín con un profesor taiwanés nativo, lo que explica su fuerte acento local. Después del bachillerato entró al Departamento de Bellas Artes de la Universidad Nacional Normal de Taiwan. El describe ésto como un “tipo de promesa” entre sus ideales y el mundo real. La pintura era algo a lo que quería dedicarse, pero prepararse para ser profesor era la realidad, ya que en esos tiempos nadie en Taiwan esperaba ganarse la vida sólo mediante el arte.

En 1967, tres años después de graduarse de universidad, Yang fue a Estados Unidos para continuar sus estudios. Pero indica que no esperaba que estudiar para obtener un título le quitaría lo divertido a la pintura, y cuando no hay diversión, uno se aburre pronto.

En un esfuerzo para corregir eso, invirtió en una galería en Hollywood; era una empresa pequeña, pero le ayudó a entender mejor cómo trabaja el mercado del arte. Una lección, y quizás una muy importante, que esta experiencia le enseñó es que se requiere verdadero profesionalismo para hacer que el mercado funcione como es debido. Por ejemplo, los pintores deben aceptar que son responsables de pintar y nada más, y estar contentos de dejar que otros profesionales con el entrenamiento necesario cuelguen los resultados en los muros.

Los colores de Formosa

A la orilla del río Tamsui (1997) 62.5 x 60.5 cm.

Mientras aprendía sobre la administración de galerías, Yang descubrió que era imposible concentrarse en sus estudios. Se trasladó de escuela a escuela hasta que ingresó a New Mexico Highlands University. Cada verano, artistas de todo el mundo venían al pequeño pueblo cerca de la escuela a vender sus obras. Muchos de ellos podían vivir de lo que ganaban en los tres meses de verano, “Los envidiaba no sólo por sus logros artísticos sino también porque podían ganarse la vida haciendo lo que a ellos les gustaba”, dice Yang.

Algo que tuvo un profundo impacto en Yang ocurrió en Nuevo México. Un profesor invitado le dijo a los estudiantes que deberían enfocar en captar lo que sentían cuando contemplaban los alrededores que les eran más conocidos. “Repentinamente me di cuenta de que no necesitaba una maestría para pintar la Montaña Kuanyin (en las afueras de Taipei)”, recuerda el artista. “Y en ese momento todo el estrés desapareció. ‘Qué se vaya al diablo la maestría’, dije, y la pintura fue nuevamente tan fácil y placentera como debe ser”.

Así que Yang dejó sus estudios de posgrado y abrió otra galería, nuevamente en Hollywood. El lugar tuvo éxito. Cierto día un hombre entró y empezó a conversar de diversas cosas. Preguntó por qué Yang quería manejar una galería en Hollywood cuando no había un establecimiento similar en Taiwan. Yang, sin encontrar una respuesta, vendió la galería, empacó y se regresó a Taiwan en 1972. Más tarde ese año, abrió la primera galería de arte profesional en la Avenida Chungshan Norte de Taipei.

Aunque en ese entonces la mayoría de la gente estaba muy ocupada ganando dinero como para mostrar algo de interés en coleccionar arte, el personal militar de Estados Unidos estacionado en Taiwan representó una clientela fiable. Estimulado por este éxito, Yang procedió a abrir la Galería de Arte Lung Men en 1975, y tres más en los años siguientes.

El negocio disminuyó con la retirada de las tropas estadounidenses al final de la década, pero Yang no se dio por vencido en el mercado local. Sus galerías presentaron exhibiciones regularmente. La economía de Taiwan progresaba. Los empresarios y profesionales de la isla empezaron a comprar, al principio con cautela, pero pronto en mayor volumen.

Yang debió haberse sentido satisfecho. Pero no lo estaba. “Un magnate podía entrar y comprar toda nuestra colección”, recuerda. Pero no debe ser así. El arte no es solamente para los ricos, es para todos.

Taiwan no ha cultivado muchos profesionales de tiempo completo, y Yang cree que éste es uno de los principales factores que evita que la gente común desarrolle un interés en el arte. Muchos pintores están obligados a trabajar durante el día para alejar al lobo de la puerta. “Si posees una fuente de ingresos regular, puedes cobrar diez veces lo que tus obras valen, ganarte una reputación temible, y olvidarte del mercado”, explica. “Pero cuando necesitas vivir de lo que pintas, sabes que tienes que ofrecer tus obras a un precio razonable o no se venderán”.

Sometiendo el hecho a la palabra, a principios de la década de los ochenta Yang vendió todas sus galerías y decidió ser un pintor profesional dedicado. El estilo de vida como pintor de tiempo completo le parece ideal. “Lo único que tengo que hacer es lo que más disfruto y a la vez, ganarme la vida de ello”, dice.

Los colores de Formosa

Casa entre bambúes (1999) 53 x 45.5 cm.

Yang tiene un horario de trabajo irregular. Puede pintar durante largos períodos hasta que literalmente se queda dormido sobre la paleta, pero si ese día no tiene ganas de pintar, se encontrará jugando billar o pachinko hasta horas de la madrugada. Este patrón de trabajo sin estructura no le da una excusa para ser perezoso.

Aquéllos que aspiran a convertirse en pintores por profesión tienen que hacer ciertos sacrificios. “Una vida familiar no es realmente adecuada para alguien que está dedicando su vida al arte, trabajando horas irregulares”, dice. “No puedo dejar de hacer lo que estoy haciendo para cenar con la familia, pero tampoco es justo para ellos si estoy trabajando constantemente”.

Otra cosa que el pintor profesional debe aprender a enfrentarse es el estrés de no saber cuándo se venderá su siguiente obra. Muchos artistas tienen solamente una idea muy remota acerca de la administración financiera y pocos de ellos ahorran para cuando surja una necesidad. Yang ya ha experimentado cinco ciclos de auge y declive en su vida: en un tiempo era propietario de cinco apartamentos, pero ahora tiene que alquilar uno de un amigo. Estas dificultades no le preocupan para nada. “Una vez que hayas experimentado lo peor, las cosas sólo pueden mejorar”, dice. “Nada puede ser peor que todas aquellas masacres en Ruijin, así que ahora todos los días son buenos, no importa si mi cartera está llena o no”.

En el transcurso de los años, las obras de Yang han sido exhibidas en numerosas muestras en Taiwan y en el extranjero. Son de gran interés para los coleccionistas privados, pero también son exhibidas en augustas instituciones como el Museo de Bellas Artes de Taipei, y el Museo de Arte de Taiwan. Incluso han sido subastadas en sitios como Christie´s y Sotheby´s. Pero aunque Yang haya sido el propietario de cinco apartamentos o no haya tenido suficiente para pagar su pasaje a las Islas Pescadores, él nunca comprometió su creencia de que sus obras deben ser ofrecidas a un precio razonable, lo que para él significa precios al alcance de los bolsillos de los coleccionistas de la clase media.

Según York Hsiao, presidente de Capital Art Center, entre las pinturas de los mejores artistas de Taiwan, los precios de las de Yang son los más asequibles. En la isla, los precios de las pinturas al óleo casi invariablemente se fijan de acuerdo al tamaño, siendo la unidad estándar el hao, que equivale a aproximadamente 300 centímetros cuadrados. Una pintura al óleo de un hao realizada por Yang, puede venderse por unos 420 dólares estadounidenses. Mientras que obras del mismo tamaño hechas por otros artistas destacados quizás se vendan por entre 805 y 970 dólares. “Precios razonables de ninguna manera significan baja calidad”, dice Hsiao.

Traducción de María Francisca González de Taipei Review

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