30/04/2024

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Barrer las tumbas: una visita a los ancestros

16/04/1991

Eternos veneradores de sus ancestros, los chinos suelen hacer ceremonias en diversas ocasiones para honrar a sus familiares fallecidos. Durante festividades tales como el Año Nuevo Chino o el Festival de la Luna, algunas personas presentan ofrendas ante el altar que guarda las tablillas de sus antepasados para hacerles participar de la reunión. Son manifestaciones de un afecto y respeto que no se reduce al 5 de abril de cada año, que es el día consagrado para el recuerdo de los muertos.

En el día del Ching-ming los cementerios se llenan de visitantes que acuden a limpiar los sepulcros, cortar la hierba y arrancar las malezas. Una vez acabado el trabajo pesado, presentan ofrendas de flores, carne, pescado y pasteles de arroz para que el difunto pase un momento agradable en el más allá y se pide su bendición. El dios de la tierra también es invocado con regalos similares, para solicitarle que cuide las tumbas.

Después de quemar dinero de sacrificios y prender petardos, se esparcen cáscaras de huevo duro sobre los sepulcros. Este último gesto simboliza que 10 viejo abrirá paso a lo nuevo.

En algunas partes de China aún existe la costumbre de decorar los huevos con una tintura que se obtiene de las raíces de rubia o granza. Las cáscaras no son sacadas hasta varios días después, por 10 que dejan su marca artística en la clara. Los más hermosos son premiados con el título de “la comida del día”.

Día de paseo

Aparte del ritual, desde la antigüedad se ha considerado al Ching-ming como un buen día para salir al aire libre, aunque generalmente llueve. Esta costumbre se originó durante la Dinastía Tang, y era especialmente practicada por las mujeres, a quienes las normas sociales prohibían salir durante la mayor parte del año.

Según el calendario lunar, el Ching-ming puede caer el 4 o el 5 de abril del calendario gregoriano. Corresponde al quinto período de los seis en que se divide la primavera (cada estación del año tiene seis).

Aunque los chinos han mantenido la costumbre de visitar las tumbas de sus ancestros desde la Dinastía Tang (618-907 d. C), el nombre de Día de Barrer las Tumbas fue adoptado recién en 1935.

Antes de la Dinastía Tang, los chinos visitaban los sepulcros en el Día de la Comida Fría, cerca de 48 horas antes del Ching-ming, o 105 días después del Solsticio de Invierno del año anterior. Tal como su título indica, en esa festividad sólo se podía comer alimentos fríos porque estaba prohibido hacer fuego en esa jornada y las dos siguientes. Esta práctica se hacía en honor a Chieh Chih-tui (siglo VII a. C. aproximadamente), el cual rehusó ser premiado por su contribución al retomo al poder del Rey Wenkung del Reinado de Chino Chieh y su madre se recluyeron en una montaña. Pero el rey estaba tan deseoso de conseguir los servicios del héroe que ordenó quemar el monte para obligarlos a salir. No obstante, ellos prefirieron morir en ese sitio abrazados a un árbol.

Un monarca posterior quizo demostrar su pesar por lo ocurrido y prohibió que, a partir de entonces, se encendiera fuego alguno durante el aniversario anual de la muerte de Chieh.

Antorchas de olmo

Además, en la antigüedad se creía que a fines de la primavera aparecían en el cielo dos estrellas incompatibles según la teoría de los cinco elementos (agua, fuego, madera, metal y tierra). Una de ellas estaba relacionada con la madera y la otra con el fuego. Temiendo que el fuego se volviera demasiado vigoroso y quemara toda la madera, causando desorden en el universo, existía la prohibición de encender fuego alguno.

La primera fogata después del período de veda era celebrada en el día del Ching-ming. Durante la Dinastía Tang, los emperadores ofrecían antorchas de olmo o sauce a sus funcionarios favoritos en esta ocasión. Orgullosos, los agraciados las llevaban a sus casas para encender el nuevo fuego. En la Dinastía Sung, las antorchas fueron reemplazadas por velas.

Además, el Ching-ming marcaba el comienzo de la temporada de peleas de gallos, que se extendía por todo el verano. Todo el mundo, desde los emperadores hasta los campesinos, pasaba el día apostando en los reñideros.

Para las mujeres era el día de los columpios. Los jardines llenos de jovencitas balanceándose y vestidas con largos atuendos que flotaban al viento inspiraron a varios poetas.

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