02/05/2024

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Vivir bien el presente

16/05/1993
¿Existe algo después de la muerte? ¿Qué sen­tido tiene vivir?, son preguntas que anidan en la mente y el corazón del hombre. Con pocas menciones al tema de la muer­te, la sabiduría china nos lega una profunda y rica visión. Desde hace más de dos mil años, las enseñan­zas de Confucio en las Analectas guardan una frase de oro: "No conocemos la vida, ¿cómo po­dremos conocer la muerte?". En esta escuela, es lo único que se dice de la muerte. El discípulo Chi Lu recibió una reprimenda cuando preguntó al maes­tro acerca de ello. Si el filósofo hubiera podido decidir cómo morir, hubiera preferido "conocer algo más sobre la doctrina en la mañana y en la tarde, morir sin arrepentimiento". "Confucio y sus seguidores eran todos seres hu­manos, no seres divinos. Como tales, ¿cómo po­drían contestar sobre lo que hay antes o después de la vida?", dice el profesor de filosofía Wang Pang­-hsiung, que ha realizado estudios acerca de la vida y la muerte en la filosofía china. Agrega que quien actúa correctamente en esta vida y fallece sin tener de qué arrepentirse, no temerá a la muerte. De este énfasis en el mundo real, nace un estilo de vida vigoroso y positivo. Los confucianistas esperaban cambiar la so­ciedad actual, hacer que el mundo en que vivimos se transforme en el "reino de los cielos", el "otro lado". Esa es la razón por la que esta escuela filosófica acentúa la política, la educación y la perfección de la sociedad. Sólo una sociedad actual perfecta puede "serenar los corazones frente a la vida y la muerte". La ética y la familia dan forma a la base de la vida. ¿De dónde viene la vida? ¿Hacia dónde lleva la muerte? La respuesta a lo primero es de los antepasados. Y a lo segundo, hacia los descendientes. De una generación a la otra no sólo se transmite la vida, también van la experiencia, la cultura y el pensamiento. Es así como verdaderamente se "vive para siempre". Taoísmo y el no vivir Hay otra línea de reflexión, el taoísmo, que habla del "no vivir". Si una persona no es capaz de asirse a la vida, ¿qué más puede hacer respecto a la muerte?, se pregunta el taoísmo. Los taoístas ven la vida en forma muy natural. Lao Tzu, el filósofo que está en la base de este movimiento, dijo: "Se sale a la vida y se entra en la muerte". El famoso pintor Chi Pai-shi es un buen representante del pensamiento taoísta: Desde los 70 años ya tenía lista la mortaja, el ataúd y otros elementos necesarios para el momento de su deceso. Además, buscó el mejor sitio para instalar su propia tumba. Cuando cumplió 85 años, escribió una poesía que decía: "Renombrado como pintor. No tuvo por dónde compararse con los obedientes ministros y con los hijos piadosos. En la vida no hizo el mal al prójimo, ahora no teme a los espíritus de la muerte". El ya no se preocupaba por la muerte, y su de­ceso acaeció cuando tenía 97 años. Parece que la muerte llega más lento a aquellos que no tienen cuidado de ella. El filósofo Chuang-tzu dijo que la vida y la muerte son "un ir y un venir", simple, gallardo y majestuoso. Se le atañe a Chuang-tzu un relato infaltable en la tradición china sobre la muerte. Cuando falleció su esposa, el filósofo se dedicó a cantar y a tocar los tambores, por lo que uno de sus buenos amigos, no pudiendo aceptar esa conducta, le reprobó duramente. El sabio, que ni se inmutó, contestó: "Y cómo sabes que con la muerte no se vuelva a la casa de la naturaleza, y que el hombre al vivir no sea sino un niño perdido que vaga sin encontrar el camino de regreso a casa?" Sin embargo, al enfrentarnos al gran acontecimiento, se hace evidente la debilidad del ser humano. Incluso un hombre racional como Confucio perdió el control cuando expiró su discípulo más querido y clamó a lo alto: "¡El cielo me quiere destruir!". Frente a la llegada del fenecimiento, la mayoría de las personas no logra controlarse y el dolor le aflora. Aunque los grandes hombres han propuesto soluciones, parece ser que el instinto fundamental del ser humano sigue siendo de aferrarse a la vida y temer a la muerte. El sentir popular En el sentir de la gente, la muerte está como en un hoyo negro, nada se sabe sobre ella. Pero, se puede de­ducir de sus cuentos y relatos de fantasmas, que los chinos de hoy creen en la existencia del alma, algo que está siempre presente, todo el tiempo y en todo lugar. También piensan que después del deceso existe algo más. Sin embargo, el miedo a los fantasmas y el de­seo de cazarlos y echarlos fuera del mundo de los vivos está revelando el rechazo de la gente hacia la muerte. Esta aceptación y rechazo al tema de la muerte, presentes en la mentalidad de la gente, denotan la contradicción existente en el corazón del pueblo. El tradicional diseño folclórico de la "Visita de las cinco bendiciones", dibujadas como cinco mur­ciélagos -que representaban el bienestar económico, la fortuna, la larga vida, la felicidad y la buena muerte- ha variado: ahora sólo hay cua­tro murciélagos, debido a que el quinto augurio ha pasado, poco a poco, a ser un tabú. La misma costumbre de preparar el propio ataúd y la mortaja desapareció gradualmente. Además los adultos rara vez hablan a los niños de los familiares que han muerto. Consideran que no tiene sentido hacer mención de ello. Mientras más lejos, mejor Las costumbres actuales tienden a distanciar a los vivos de los muertos, expresa Wang. Con los adelantos de la ciencia y la medicina, el contacto con la muerte ha sido trasladado a lugares cada vez más lejanos, ha sido sacado fuera del hogar y pros­crito a un hospital. Es muy difícil en la actualidad para los fami­liares seguir de cerca el proceso de la muerte. Se deja en manos de otros lo relativo al funeral. Además, se hace una clara división entre las ciu­dades y los cementerios que, antes, estaban ubica­dos al lado de las villas, separados sólo por una pared, agrega Wang. La tablilla ancestral, desde su lugar en los altares ubicados en cada casa, recordaba constantemente a los predecesores ya fenecidos. Ahora se la lleva a un lugar lejano. Se dice que es por buscar un lugar más bonito a los fallecidos; pero en realidad es una forma de mostrar el deseo de no enfrentarse a ella. El común de la gente prefiere no hablar de la muerte. Sin embargo, la experimenta junto a la vida. Intenta aproximarse, pero al mismo tiempo quiere huir de ella. Ni la vida ni la muerte son algo que el hombre pueda decidir. Los chinos perciben que la vida y la muerte no están separadas, sino que son un ciclo. El cómo estén unidas es algo que el ser humano no puede captar. ¿Cómo pueden las personas conocer la realidad de otro mundo en el que no están? Por precau­ción, lo mejor es vivir bien en la vida presente, sin provocar problemas a nadie.

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