03/05/2024

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El dragón y la serpiente

06/11/1997

En la villa Santimen de la tribu paiwan, localizada en el sudoeste de Taiwan, Sakuliu Pavavalung recientemente construyó una casa de piedras basándose en un antiguo diseño paiwan. La tribu lo considera un héroe porque activamente está reviviendo un estilo de arquitectura tradicional que estaba en peligro de desaparecer. Sakuliu durante mucho tiempo ha sido un ejemplo para los artistas aborígenes emergentes de Taiwan, que como él, han sido testigos de la desaparición de su cultura. Para ellos, revivir formas artísticas equivale a preservar su cultura.

Para ilustrar el concepto, Sakuliu explica el significado de las casas de piedra. "Cuando nuestros antepasados se establecían en cualquier sitio, siempre construían una casa primero y le daban un nombre", dice. Ese nombre se convertía en el apellido (sustituía el que era tomado de la casa en que uno nacía). Construidas en una línea a lo largo de las laderas, desde la lejanía estas casas se asemejaban a la serpiente cien-pasos, a la cual le rendimos tributo. Las piedras, resplandeciendo bajo el Sol, representaban las escamas del animal. En casas como esas nuestros antepasados reflexionaban sobre la relación entre el hombre y el universo. Ellos desarrollaron sus propios conceptos astronómicos y geográficos y luego los visualizaron por medio de grabados y esculturas que usaron para decorar todas las partes de la casa. La mayoría de ellos eran cazadores, campesinos y artesanos a la vez. Una casa de piedra es un pequeño museo, un microcosmos que exhibe el pensamiento del pueblo paiwanés, añade el artista.

Pero la valoración de dichas creaciones, que en un tiempo fueron comunes, es un fenómeno relativamente nuevo. Cuando Sakuliu asistía a la primaria el Movimiento Nueva Vida fue lanzado en Taiwan. Los maestros estimulaban a los estudiantes a entregar objetos tribales, que según ellos tenían imágenes obscenas y supersticiosas. "Un policía en nuestra villa apodado 'Hierro' nos regalaba dulces si le entregábamos cosas. (...) Así que llevé a la jefatura de policía trabajos que mi abuelo y mi padre habían hecho. 'Hierro' los quemó todos. Luego me elogió enfrente de mis compañeros de clase. Pero después, recuerdo que mi abuelo se sentaba impávido todo el día, sin decir ni una palabra. Entonces, no podía imaginarme lo que él sentía".

Sakuliu tuvo que sufrir varios cambios psicológicos profundos antes de darse cuenta del verdadero valor de su herencia. "Me esforcé mucho para imitar a los chinos", reconoce. A pesar de haber estudiado y pasado un examen para convertirse en funcionario, de alguna manera se sentía fuera de lugar, dice.

Su vida cambió cuando un grupo de académicos visitó la villa para aprender acerca de las ollas de barro paiwanesas. Escuchando sus preguntas, Sakuliu de repente se sintió inspirado. Deci-dió traer de nuevo a la vida esas ollas antiguas. En 1984 dimitió a su puesto y abrió su propio taller.

Sakuliu pronto encontró un objetivo: estudió las imágenes talladas en antiguas ollas y rápidamente empezó a investigar mitos y leyendas paiwaneses. Algunos los había escuchado cuando era niño. Otros los aprendió de nuevo de los ancianos de la tribu.

En poco tiempo, Sakuliu no sólo revivió el arte de las ollas, sino que estaba bien avanzado en el rescate de gran parte de la cultura paiwanesa.

El ejemplo de Sakuliu pronto fue seguido por Shih Hsiu-chu, quien vive en la villa vecina. Ella tiene vívidos recuerdos de la infancia sobre cuentas para collares que pertenecieron a su familia durante varias generaciones; preciosas reliquias familiares que de jovencita se le prohibía tocar y en cuya producción ahora se especializa.

"Este tipo de cuenta es llamada rosonagatou, o lágrimas del Sol. Se dice que hace mucho tiempo, el Sol bajó mucho, justo sobre los tejados, y la gente no soportaba el calor. Hirvieron un tazón de mijo y el vapor que se elevaba hizo que el Sol subiera al cielo otra vez. Pero el Sol lloró porque no quería dejar la Tierra".

En el transcurso de los años, el arte de hacer dichas cuentas se perdió, así que Shih desarrolló su propia manera para crearlas. Calienta trozos de vidrio de diferentes colores hasta que se derriten y luego los combina para formar el patrón deseado. Pero ésta es una innovación. "Si partes una cuenta antigua, encuentras una combinación de patrones con colores realmente ricos", dice. "Lo mejor que puedo hacer es poner un diseño en la superficie externa del vidrio. Nadie ha podido descubrir con certeza cómo los antiguos las hicieron o de dónde vinieron". Hoy día, es difícil encontrar cuentas de mucha antigüedad. Muchas fueron compradas por los japoneses, que apreciaron su belleza y valor cuando ocuparon Taiwan entre 1895 y 1945.

Pan San-mei es otro ejemplo de los artistas que piden un renacimiento cultural entre los pueblos indígenas. En las altas montañas del Taiwan Central se encuentra la villa Nanchuang, de la tribu saisiyat, a la cual rara vez llegan extraños. Pan dedica su tiempo a tejer canastas de bambú. Cuando se le pregunta para qué son las diversas cestas de bambú, su respuesta es algo como un análisis condensado del estilo de vida de la tribu. Ella apunta a un contenedor plano y poco profundo. "Este es para guardar semillas de mijo". Luego apunta a otro más grande. "La gente lleva ese en sus espaldas cuando va al bosque a cortar madera o a cazar". Luego saca un saco, delicadamente adornado y hecho totalmente de bambú. "La gente lo viste durante los rituales. Cuando bailan, produce un sonido musical crujiente".

El padre de Pan no quería que ella aprendiera este arte por temor a que las orillas rugosas del bambú fueran a cortar sus manos. Tradicionalmente era un trabajo para hombres. Pero Pan estaba determinada a aprender y viendo a su padre hacer el trabajo, recogió las habilidades necesarias.

La mayoría de estos artistas ahora se han elevado más allá de la preservación de las tradiciones tribales, usando medios antiguos y modernos para expresar sus propias ideas y creatividad. "Pero no lo podemos expresar apropiadamente en mandarín, que es una lengua extranjera para nosotros, así que la mejor manera es a través del arte", indica Sakuliu.

Para Meimei Mashao, de la tribu atayal, los recuerdos tribales colectivos se reflejan en sus sueños. Creció en la villa de Hsiulin, en el este de Taiwan. "El paisaje allí es tan bello que no podía aguantar el deseo de pintarlo", dice. Fue criada por su abuela quien era curandera. "Mi abuela decía que tenía un talento especial, una conexión con el mundo espiritual", recuerda. Transformó sus talentos especiales en creación artística. "Tuve el mismo sueño durante cinco noches consecutivas, en las fechas del aniversario de la muerte de mi abuela", dice. "Soñé que me llamaba a cenar. Todo era igual que cuando era niña: humo elevándose de la chimenea, y mi abuela escondiendo plátanos bajo las hojas de esta fruta. Una mañana me desperté con el impulso de grabar este sueño, así que lo dibujé en piel".

Para Meimei, su abuela representa los tesoros tribales que se desvanecen. "Mi abuela no le temía a nada", recuerda. "Caminaba descalza por las montañas y valles, como si pudiera sentir la respiración de la tierra. Vivió hasta noventa y ocho años, y curó a muchísimas personas. Cada arruga de su rostro representó una faceta de su sabiduría tribal. He tratado de captar eso en mis obras".

Er Ge, de la villa paiwanesa de Santimen, ha estado conciente de su identidad tribal desde que era muy joven. A medida que crecía, Er Ge empezó a darse cuenta que aunque Taiwan no es grande, posee nueve tribus aborígenes, cada una con una herencia cultural rica y distinta. "Pero no le hemos hecho caso a nuestra tierra. La hemos contaminado y explotado", dice con tristeza.

Er Ge apunta a una escultura de piedra titulada Sueños de aborígenes y explica: "Una familia paiwanesa de siete personas se sienta en un círculo, durmiendo. El lirio en flor en el centro del círculo representa su sueño común. Cada grupo étnico de Taiwan tiene un sueño y en él siempre hay una flor. No molestemos los sueños de otras personas ni hagámos que las flores desaparezcan. Dejemos que cada grupo de personas duerma silenciosamente y sueñe (...)."

Sueños de aborígenes resume las esperanzas y aspiraciones de muchos de estos artistas cuyo objetivo es ayudar a la cultura aborigen a vivir en Taiwan. Y aquí la educación desempeña un papel central. Pero cuando Sakuliu Pavavalung fue al Ministerio de Educación el año pasado para presentar una propuesta con el fin de construir una escuela para los niños aborígenes con un programa de estudios específicamente diseñado para enseñar la cultura tribal, fue rechazado.

"El Gobierno parece estar más interesado en cosas turísticas, como parques culturales aborígenes, que es lo fundamental de una educación de ese tipo", dice. "Hace décadas, el Gobierno hizo caso omiso de la cultura aborigen. Ahora afirma que la está reviviendo, pero no está haciendo suficiente. Me temo que ésta será sólo otra tendencia pasajera dictada por las modas internacionales que a este Gobierno le encanta seguir".

Traducción y adaptación de María Francisca González de Free China Review

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