05/05/2024

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Paseo en bicicleta por la cima del mundo

26/04/2008
Los picos nevados se ven reflejados en un río cerca de la villa de Bomi en la parte oriental de Tíbet.

Algunas personas toman los hacinados buses hacia la capital de Tíbet, Lhasa, mientras que otros hacen el viaje por sí mismos, postrándose de manera ritual a lo largo del camino según dicta la tradición. En octubre de 2004, con el invierno acercándose rápidamente, Wang Hsieh-ling decidió ingresar a la ciudad santa en bicicleta. A lo largo del camino, el joven taiwanés de 24 años, se topó con peregrinos de cálido corazón, así como con muchas aventuras.

Saliendo de la provincia de Yunnan, en China continental, Hsieh tomó una ruta particularmente difícil por los terrenos rugosos, entre ellos la Montaña de Nieve Sila, que se yergue a 5.013 metros sobre el nivel del mar, en la parte oriental de la meseta tibetana; y los numerosos valles abruptos forjados por las bravas aguas de los ríos Lancang, Nujiang y Yarlung Zangbo. Wang sobrevivió un duro invierno, heridas infectadas, un ataque del tristemente célebre mastín tibetano; así como vómitos, diarrea, y la desesperación de la soledad total. Sin embargo, para Hsieh, ésta fue una experiencia que le enseñó humildad, y que le permitió aprender tanto sobre sí mismo como del Tíbet.

Como forma de ofrecer al público la oportunidad de viajar junto a Hsieh, se publicó en febrero de 2008 el libro Circundando las Montañas. "El título de mi libro se refiere al ritual budista tibetano de caminar alrededor de las montañas sagradas. El nombre también representa mi viaje, el tortuoso proceso de escribir sobre éste, y la propia naturaleza de la vida misma", explicó el autor novato en una entrevista reciente. Hsieh agregó que las luchas físicas y espirituales que sufrió permanecerán con él para siempre. "Son demasiado dolorosas para olvidarlas", confiesa Hsieh. "Yo no estaba en condiciones de comenzar a escribir acerca de ellas hasta que inventé un alter ego que me permitió hacerme preguntas acerca del viaje".

Todo empezó cuando Hsieh solicitó una subvención a Lin Hwai-min, fundador del Grupo de Danzas Puerta a las Nubes. Con el dinero recibido de una beca cultural, el mundialmente famoso coreógrafo creó en 2004 un programa llamado "El Trotamundos". La meta de Lin es alentar a los jóvenes artistas taiwaneses a viajar por Asia con un presupuesto muy modesto.

Hsieh relata que desde que participó en una caminata ritual alrededor del monte sagrado de Kangrenboqe en 2000, había estado pensando viajar a Tíbet de nuevo para experimentar lo que había perdido la última vez. Sin embargo, no esperaba recibir fondos de Lin. "Yo no era un artista, sólo un estudiante desesperado por dejar atrás una vida disciplinada", afirma. "Ser aceptado me atemorizó porque no tenía más opción que seguir adelante".

 
Una peregrina sonríe camino a Lhasa.

No pasó mucho tiempo antes de que Hsieh descubriera que su itinerario era comúnmente considerado como uno de los más difíciles, incluso para los experimentados ciclistas de montaña. Aunado a las bajas temperaturas --tuvo que salir de Taiwan en invierno antes de su aviso de conscripción-- el viaje parecía azaroso. Todos los expertos que Hsieh consultó le instaban a desistir de su plan, advirtiéndole que era una muerte segura. "Estaba muy asustado, pero temía más que si sucumbía ante mi temor, sería irrevocablemente derrotado por mí mismo", escribió en el prólogo de su nuevo libro.

La decisión de Hsieh de seguir adelante puede parecer heroica para algunos, pero su historia resultó ser totalmente lo contrario. A lo largo de todo el libro pone en tela de juicio el significado de su hazaña y duda de su capacidad de llevar las cosas hasta el final. "Largas horas dedicadas al pedaleo me hicieron perder todo el sentido de mí mismo. Ni siquiera estaba en condiciones de disfrutar mucho de la deslumbrante belleza del paisaje", bromea.

Una vez que Hsieh sí se detuvo a contemplar la belleza de la Montaña de Nieve Meili, casi le cuesta la vida. Hsieh recuerda cómo la oscuridad cayó antes de que se refugiara en un valle. La rueda delantera de su bicicleta terminó atorada herméticamente entre dos rocas y su impulso lo dejó colgado de un acantilado. Sólo la rueda delantera, anclada en las rocas, evitó que cayera en un valle 200 metros más abajo.

En otra ocasión, Hsieh pensó que iba a sucumbir ante un edema pulmonar, tras batallar con un resfriado durante varios días seguidos. Sin embargo, según el ciclista, un médico tibetano de cuyo "profesionalismo dudó a primera vista" vino al rescate. Después del tratamiento, el médico le indicó a Hsieh que el extenuante ejercicio diario era probablemente la razón por la cual sus pulmones eran lo suficientemente fuertes como para no contraer dicha condición mortal. El médico incluso "donó" una parte importante del costo médico al viaje de Hsieh.

 
Las banderas con oraciones budistas ondean en el viento sobre el paso montañoso de Mila.

Andar en bicicleta, con un presupuesto de apenas tres dólares estadounidenses por día, inevitablemente acercó a Hsieh más a la región y su pueblo. "Mis estereotipos del Tíbet se disolvieron por el camino", reconoce. Hsieh reveló que solía ser muy crítico de lo comercializado que se había vuelto "Shangri-La"; empero, "me di cuenta que no tenía el derecho de juzgar, así que me cuestionaba a mí mismo para tratar y entender más", afirma. Así pues, aunque Hsieh disfrutaba de estar solo, los capítulos que describen su interacción con personas de la localidad son los más conmovedores.

Un ejemplo de ello fue un encuentro con un conservacionista cerca de la aldea de Markam, situada en la intersección de las carreteras en dirección a Tíbet y las provincias de Yunnan y Sichuan en China continental. El hombre ofreció su cama a Hsieh, que había estado durmiendo en la carretera. Su desconfianza inicial se desvaneció pronto entre tazas de té con mantequilla y vino de cebada.

La conversación duró hasta bien entrada la noche y se refirió a una serie de temas tabú, en particular la historia moderna del Tíbet, la fuerte presencia militar de la República Popular China en la región, y el Dalai Lama. "Está bien preguntarme a mí, pero los adultos mayores tibetanos podrían darte una bofetada [por abordar temas tan sensibles]. No nos gusta hablar demasiado. Sabemos cómo protegernos", cita Hsieh al hombre. Durante la noche, Hsieh se enteró de que entre mil y dos mil personas intentan huir por la frontera sur de China continental hacia la India. No obstante, la mayoría de ellos no lo consigue, ya sea porque son capturados, les disparan, o mueren congelados.

 
Hsieh se toma un merecido descanso en su jornada circundando la Montaña de Nieve Meili. (Fotos cortesía de Hsieh Wang-ling)

Retomando la idea de que el Tíbet es verdaderamente una tierra de ironía, Hsieh comparó su nuevo conocimiento con los innumerables tibetanos que había visto enfrascados en peregrinaciones montañosas. Sus devotos viajes contrastan marcadamente con las imágenes en su mente de los miles de desesperados que trataban de escapar de la persecución en la tierra de sus creencias. "Lo que vi realmente desafió lo había leído antes de venir", afirma, citando los libros de Ma Lihua --un chino han tibetólogo. "Si es todo una cuestión de perspectiva, ¿por qué los privilegiados prefieren ahogar otras voces?" se pregunta Hsieh.

"Realmente me preocupa lo que puede haber sucedido con el conservacionista y otros tibetanos. Me dieron agua y comida, al saber que viajaba en bicicleta solo a su ciudad santa", relata Hsieh, tres años después de que terminó su periplo, y apenas unos pocos días después de que la República Popular China reprimiera brutalmente a los manifestantes en Lhasa, dejando gran cantidad de muertos.

Entre aquéllos que le preocupan están las tres mujeres peregrinas que habían compartido sus raciones con Hsieh, debilitado por la diarrea. Habían estado de viaje, postrándose completamente cada tres pasos, por más de un año, cuando Hsieh se topó con ellas. "En comparación, las dudas, los temores y las cargas que padecí eran triviales", recordó Hsieh. "Increíblemente, ellas me admiraban por viajar solo. Yo ya no sé cómo medir su fuerza con mi limitado sentido de la razón".

Al regresar del Tíbet, Hsieh renunció a sus estudios de Derecho y Ciencias Políticas, y en su lugar prosiguió estudios de Literatura en el Instituto de Literatura de Taiwan en la Universidad Nacional de Tsing Hua, en Hsinchu. "Decidí buscar una forma de vida enfocada menos en la eficiencia", afirma. "Aprendí sobre mis propios límites, físicos y mentales, y también a ser humilde y sentir empatía por los demás", concluyó Hsieh, revelando la enorme influencia que el viaje, y el proceso de escribir acerca del mismo, tuvieron en él.

Traducido del Taiwan Journal Por Silvia Villalobos

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