04/05/2024

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El enorme templo de la diosa del mar

26/04/1992
Pequeña en terreno como es, la isla de Taiwan posee uno de los complejos taoístas más grandes de Asia en el Templo de la Santa Madre situado en Luhermen, cerca de la sureña ciudad de Tainan. Este templo dedicado a Matsu, la diosa del mar, actualmente tiene cerca de quince hec­táreas construidas. Pero debido a una permanente competición con un templo cercano, sus ad­ministradores y fieles están siempre en campaña para con­tinuar las obras, añadiendo más jardines, puentes y estanques. Se dice que existen más de tres mil templos en honor a Matsu en toda Taiwan. Pero éste resalta tanto por sus dimensiones como por su esplendor. Uno de los pa­bellones mide 136 metros de alto, y otro 265 metros de largo. Simétrica y ordenada al igual que la mayoría de las grandes construcciones chinas, ésta posee líneas y tonos más sobrios que la generalidad de los templos taoís­tas. Aquí no están los dragones que se retuercen en los aleros, ni las escenas multicolores de viejos maestros enseñando a sus dis­cípulos. Sí hay columnas de piedra talladas, pinturas murales y, sobre todo, gigantescos tejados que se alzan al cielo. Adentro de los cuatro edificios principales existen numerosas salas, cada una dedicada a las más importantes deidades del panteón taoísta. Como esta religión es conocida por adoptar como suyos también a dioses y maestros de otros credos, no faltan aquí las imágenes de Kuan Yin, la diosa budista de la misericordia. Fieles y ofrendas Detrás de grandes mostradores de madera, varios ancianos venden incienso, libros y pequeños paquetes con comestibles para ser presentados como ofrendas. Los creyentes circulan de un salón a otro, deteniéndose frente a la imagen por la que sienten más devoción. Oran, agitan sus varillas de incienso, y arrojan al suelo pares de medias lunas de madera para saber qué opinan los dioses sobre sus planes personales. También hay mercados de artesanías y recuerdos. Aquí, los productores locales venden desde juguetes tradicionales hasta ollas de madera y bambú para hacer comida al vapor. En un rinconcito, un quiromántico de singulares bigotes ofrece sus servicios a quien l1ecesite saber más sobre el destino. Si uno decide dar dinero para contribuir a las ampliaciones del templo, no tiene más que acercarse a uno de los encargados. El nom­bre del donante se añade a miles de otros, grabados en una enorme plancha de mármol negro o en las diversas columnas de piedra que sostienen las edificaciones. El templo es visitado por miles de personas durante todo el año, especialmente las más importantes festividades chinas. Pero es para el aniversario del nacimiento de Matsu, el día 23 del tercer mes lunar (25 de abril este año), cuando los patios se repletan a más no poder. En medio del bullicio y el humo de petardos, se distingue un ritmo de tambores que hace bailar a fieles vestidos como di­versos personajes de la mi­tología china. Abundan los médium poseídos temporal­mente por espíritus que desean transmitir mensajes al mundo de los mortales y los que, en estado de trance, atraviesan partes de su cuerpo con grandes agujas. Otra fecha especial es el Festival de los Faroles (el día 15 de la primera luna), cuando se realiza un despliegue de fuegos artificiales que resalta la magni­ficencia del lugar. La construcción del templo, según el plano actual, empezó en 1974. En parte, su esplendor pareciera representar el empeño de los creyentes por superar la historia del desastre que des­truyó el edificio original en el siglo XIX. Luhermen (Puerta de la oreja del ciervo) fue uno de los primeros puertos de Taiwan. Aquí llegó una gran cantidad de inmigrantes de China continental, principalmente de la provincia de Fukien, situada frente a la isla. En su mayoría pescadores y gente relacionada con el mar, los nuevos habitantes trajeron consigo el culto a su diosa. Niña de los prodigios Matsu tiene su origen legen­dario en Lin Mo-niang, una muchacha nacida en el año 960 d.C., en el seno de una familia rica que vivía en la costa del sur de China. Desde pequeña, la niña empezó a mostrar que, además de estar dotada con una inteligencia notable, poseía ta­lentos sobrenaturales. Cuando tenía 16 años de edad, salvó a los tripulantes de un barco que se hundía, lo cual aumentó su reputación de mila­grosa. El mito dice que la joven también hizo frente a dos demonios: uno de oídos capaces de oír a mil kilómetros a la redonda, y otro de ojos con la potencia de ver a mil kilómetros de distancia. Mo-niang eliminó de ellos la maldad y los convirtió en sus aliados. No obstante, un destino aún más alto estaba reservado para ella. A los 29 años as­cendió al cielo y el fervor popular rápidamente la proclamó diosa del mar. El primer templo a Matsu en Taiwan fue construido precisamente en Luher­men durante el reinado del Emperador Wan Li (1573-1620). A esta zona llegó por primera vez el general Koxinga en 1661, a formar un bastión de resistencia contra los manchúes. El oficial no logró ese objetivo, pero sí -gracias a su invoéación de Matsu- expulsar a los holandeses que habían invadido la isla unos años antes. También dicen los anales que, cuando se acercaba a Taiwan, el general tuvo el pro­blema de que sus embarcaciones eran muy grandes para la poca profundidad del agua de la costa. Las naves estaban por en­callar cuando Koxinga decidió encomendarse a la diosa de los pescadores. Prodigiosamente, el mar subió de nivel. Deben haberse producido in­teresantes fenómenos geográfi­cos en esa época porque, hacia fines del siglo XVIII, un proceso de sedimentación dejó a Luhermen mar adentro. En 1831, un fuerte tifón des­truyó el viejo templo. Los iconos más antiguos de Matsu, considerados obras maestras de la talla, fueron rescatados y trasladados al templo cercano de Haiankung. Ochenta y siete años más tarde, las imágenes volvieron a un pe­queño altar en lo que quedaba del antiguo templo. Al cumplirse 300 años desde la llegada de Koxinga, en 1961, el Gobierno decidió que era hora de determinar dónde exacta­mente el héroe había llegado y se había construido el viejo tem­plo. Así empezaron los inter­minables trabajos. El imponente edificio de hoy ocupa una de las tierras con más valor histórico de la isla.

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