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Laudero apasionado agrega otra cuerda a su arco

26/05/2008
A pesar del desafío de hacer violines en Taiwan, Sandro Chiao dice que se siente feliz de dirigir la misión. (Foto de Chen Mei-ling)

"Cuando el Señor cierra una puerta, abre una ventana en otro sitio", canta María en La Novicia Rebelde, y la historia de la vida de Sandro Chiao es un vivo ejemplo de tal frase. El hubiera sido un brillante cantor clásico sino fuera por un accidente mientras trabajaba en un país extranjero. Sin embargo, la vida lo condujo hacia otra sorprendente dirección: el arte de hacer violines. "Amo lo que hago ahora", dice con satisfacción el laudero.

Después de graduarse de la universidad con una licenciatura en actuación vocal, el barítono estaba lleno de ambiciones y se atrevió a soñar. Viajó a Italia para realizar estudios de posgrado, a pesar de saber cuán difícil sería mantenerse a sí mismo y a su familia. Un trabajo a tiempo parcial le dio un salario, pero era apenas lo suficiente para pagar el alquiler, de modo que tuvo que buscarse alguna forma de obtener dinero extra. "Terminé cosechando brotes de frijol en nuestro pequeño cuarto y vendiéndolos a los restaurantes chinos en Milán", dice. Llevar constantemente cajas tan pesadas trajo como resultado un daño en la cintura que puso fin a su sueño de convertirse en un gran cantante.

Amigos y familiares le instaron a que retornara al país, pero él deseaba aprender música en su totalidad. Después de comprar los boletos de retorno para su familia, a Chiao le quedaron sólo 500 dólares estadounidenses. "Entonces decidí hacer un violín antes de salir de Italia", se acuerda. Pidiendo prestado materiales de la gente local y viviendo frugalmente, Chiao logró finalmente hacer su primer violín. Como golpe de suerte, su creación fue vista por un mercader de instrumentos musicales taiwanés, quien decidió financiar sus estudios artesanales en Cremona, la renombrada capital de instrumentos de cuerda hechos a mano desde el siglo XVI.

Chiao se matriculó en el Instituto Professionale Internazionale Artigianato Liutario e del Legno en 1988, siguiendo los pasos de maestros tales como Andrea Amati (1540-1578); Giuseppe Guarneri (1698-1744) y Antonio Stradivari (1644-1737). "En Cremona, los artesanos producen violines usando el mismo método que usaron sus antecesores hace cientos de años", comenta, agregando que "la destreza artesanal del pueblo es considerada como la mejor del mundo".

Durante el primer año, Chiao estudió arduamente, dedicándose completamente al mundo del violín. Sin embargo, no fue sino hasta que conoció a su mentor, Francesco Bissolotti, que comenzó realmente a enamorarse del arte. "Cuando visité su taller de trabajo por primera vez, nadie me recibió. La gente sencillamente siguió trabajando, como si fueran monjes de una abadía", narra. "Finalmente, Bissolotti me vio". Chiao se presentó a sí mismo y dijo que estaba en segundo año del prestigioso instituto. Al escuchar eso, Bissolotti dijo abruptamente: "Si tu violín es mejor que el mío, me iré de aquí". Este reto inesperado dejó mudo al ansioso estudiante.

"Cuando entré al cuarto interno, supe que era el sitio donde deseaba estar", recuerda Chiao, después de ser invitado para que entrase. "He estado en muchos talleres de trabajo antes, pero ninguno me inspiró tanto como éste". El joven alumno expresó su admiración por Bissolotti, y el maestro le pidió que trajera su propia obra en la mañana siguiente. "Cuando vio mi violín, me preguntó: ‘Has venido desde lejos a Italia para aprender sobre nuestra destreza, ¿cómo es que has hecho un violín al estilo alemán como éste?’", dice Chiao; explicando que lo que quería decir Bissolotti es que había una ausencia del espíritu italiano.

Desde aquel momento, Chiao siguió las instrucciones de Bissolotti y trabajó tan arduamente como pudo. "Mi maestro quedó sorprendido al ver que todo lo que me asignaba estaba terminado a la mañana siguiente", sonrié Chiao. A pesar de tener una vida considerada como espartana por otros, el estudiante taiwanés la disfrutó enormemente. "No creo que sufrí, debido a que amaba lo que hacía", dice. "Durante esos cinco años, saqué lo más que pude de cada día en particular".

Su devoción fue recompensada. El violín de Chiao obtuvo el 16º puesto en la Competencia Internacional Trienal de Manufactura de Violines 1991, siendo la mejor actuación de un estudiante o maestro de la escuela con sede en Cremona. Más aún, obtuvo una medalla de plata por el tono en un competencia realizada por la Sociedad Americana de Violín en 1992, siendo el más alto honor recibido hasta ahora por un participante de Taiwan.

A pesar de su éxito en el exterior, el mayor desafío de Chiao lo encontró en Taiwan cuando decidió dedicarse a la manufactura y reparación de instrumentos de cuerda, en vez de ser un comerciante de instrumentos musicales. La mayoría de la gente con un trasfondo tal terminan siendo comerciantes, debido a que suele tener una extensiva red de contactos. "Los violines son preciosos debido a su valor artístico. Es la razón por la que amo este oficio [y he decidido seguir haciendo instrumentos]", señala.

Hacer un violín es un proceso complicado, requiriendo la destreza de un verdadero artesano. Comenzando con el material, el laudero o luthier generalmente selecciona picea de calidad proveniente de las regiones alpinas para la tapa y arce para la tabla de fondo. Algunos expertos creen que sólo esta clase de picea, acostumbrada a condiciones severas como suelo pobre y clima frío, puede resistir las tensiones al ser usado. "Solamente uso madera que tenga al menos 20 años de edad", explica Chiao, añadiendo que la madera debe ser madurada y separada por algún tiempo antes que adquiera la estabilidad necesaria.

Un buen fabricante de violín debe ser meticuloso cuando talla y crea formas elegantes con la madera. "Debe haber fuerza y belleza en las curvas, así como tu propio estilo", dice Chiao. La delicadeza de los violines hechos a mano puede ser ilustrada con su filete. "Colocar los filetes involucra perforar un túnel de unos 1,25 milímetros en la tapa y el fondo, y después incrustar una estrecha tira de madera", expresa. "El ángulo y la colocación requieren de gran destreza y gusto".

El laudero también es muy exigente con los barnices que usa, explicando que extrae los pigmentos de materiales naturales para producir pinturas de acuerdo a su propia receta adecuada al clima de Taiwan. "Incluyendo la capa del fondo, el violín requiere ser barnizado entre 40 a 50 veces, debido a que el grosor influye grandemente en la calidad del sonido".

Aparte de requerir mucho tiempo, la manufactura de un violín es una combinación de arte, carpintería y ciencia. "Mirando retrospectivamente, puedo ver que todas las cosas que amaba en el pasado han contribuido en lo que hago ahora", reflexiona. "Por ejemplo, solía reconstruir vehículos y estudiar la tecnología inalámbrica. Como resultado, conozco mucho acerca del uso de herramientos y las ondas sonoras", dice. Debido a su entrenamiento vocal, también posee profundos conocimientos sobre resonancia. "Cada punto ha sido conectado".

Con un enfoque tal en la experiencia, Chiao sólo produce seis a ocho violines al año, todos los cuales han sido reservados con varios años de anticipación por compradores que están dispuestos a pagar hasta nueve mil dólares estadounidenses. Indistintamente de cuánto tiempo tiene que dedicar en cada creación, el maestro señala que la calidad es su único enfoque. "No sucumbiré ante las demandas de los clientes, debido a que hago violines bajo ciertos principios, y la gente paga por ellos. Piense acerca de Stradivari. Innumerables personas han tocado sus violines, pero solamente recordamos que son violines hechos por las manos de Stradivari", indica, expresando orgullo en la carrera que ha seleccionado.

Ahora, Chiao enseña a estudiantes de diversos campos, pero cree que los alumnos deben encontrar su propio camino por sí mismos. "Los maestros pueden decirle acerca de las habilidades, pero los trucos sutiles se reservan para los que sean más observadores", señala. "Más aún, tienes que expresarte a través de los instrumentos". Sin embargo, hay algo que le enseña a sus alumnos --insistir en la perfección--.

¿Quién puede ejecutar la música más hermosa con los violines de Chiao? Su hija mayor, replica el maestro. "Algún día moriré, pero mi violín seguirá acompañándote durante toda tu vida", le dijo en cierta ocasión a su pequeña niña, que obtuvo un título en actuación con violín. Hoy, siempre que ella toca la primera nota usando un violín en particular hecho por las manos de su padre, pocas palabras pueden describir la sensación de orgullo que él siente: "Lin Cho-liang también usó este violín, pero hay algo único en la música de mi hija". Para Chiao, los pesares en la vida lo condujeron a otra sorpresa, y es una bendición que su arte sea apreciado y transmitido por su próxima generación.

Traducido del Taiwan Journal por Luis M. Chong L.

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