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Comunidad local crea plataforma para el intercambio de bienes y talentos

16/04/2009
Los servicios que se obtienen gracias al dinero flor, como lo muestra esta vecina de Ciudad Jardines, cubren una amplia gama de necesidades básicas, incluyendo cuidar niños y cocinar.

Ciudad Jardines es un vecindario situado en las afueras de Xindian, en el distrito de Taipei. Es una agradable comunidad con más de 1.300 familias, situada en una colina rodeada de árboles, sobremirando el pintoresco Arroyo de las Orquídeas.

Si bien los residentes se enorgullecen de la frondosa vegetación de la campiña circundante, ahora tienen una razón más para sentirse así, ya que son la primera comunidad en la isla en circular su propia moneda.

Todo comenzó en 2008, cuando un antiguo residente, Lai Ji-ren, convocó a unos 20 vecinos para formar un grupo voluntario que enfrentara el creciente problema de animales abandonados en el área. Tras discutir varias opciones acerca de cómo el grupo podía expandir sus servicios y fomentar una mayor participación, decidieron experimentar con un concepto que ha sido exitoso en docenas de comunidades en el mundo entero.

En agosto de ese mismo año, el grupo se abocó a un proyecto para intercambiar una moneda local conocida como “dinero flor”. Los billetes vienen en denominaciones de 10, 30 y 60 minutos, y llevan el sello oficial del comité administrativo comunitario para prevenir falsificaciones. Lai, quien es un artista gráfico, diseñó los billetes que destacan varias especies endémicas de flora y fauna en Taiwan.

Por un pago inicial equivalente a tres dólares estadounidenses, miembros del “Club del Dinero Flor” pueden recibir billetes por valor de 200 minutos de servicio. Posteriormente, pueden usar este “dinero” para que otros participantes en este plan realicen diferentes tipos de servicios.

Los miembros del grupo deben presentar una lista de sus necesidades particulares, además de cuáles habilidades o servicios pueden ofrecer a otros participantes. Si a alguno de los miembros se le acaba el dinero, no puede pedir o comprar billetes adicionales, sino que debe ganárselos.

En la actualidad, más de 50 residentes de Ciudad Jardines participan en este plan. “El principio detrás del dinero flor es la reciprocidad”, afirma Chiang Hui-i, una de las fundadoras del grupo. Chiang explicó que la moneda goza de una ventaja distintiva con respecto a los trueques directos o al servicio de voluntarios.

“Usted no necesariamente posee los tipos de habilidades que otros necesitan o puede tener lo que ellos quieren”, señala Chiang, añadiendo que la moneda disminuye notablemente la tensión al negociar un trato. Además, al pagar con el dinero flor por lo que uno recibe, “no carga con el peso de llevar a cuestas una obligación”, indicó.

El hecho de que Ciudad Jardines se encuentra ubicada en un área remota puede que haya contribuido al éxito de este proyecto. “Muchas veces he necesitado un albañil para que haga un trabajo sencillo, pero generalmente terminaba esperando días antes de que alguien de la ciudad llegue hasta mi puerta. Era frustrante”, confiesa Kathy Sun. “Pensé que debe haber alguien en el vecindario que pueda hacer este trabajo para mí, pero simplemente no sabía dónde podía localizarlo”.

Sun aprovechó la oportunidad de unirse al grupo apenas supo de ello. “Queremos animar a nuestros miembros a hacer buen uso de sus habilidades y tiempo”, explicó Chiang.

Se recibe cualquier tipo de servicio, ya sea cuidar niños, cocinar, trabajar en fontanería o electricidad, hacer traducciones o hasta contar cuentos. Por ejemplo, con un billete de 60 minutos, se puede disfrutar de un pastel de manzana recién horneado por Chiang. Sun ofrece su balcón para secar edredones por un billete de 10 minutos. Otro miembro del grupo dirige clases de yoga a cambio de consejos para su jardín.

“Todos podemos aprovechar algo de ayuda de nuestros vecinos”, explica Chiang. La introducción del proyecto del dinero flor también ha llevado a pensar qué conocimientos o talentos subutilizados poseen que puedan ser usados productivamente, agregó. No obstante, uno de los problemas que algunos de los miembros enfrentan es que generalmente ganan más de lo que gastan, lo que los deja con puñados de “efectivo”.

Los residentes de Ciudad Jardines son los primeros en Taiwan en circular su propia moneda, que puede ser intercambiada por bienes y servicios dentro de la comunidad. También realizan mercados de pulgas para aprovechar mejor los recursos. (Fotos cortesía del Club del Dinero Flor)

Ishamasan Malaga, un aficionado a la jardinería y residente del lugar, tuvo que ser persuadido a unirse al grupo ya que sus habilidades versátiles eran muy codiciadas. Sin embargo, antes no se sentía cómodo con la idea de recibir un pago por ayudar a otros.

Malaga también dudaba de poder gastar el dinero flor que ganaba hasta que alguien le indicó que podía usar los billetes para pagar por las clases de inglés de su hijo, y las de yoga de su esposa. Por otro lado, Liu Yen-ru usó algo de su dinero flor para tomar clases de repostería, mientras que su esposo aprendió carpintería. “Me sorprendió saber que hay tanta gente talentosa en el barrio”, comentó Liu.

Chiang, quien ha defendido el desarrollo sostenible, afirma que, aparte de sus obvios beneficios, el dinero flor también promueve el reciclaje y contribuye a mantener un medio ambiente sostenible. Dado que los residentes pueden usar esta moneda para una gran variedad de bienes y servicios dentro del grupo, ahorran el costo de transporte que de otra manera necesitarían para salir del vecindario, con lo que se reduce la cantidad de emisiones de carbono.

Durante el presente período de inestabilidad económica, los miembros pueden intercambiar sus habilidades y tiempo con el fin de satisfacer muchas necesidades básicas. Saben exactamente dónde hallar estos servicios y cómo fueron hechos estos productos. Esto los libera de la preocupación de apoyar sin saberlo, a fábricas donde se explota a los trabajadores, advierte Chang.

Para que una moneda comunitaria alcance el efecto deseado, tiene que estar construida sobre fuertes bases de confianza y apoyo mutuos, por cuya razón no es apropiada para una sociedad más grande y urbana.

Chiang, Sun y Liu se consideran entre las pocas personas afortunadas. “Nuestra parte de Ciudad Jardines es como una gran familia, donde los vecinos comparten con gusto sus recursos con los otros”, cuenta Sun. “El dinero moneda nos une en una red interdependiente”, señala Liu, añadiendo que gastar dinero real no debe ser la única opción para satisfacer las necesidades personales.

Al brindar una plataforma para que los residentes locales intercambien sus talentos y productos, “el dinero flor funge en realidad como un sistema de administración de recursos humanos”, explicó Sun.

El grupo espera que más residentes se unan al grupo en el futuro y están animando a los mayores y a los más jóvenes a participar. Dado que los miembros actuales sólo son una fracción de todos los residentes de Ciudad Jardines, todavía hay muchas posibilidades de expansión. “Debemos esforzarnos para promover este concepto”, concluyó Sun.

De hecho, años antes de que surgiera la primera moneda comunitaria en Taiwan, dos organizaciones en la isla ya promovían esta otra alternativa a la economía principal.

Desde 1999, el Banco de Personal Angel Guardián, que colabora con el Gobierno de la Ciudad de Taipei, cuida a los ancianos de la ciudad que viven solos o se encuentran desvalidos.

Los servicios incluyen acompañamiento para las citas médicas, visitas al hogar, envío de alimentos, llamadas telefónicas, y limpieza del hogar. Los voluntarios reciben crédito por el tiempo que dedican, que a su vez puede ser cambiado por visitas gratuitas a las instalaciones públicas municipales.

Si acumulan 240 horas de servicio en un período de 18 meses, obtienen una revisión médica por valor de 355 dólares estadounidenses.

No obstante, lo que hace diferente a esta organización es que sus voluntarios deben tener por lo menos 50 años de edad. El mayor de este grupo de más de 200 voluntarios, llamado el Hermano Tan, tiene 86 años de edad.

Kan Ming, un pensionado de 78 años de edad que antes trabajaba en el cine, ya tiene más de 800 horas de crédito, que dice guardar para el futuro. “Para mí, la recompensa más grande es ayudar a otros, porque me da un gran sentido de éxito y dignidad”, afirma, añadiendo que ser capaz de hacer su contribución a esta edad ya es una bendición para él.

En la ciudad de Taichung, la Fundación Hondao para el Bienestar de los Ciudadanos de la Tercera Edad fue establecida en 1995, y ese mismo año creó el Banco Horas de Voluntarios.

A través de los años, se amplió el ámbito de servicios para incluir otras labores comunitarias. Por poco más de tres dólares estadounidenses, los miembros pueden recibir “dólares de tiempo” por valor a 300 minutos de servicio. Anteriormente, los voluntarios rara vez redimían el crédito que ganaban. Ahora, se ha fomentado el intercambio de servicios unos con otros, y se han unido cinco comunidades a este programa.

El concepto de “banco de tiempo” fue creado en los años ochenta por el activista social Edgar S. Cahn. El concepto explora las oportunidades y los beneficios sociales de “fortalecer las comunidades por medio de la reciprocidad”. Ha crecido hasta convertirse en un movimiento social continuo de 22 países en seis continentes.

Traducido del Taiwan Journal por Silvia Villalobos
 

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