06/05/2024

Taiwan Today

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Confluencia de pasado y presente

26/03/1992
Los recién llegados a Taiwan generalmente se sorprenden frente a los distintos estilos de vida y peculiaridades de esta so­ciedad. A ratos, la vida aquí pareciera rebosante de vitalidad, progreso y éxitos, aspectos que muchos atribuyen al notable de­sarrollo económico alcanzado en la última década. Pero en otros momentos, es como si el tiempo se hubiese congelado en un instante neutro, en el cual predominan valores morales e ideales eternos. En algunas avenidas de Taipei, cientos de edificios albergan oficinas ultramodernas y acondicionadas para empresas financieras e informáticas. En ellas reina la eficiencia, el fre­nesí del trabajo y la aplicación de los más diversos conocimien­tos. Detrás de las avenidas se encuentran cientos de callejuelas en las que inevitablemente uno vislumbra un templo lleno de humo y olor a incienso, repleto de imágenes de dioses multicolores y más de un creyente pi­diendo favores divinos. O quizás un pequeño parque donde un an­ciano practica sus lentos movimientos de tai-chi y una abuela pasea a su nieto. No son anacronismos. Bajo el avance incesante subyace la fuerza de la continuidad his­tórica. Después de todo, la cul­tura china está basada en una filosofía de miles de años de antigüedad. Y, en este sentido, la sociedad china de esta isla ha preservado bien su tradición. Muchos festivales impor­tantes tienen su centro en la veneración del cielo, la tierra, los ancestros y los sabios. Estas celebraciones manifies­ tan el núcleo de la cultura china, como expresiones de respeto y agradecimiento a la vida y a los antepasados. Para entenderlo, es nece­sario hacer una pequeña zam­bullida en las características básicas del espíritu filosófico de este pueblo. La raíz de la nación china se remonta unos cinco mil años atrás, cuando surgió la primera dinastía, a la que siguieron doce más. El pueblo han constituye el tronco histórico de China. Sus hijos se mezclaron con otras gentes del territorio a través de contactos culturales y matrimo­nios. Rara vez usaron la con­quista militar. Esto permitió una fuerte continuidad y el flo­recimiento de una cultura per­durable. Esenciales en la filosofía de la antigua China son las "Cien Escuelas de Pensamiento". Las más notables entre ellas son las de Confucio, Mo-tzu, los dialéc­ticos y los legalistas. Las escue­las metafísica y budista aparecieron entre los siglos III Y IX d.C.. Fue una época en la que abundaron las sectas budistas, incluyendo la bien conocida zen (Chan en chino). El neoconfu­cianismo surgió después de la Dinastía Sung (960-1279 d.C.) y continuó desarrollándose en los 600 años siguientes. Impacto en Asia El confucianismo, el bu­dismo y el neoconfucianismo han ejercido una influencia de gran alcance en los países vecinos de China, especialmente Japón, Corea y Vietnam. No en vano se dice que la filosofía china es a Oriente lo que la griega es a Occidente. La mayoría de los pen­sadores ch i.nos an tig u os dieron gran importancia a la "Vía del Cielo" (tien-tao) y a la "Vía del Hombre" (jen­ tao). Ellos concibieron el Cielo como la vida natural misma, así como la fuente de todos los valores humanos. Según las nociones de los filósofos de antaño, el concepto de "Cielo" abarca el universo, un organismo rebosante de fuerza creadora. No veían la creación de la vida como un proceso mecá­nico, sino como un procedimiento espiritual, lleno de sentido. Para ellos, el Hombre es el re­sultado de la ince­sante creación del Cielo de nuevos seres con más y más sabiduría. Además, gracias a las virtudes brindadas por el Cielo, el Hombre puede crear una cul­ tura en perpetuo refinamiento. Tanto en el uni­verso como en la sociedad humana van surgiendo nueva vida y nuevos valo­res. La combinación de ellos se denomina "Unión del Cielo y el Hombre" o "Cielo y Hombre son una sola mente". Estas ideas fueron promovidas es­pecialmente por los confucianistas y neoconfucianistas. No obstante, los adherentes del taoísmo y el budismo abrazaron nociones semejantes. Hablando de énfasis, se puede decir que el confu­cianismo ha tenido un gran peso en el plano ético; el taoísmo en el artístico; y el bu­dismo en el religioso. La unión de Hombre y Cielo, como filosofía, evolucionó más tarde en la idea de "estar con­tento con el orden que el Cielo le ha dado a la vida de uno". Esta visión da a los chinos una habilidad especial para apreciar a fondo la belleza del mundo natural y para disfrutar de la riqueza de su ética. Además, les permite tener menos sentimien­tos negativos y hacer las cosas con tranquilidad. Después de todo, "el trabajo del Hombre es labor del Cielo". Esta forma de ver la vida también es un tipo de consolación religiosa. Orden y moral Las nociones de "dar vida a nueva vida" y de "unión del Cielo con el Hombre" han lle­vado a los chinos a destacar va­lores como la "benevolencia" (jen) y a establecer un conjunto de pautas de conducta en la "cortesía" o "ceremonia" (li). "Benevolencia" es el sentido inherente del hombre sobre lo moralmente correcto. En forma amplia, representa el amor desinteresado por los otros. Debe manifestarse naturalmente y mientras más, mejor. La "ceremonia" requiere de prudencia racional y autocon­trol. Su propósito es la manten­ción del orden ético en la so­ciedad y el estímulo de la ar­monía en los grupos. Estos dos valores son insepa­ rables y mutuamente comple­ mentarios. Además, son fuente de cualidades como el amor fi­lial y las acciones de buena fe. El pensamiento occidental ha permeado también la filosofía china desde el siglo XVI, cuando el jesuita Mateo Ricci trajo a China la ciencia y el cristianismo. Diversos filóso­fos chinos han estudiado a los clásicos griegos, Santo Tomás de Aquino, Kant, Hegel y Sartre, entre otros. No han faltado los hallazgos de similitudes o paralelos entre Oriente y Occidente. El existen­cialismo, por ejemplo, es espe­cialmente compatible con el én­fasis que el budismo zen hace en el concepto de iluminación existencial. Y muchos intelectuales chinos han hecho notables estu­dios de su sociedad con teorías de otras tierras, como la fenomenología, la hermenéutica y el estructuralismo. No obstante, quizás donde la filosofía occidental ha entrado más fuerte en Taiwan es en el ansia de saber y de cultivar las ciencias. Atrás parece haber quedado el viejo concepto taoísta de que "Con el conocimiento y la inteligencia aparece la hipocresía". Las nuevas generaciones tienen la suerte de poder nutrirse de valores sin fronteras, así como de las enseñanzas de los antiguos sabios locales. Pasado y presente conviven en esta isla con la armonía más propia del pueblo chino.

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