03/05/2024

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Tablillas ancestrales: pasaporte a la eternidad

16/04/1991

Las películas chinas de miedo generalmente tienen como protagonista a una mujer fantasma, a veces encantadora, a veces terrorífica, que acosa a los vivos con su presencia. Aparte de ser un elemento de tensión, los guionistas tienen buenas razones para incluirla en la historia: según la superstición, la mujer que muere soltera no tiene descendientes que veneren su tablilla ancestral. Por 10 tanto, es un alma errante ... e intranquila.


Aunque el culto a los antepasados en la forma de tablillas del espíritu ha disminuido en la sociedad china moderna, aún es posible encontrar estas reliquias familiares en los salones de algunas casas.


Muchos adultos todavía recuerdan cómo en cada Año Nuevo Chino, o para el aniversario de la muerte de uno de sus abuelos, se encendía incienso y se hacían plegarias para invitar al difunto y otros antepasados de la familia a unirse a la celebración. Un familiar fallecido era tratado de la misma forma que en vida, siguiendo la máxima de Confucio "trata al muerto como tratas al vivo".


Una de las más antiguas tradiciones de los chinos, la tablilla del espíritu es un trozo de madera inscrito con los nombres de los antepasados y debe ser objeto de veneración por las generaciones siguientes.


Que el clan perdure


El papel del hombre es muy importante en esta costumbre y explica, en parte, el rasgo patriarcal de la sociedad china. Como son los varones quienes continúan el linaje familiar, sobre ellos cae la responsabilidad de que el clan perdure y siempre haya alguien para ofrecer sus respetos a los difuntos. Además, para que la ceremonia tenga validez debe ser dirigida por el hijo o el nieto mayor. Si una familia no tiene hijos varones, deberá adoptar uno.


La veneración de los ancestros proviene de la idea de que el alma no se extingue con la muerte, dice el profesor de la Escuela Teológica de Taiwan, Tung Fang-yuan, que ha investigado las creencias folclóricas durante 20 años. Los chinos sostienen que el hombre tiene un alma espiritual, que reside en el cielo, y un espíritu animal, que vive en la tierra. Este concepto está claramente establecido en el Libro de los Ritos (Li-chi). El alma no desaparece después de la muerte, simplemente migra hacia otro mundo. El vivo puede comunicarse con los espíritus de los fallecidos y pedirles buena fortuna.


Las tablillas ancestrales datan de la Dinastía Chou (1050-249 a.C). En los "Anales Básicos de Chou" , que aparecen en el Registro del Historiador (Shi-ehi), se lee: "El Rey Wu hizo una tablilla de madera para el Rey Wen y la llevó en su campaña contra (el monarca tirano) Chou". La leyenda folclórica, en cambio, sitúa su origen en la historia de Ting Lan, uno de los "veinticuatro hijos filiales". El mito sedala que durante la Dinastía Han existió una familia de apellido Ting que fue ejemplo de amor filial. Los padres murieron a temprana edad y Ting Lan, desconsolado por su pérdída, decidió tallar en madera la imagen de sus progenitores para venerarla en un templo ancestral.


Claro que, para que un espíritu pase a habitar una tablilla no basta con tallar su nombre en ella. El rito para convertir el objeto en símbolo del espíritu del difunto ha sido descrito en el libro Tso-chuan y consiste, básicamente, en "exorcizar el espíritu e inscribir el carácter chu" .


Cuando muere una persona, lo primero es disponer una réplica de tablilla, hecha de papel, como hogar temporal para su alma. Entretanto, se prepara una tablilla de madera con el nombre del difunto y la inscripción funeraria convencional. El carácter chu ("dueño" o "señor", en una traducción aproximada) debe ser inscrito por una persona muy cercana al difunto y de impecable virtud.


En el momento de inscribir el carácter chu, el celebrante debe mirar hacia el este y respirar sobre la punta del pincel antes de aplicar el primer trazo. En el instante exacto en que aplica el pincel sobre la madera, debe contener la respiración y hacerse una imagen mental del difunto, como si el alma estuviera en realidad concentrada en ese punto específico. Luego, la tablilla de papel es incinerada.


Los chinos consideran el este como la dirección asociada con la vida. El este pertenece al elemento Madera, ya que desde esta dirección sopla la brisa primaveral que reaviva a las plantas y árboles que han sufrido durante el invierno.


Más práctico que religioso


El profesor Tung sostiene que Confucio fue un fuerte opositor de las prácticas de idolatría y habló de "respetar a los fantasmas y espíritus, pero mantener una distancia de ellos" no para negar su existencia, sino para eliminar las supersticiones. Confucio otorgaba gran importancia al amor filial y decía que este lazo debía ser cuidado tanto en la vida como en la muerte.


"Además, la veneración de los ancestros era una forma de reunir al clan familiar y consolidar las funciones de la sociedad patriarcal", explica el experto.


Concuerda con esta idea el catedrático del Instituto de Administración de Mingchuan, Hung Po-hsien, autor de un estudio sobre el tema. En su texto explica que en la antigua China el aquí y el ahora eran más importantes que lo que hubiese después de la muerte. En las clases altas, la veneración de los ancestros era más funcional que religiosa. Lo mismo sucedía en las clases bajas, en las que la gente estaba poco familiarizada con los escritos clásicos y celebraba el ritual para obtener favores de los difuntos.


"Los sacrificios a los ancestros no eran sólo un momento para recordar a los muertos; también había intereses personales de por medio", dice Hung. Después de todo, era normal rogar a los antepasados para que protegieran sus bienes y les dieran prosperidad.


Buenos y malos


En Taiwan, las tablillas ancestrales dífieren de las del continente en que no albergan un espíritu solo sino que son colectivas. En ellas se inscriben frases tales como "todos los ancestros fallecidos de la familia X".


Las creencias predominantes en la isla son una mezcla de las que trajeron los inmigrantes de Fukien y Cantón. El temor a los muertos está muy expandido y se habla de "fantasmas buenos y malos". Los primeros reciben la veneración eterna de sus descendientes, se les arma un pequeño santuario en casa, o se guarda su tablilla en un templo. Los fantasmas malos, en cambio, son aquellos abandonados por sus familiares. Como no tienen nadie que les atienda, se vuelven mendigos furiosos y regresan al mundo de los mortales en busca de comida y para hacer daño en venganza de sus sufrimientos.


¿Quienes son más susceptibles de convertirse en fantasmas malos? Todos aquellos que mueren solteros, sin hijos. Claro que hay algunas salvedades. Un hombre puede ser venerado por los hijos de sus hermanos, pero una mujer que ha muerto antes de casarse ni siquiera puede ser incluida en la tablilla de su propia familia. Eso explica la abundancia de mujeres fantasmas.


Aunque se practica cada vez menos, una de las soluciones para evitar el vagabundeo del alma de la difunta es instalar su tablilla en un altar especial. También es posible arreglar un matrimonio póstumo, ya sea con un muerto o con un vivo, para que pueda ser venerada apropiadamente por la familia de su esposo. A veces el marido vivo es el novio con el que la muchacha planeaba casarse y a veces un extraño que acepta el trato motivado por la dote.


Es indudable que en estas prácticas abunda la superstición. Pero también está presente el concepto humanista de respetar y querer a los familiares, si es posible, hasta la eternidad.

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