02/05/2024

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Año Nuevo chino: Una festividad en grande

06/01/1993

Tradiciones multicolores y costumbres llenas de simbolismo se dan cita en la celebración.

Siempre dispuestos a celebrar, los chinos tienen en el Año Nuevo del calendario lunar su fiesta por excelencia. En Taiwan, el hecho de que la sociedad haya alcanzado un alto nivel de modernidad no ha significado la pérdida de las tradiciones. Además, con el asentamiento, hace cuatro décadas, de familias provenientes de distintas regiones de China, las más diversas costumbres se han conervado en la isla.

Las actividades relacionadas con el Año Nuevo chino (que cae el 23 de enero del calendario gregoriano 1993) parten bastante temprano. Desde dos semanas antes, jefes y empleados se reúnen en la llamada fiesta wei-ya. Esta es una cena en la que el encargado agradece a sus colaboradores por el trabajo realizado durante el período previo.

Antiguamente, en esta ocasión se juntaban comerciantes y agricultores para hacer la última transacción del año. Y, juntos, veneraban al dios de la tierra. Hoy, más bien es un encuentro de colegas de oficina, durante el cual todos tratan de pasar un buen rato. Una de las comidas típicas es un pollo hervido entero que se sirve con salsa de soja. Antaño, cuando la cabeza del ave quedaba apuntando a uno de los comensales, se entendía que el jefe prescindiría de sus servicios. Ahora se tiene el suficiente cuidado de dirigir la cabeza hacia un punto intermedio.

Preparativos

Una semana antes de la víspera del Año Nuevo viene la preparación en casa de todo lo necesario para celebrar apropiadamente, ya que las tiendas cierran por varios días y las amas de casa quieren un descanso.

El día 23 del décimosegundo mes es el momento de despedir al dios de la cocina, cuya imagen impresa en una litografía ha estado durante todo el año en esa habitación de la casa. El dibujo es quemado para simbolizar su partida. Se supone que el humo se lleva su espíritu a informar al Emperador de Jade del comportamiento de la familia. Por eso, a la representación se le pone azúcar en la boca para que hable "sólo palabras dulces". Además, se le hacen ofrendas de comida, licor de arroz, dinero de sacrificio e incienso.

Luego empieza una limpieza profunda de toda la casa. Hay que botar todo lo sobrante y, si es posible, reparar y pintar lo que está deteriorado. Aparte de empezar bien el año, el aseo tiene el objetivo de asegurar que no sea necesario barrer durante los primeros seis días para no alejar la buena suerte.

Otra costumbre es comprar ropa nueva para que cada miembro de la familia estrene el día de la fiesta. Además, se adorna la casa con plantas y flores, especialmente pequeños árboles de mandarinas y lirios.

Tampoco pueden faltar las coplas de año nuevo para pegar a los costados y sobre los dinteles de las puertas o cualquier lugar que se considere adecuado. Estas son frases auspiciosas y, en su gran mayoría, escritas o impresas en papel rojo brillante, con la más bella caligrafía china. También pueden ser dibujos de los dioses guardianes de la puerta, otras deidades o distintos símbolos de buena fortuna y longevidad.

La comida es preparada con anticipación. Y no sólo en grandes cantidades, sino siempre con un sentido simbólico. Se trata de que la familia aproveche al máximo el tiempo libre del que dispone -sin ocuparse de quehaceres domésticos. Y de evitar la mala suerte que puede implicar el uso de cuchillos, tijeras y escobas durante los primeros días del año.

En la víspera del Año Nuevo, la gente se reúne generalmente en la casa de los abuelos paternos o los parientes más cercanos por la rama del marido.

Cenas opíparas

Los platos de la cena son variados. Muchas familias, especialmente las originarias del norte de China, comen chiao-tzu, equivalentes orientales de los ravioles italianos. Estos traen buena fortuna porque se asemejan en la forma a los lingotes de oro que en otros tiempos se usaron como dinero. En su mayoría contienen una pasta de carne y verduras. Pero a uno de ellos se le pone en el interior un maní en vez del relleno habitual. Según la creencia, el comensal favorecido será beneficiado con una promoción en su carrera o estudios.

Entre la gente que proviene de Kiangsu, es costumbre comer un plato de diez verduras salteadas y un pastel de arroz glutinoso llamado nien-gao. Los chinos, que adoran relacionar significados a través de sus múltiples palabras homófonas, siempre encuentran el modo de darle una connotación (buena o mala) a las cosas. En este caso, gao quiere decir "pastel", pero también puede entenderse como parte de gao-shing, "feliz" o gaoshen, "promoción". En el caso anterior, la elección del cacahuete no ha sido fortuita, debido a que ese fruto se dice hua-shen.

Entre los residentes de origen hakka, la tradición manda comer Chang-nien-tsai, ya que a esta verdura se la relaciona con la longevidad. Las piñas y mandarinas siempre están en las mesas en esta época porque sus nombres en varios dialectos connotan prosperidad.

Casi siempre, la cena termina tras servirse un plato de pescado (yu), cuyo sentido es el deseo de abundancia y prosperidad para todos.

Después, el clan procede a saludar a sus miembros de mayor edad. Antaño, el homenaje consistía en arrodillarse frente a ellos e inclinar la cabeza tres veces mientras se les deseaba "Feliz Año Nuevo".

Luego se les obsequiaba un sobre rojo con dinero. Muchos ancianos ahora prefieren menos ceremonia y que los regalos sean para los niños pequeños, por lo que éstos salen favorecidos.

El momento preferido por los chicos viene a continuación: salir a la calle a encender petardos para espantar los malos espíritus y dar la bienvenida a los buenos. El ruido ensordecedor alcanza su clímax a las doce de la noche.

El primer día del Año Nuevo, se acoge nuevamente al dios de la cocina, pegando un flamante grabado de su figura en el lugar del anterior. Se encienden más petardos para celebrar su regreso al centro del hogar.

Muchas familias comen dulces en el desayuno, como forma de asegurar la armonía entre padres, hijos y parientes. Algunas personas acuden a los templos. Otras van a visitar amigos y familiares, cargadas de pasteles y naranjas clementinas como obsequio. Como generalmente el clima es frío y lluvioso, la mayoría permanece puertas adentro. El entretenimiento puede ser desde una simple conversación hasta una disputada partida del popular juego del mahjong.

Al segundo día, la tradición dice que las casadas deben visitar a sus padres. Por eso, en muchas estaciones de trenes y buses se puede ver a cientos de mujeres y sus hijos, todos ataviados con sus mejores galas, camino a la casa de los abuelos maternos.

Tiendas y almacenes, cuyos dueños han disfrutado de las fiestas como todos los demás mortales, abren de nuevo sus puertas al sexto día. Para anunciarlo, vienen innumerables estruendos de petardos, con las consiguientes humaredas.

Las celebraciones tienen un fin espectacular en el décimoquinto día, con el Festival de los Faroles. Existen múltiples versiones sobre el origen y el sentido de esta fiesta. Pero lo que está absolutamente claro es que, con sus exhibiciones de lamparillas y carrozas, es un digno final para la festividad más importante del pueblo chino.

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