09/05/2024

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La belleza en un hilo

06/04/1992
Un simple hilo de algodón, hecho rodar con delicadeza por la piel de la cara, puede ser tan o más efectivo que las refinadas cremas cosméticas de hoy. ¿Otro cuento chino? Tal vez, pero eso aseguran las expertas que, en su "salón al aire libre" situado en una esquina de Taipei, atienden cada día a decenas de mujeres de todas las edades. Para los extranjeros, e in­cluso las generaciones más jóvenes de Taiwan, la hilera de banquitas ocupadas por damas con la cara empolvada dejándose aplicar el inusual tratamiento es todo un espectáculo. No obstante, para las personas mayores de 50 años se trata sim­plemente del regreso del ban bin, una técnica muy popular en Taiwan en el pasado reciente. Al raspar con el hilo se re­mueven, al mismo tiempo, el vello facial y las células muertas acumuladas en los poros. El polvo sirve para proteger la piel. La escena puede verse en distintas partes de Taipei. Pero es en la intersección de las calles Wenlin y Chungcheng, en el dis­trito de Shilin, donde ha cobrado mayor auge. Tanto así, que la gente ha comenzado a llamar a este punto "Calle ban bin". Hasta ahí llegan cada mañana las damas interesadas. Junto con su tratamiento de limpieza profunda, mantienen una animada conversación. Con los hombros cubiertos por capas plásticas y la cara emblanquecida, lo que menos les preocupa es la mirada curiosa de los transeúntes. Ellas cierran los ojos. La técnica parece simple para el que observa. Pero, en realidad, limpiar bien el cutis y quitar el vello facial sin dolor re­quiere mucha paciencia y habilidad. En un principio, el ban bin fue un rito indispensable para las novias el día pre­vio a sus bodas. Luego, las mujeres de distintas edades aceptaron la técnica y la incorporaron a sus costumbres. Madres hermoseaban a sus hijas, amigas a ami­gas, tías a sobrinas y expertas a clientas. Era, como siempre, la complicidad de las féminas por conservar -o mejorar- los dones de la naturaleza. Sin embargo, al igual que otros aspec­tos de la cultura popular china, la costum­bre se fue desvaneciendo con la influencia occidental y la llegada de las cremas y los salones de belleza. Las máscaras nu­tritivas, las cremas depilatorias, la publi­cidad y la televisión: todo se conjugó contra la antigua y simple técnica. Nostálgicas Pero hace dos años, una anciana de Shilin tomó con sus propias manos la tarea de preservar la costumbre y se instaló con una silla en la calle. El negocio resultó ser tan bueno, que al poco tiempo la decidida mujer se vio rodeada de otras diez más. Claro que, al parecer, los motivos de este grupo están más relaciona­ dos con la nostalgia que con la búsqueda de ganancias. "No necesito el dinero para nada porque mis hijos me mantienen financieramente. ¡Pero quedarme en casa es muy aburrido! Esa es la razón por la que estoy aquí", confiesa una. Entre ellas reina la cama­radería y, a diferencia del mundo empresarial, el temor a la competencia es inexistente. Son amigas, trabajan "silla a silla" al aire libre y están convencidas de que el destino las ha juntado. Su filosofía también dice que, mientras más práctica tengan, más clientas llegarán. El nuevo auge del ban bin avala su teoría. Cada esteticista atiende un promedio de diez mujeres al día. La tarifa es de cinco dólares estadounidenses por hora, a lo que generalmente se añaden propinas. Muchas jóvenes, ansiosas de probar todo lo que esté en el mer­cado para embellecerse, acuden ahora también a la afamada in­tersección para recibir el tratamiento del que tanto han oído hablar a sus madres y abue­las. Eso sí, las mujeres mayores de 50 años siguen constituyendo el grueso de la clientela. Las promotoras de esta téc­nica tradicional afirman que el tratamiento limpia de verdad los poros, en vez de ensuciarlos más como las cre­mas cosméticas. Además, el servicio callejero es mucho más barato que una visita a los modernos y elegantes salones de belleza de Taipei. "Hoy, un tratamiento facial en un salón cuesta al menos NT$ 1.000 (cerca de 40 dólares estadounidenses), y todo lo que allí hacen es aplicarte productos grasosos en la cara", dice una clienta fiel del ban bin. "Además, este sistema es mucho más limpio porque todo lo que se necesita es un hilo de algodón desechable", agrega. Por último, las aficionadas a este tratamiento tienen la satisfacción de hacer honor a una costumbre de los antepasados. Lo que no es poco según los valores chinos.

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