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Joseph Needham y la historia de "la Ciencia y la Civilización en China"

06/01/1991
Desde que el señor Joseph Needham decidió, en 1938, escri­bir una historia de la ciencia en China que quedase, por su obje­tividad, orden y erudición, como obra de referencia y auto­ridad, la Cambridge University Press ha publicado siete grandes tomos de "La Ciencia y la Civi­lización en China" que com­prenden quince libros. Después de más de medio siglo de es­fuerzo sostenido, Needham continúa perseverando con la mayor tenacidad en la confec­ción de la conclusión de la obra.

Gracias a tan preclaro inves­tigador, y a sus cabales colabo­radores, han pasado a ser có­micos anacronismos las pre­guntas de moda en el primer tercio del siglo actual como, por ejemplo, "¿Por qué no existe la ciencia en la cultura china?" En la actualidad, el público culto puede comprender la contribu­ción de China a las ciencias, tanto en la Edad Antigua como en el Medievo, y cuán adelan­tada respecto a Occidente se en­ contraba la nación china en esas dos épocas.

Needham, embriólogo de re­nombre internacional igual que su primera esposa, Dorothy Moyle, se doctoró en Cam­bridge, donde pasó a ser, a partir de 1924, miembro del Gonvillle and Caius College. En 1937, se casó por primera vez y, más adelante, él y su esposa fueron elegidos miembros de la ilustre Royal Society, dándose el caso de que solamente otro ma­trimonio había disfrutado de la misma condición: la reina Victo­ria y su consorte, el príncipe Alberto.

Intrigado por lo chino

En 1937, Needham puso fin a sus investigaciones embrioló­gicas al quedar fascinado por la cultura china. Todo empezó al atraer su atención tres estu­diantes chinos que habían ido a Cambridge a realizar proyectos de investigación científica. Como dichos estudiantes le pa­recieron superiores a los occi­dentales, se preguntó por qué China no había desarrollado una tradición científica. Se había de pasar el resto de la vida tratando de responder a la pregunta.

En 1942, Needham fue de­signado agregado científico de la embajada de su país en la ciudad de Chung-king, en China continental, donde diri­gió la Oficina de Cooperación Científica Sinobritánica. Su cargo le dio la oportunidad de recopilar fuentes de investiga­ción, viajar ampliamente, inte­rrogar a sabios y artesanos, y empezar a escribir sobre la materia sínica que le fascinaba.

Needham dio la espalda a la actitud occidental típica del período anterior a la Segunda Guerra Mundial: creer que la ciencia era producto exclusivo de Occidente y no reconocer la aportación directa ni indirecta de otras ci vilizaciones en el campo científico. Needham, fi­nanciando su proyecto gigan­tesco con su propio patrimonio, adoptó la orientación de la his­ toria comparada, enfocando sus esfuerzos, en particular, sobre la China antigua y medieval.

Los descubrimientos chinos

Al comenzar el sabio su obra innovadora, se creía que China carecía de tradición científica; que, como mucho, poseía cierta artesanía mecánica pero nada que se pudiera considerar cien­cia teóíÍca. Fue Needham quien puso punto final a semejante forma de pensar. Manejando verdaderas montañas de datos, el sabio británico comparó las fechas en que aparecieron inno­vaciones específicas en China y en Occidente; examinó también las posibilidades de transmisión de una cultura a la otra. En con­clusión, declaró a la comunidad académica internacional que, además de los tres inventos chinos más conocidos, a saber, la pólvora, la brújula y la im­prenta, había muchísimos logros científicos y tecnológicos que los chinos habían transmi­tido a Occidente: el estudio de las manchas solares, el relojme­ cánico, sistemas de enganche de caballos, molinos de agua, barcos, timones, procesos de producción de acero, cavado de pozos, puentes colgantes, inmu­nología e incontables cosas más. Cada una de ellas había contribuido de alguna forma al desarrollo de la ciencia y la tec­nología de Occidente.

En 1961, asistiendo, en la Universidad de Oxford, a un congreso sobre la historia de la ciencia, Needham se enfrentó a los partidarios del punto de vista trasnochado diciendo, "Deshagámonos de esta clase de soberbia intelectual y no vol­vamos a considerarnos la raza ilustrada por todo lo que hemos producido. Enorgullezcámonos de que la ciencia moderna nació en Europa pero no tomemos esto por patente eterna. Porque nació en la era de Galileo, la ciencia moderna es la diosa ilus­trada de la humanidad entera, sin división en razas, colores, creencias ni territorios. Es un movimiento para la ilustración de la humanidad entera. Cual­quiera puede cumplir sus requi­sitos y cualquiera puede participar. ¡Es la ciencia moderna de toda la humanidad! ¡No es cien­cia occidental!".

Needham hizo patente en ese discurso su visión de la hu­manidad como "una sola familia bajo el cielo", idea que llevaba décadas expresando. A pesar de la belleza del concepto de fami­lia global, el sabio inglés entró en colisión con los prejuicios de dos grupos de intelectuales: los historiadores de la escuela de Cambridge y los sinólogos clá­sicos. Estos consideraban la his­toria de la ciencia china parte in­tegrante de su propio campo académico, y veían con malos ojos que un embriólogo se in­miscuyera en él. En cuanto a los historiadores, no podían tomar en serio las áreas orien­tales del mundo, considerando al continente europeo como centro único de la civilización universal.

Dificultades y éxito

El primer volumen de "La Ciencia y la Civilización en China" fue una introducción a la historia, la geografía y la filo­logía chinas, sin tocar el campo científico. El volumen segundo trató de la historia de las ideas. Ambos tomos sufrieron un ataque despiadado. El cambio vino en 1959, al aparecer el vo­lumen tercero. Dado que tra­taba de matemáticas, astrono­ mía y geología, los sinólogos ca­ recían de la preparación profe­ sional necesaria para entenderlo así que se tuvieron que callar. Por su parte, los hombres de ciencia, al no conocer ni la lengua china ni la cultura que en esa lengua se expresa, com­prendieron lo necesario de las investigaciones de Needham y alabaron la aplicación que el sabio había dado a sus amplí­simos conocimientos. En vista del apoyo popular en aumento, el editor de la magna obra acce­dió a una expansión del proyecto a base de incorporar nuevos libros dentro de los siete volúmenes de la concep­ción original.

Al cabo de decenios de es­ fuerzos, Needham mismo ya no cree que concluirá él mismo su extenso monumento al inte­lecto chino; por ello, ha dis­puesto que otras personas determinadas sigan con la obra hasta enderezar del todo el entuerto occidental de percibir China como país carente de ciencia. Su obra es una inmensa contri­bución a la comprensión y el respeto entre civilizaciones, que en términos últimos forman parte de una sola.

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