05/05/2024

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La generación "tarote"

16/06/1993
En Taiwan hay interesantes so­brenombres para los subgrupos étni­cos. En general, a los taiwaneses (o ben-sheng-jen) se les llama "camotes" y a los de las provincias chinas continentales (o wai-sheng­ jen) se les conoce como "toros". Los primeros recibieron ese nom­bre por la semejanza que algunos en­cuentran a la forma de la isla con el camote o batata. Y, por la costumbre de buscar apelativos entre las cosas que están a mano, los segundos fueron bautizados con el nombre de un tubérculo de color violeta origi­nario de la India. Por muchos años, los hijos de padre continental fueron considera­dos oriundos de la provincia del pro­genitor, aunque hubiesen nacido en la isla. Con el propósito de eliminar es­tas distinciones, el año pasado se aprobó una ley según la cual sólo el lugar de nacimiento deberá ser re­gistrado en las cédulas de identifi­cación y otros documentos. No obs­tante, la ley no ha eliminado la costumbre social de llamar taros a los hijos de continentales, aunque nunca hayan pisado esas tierras. Claro que ahora, tras más de cuatro décadas de contacto, interacción... y matrimonios, cada día son menos las diferencias entre unos y otros. De hecho, ya existe un buen número de hogares "tarote", con particulares modos de hablar, de comer y de ser. Originalmente habitada por grupos polinésicos y luego por inmigrantes de Fukien y Kuangtong (Cantón), Taiwan recibió una de las más grandes migraciones con­tinentales en 1949, cuando alrededor de un millón de personas -principalmente soldados- se trasladaron a la isla junto con el Gobierno Nacionalista. En esa época, los habitantes de Taiwan ya tenían una identidad propia. Durante la ocupación japonesa, cuando iban al continente para hacer negocios, los isleños se presentaban como "camotes". Más tarde, cuando lle­garon los militares, el nuevo apodo surgió espontánea­mente: "viejos taros" fue escogido para todos los conti­nentales, sin diferenciar de qué provincia venían. Todos "ninjas" En un principio surgieron los más sorprendentes estereotipos. Las mujeres rumoreaban que los taros eran buenos maridos, les gustaba comer ajos, ajíes y carne de perro y tenían mal genio. A la vez, entre los continentales se decía que los camotes eran, en su mayoría, machistas o "verdaderos patanes de campo". Como en el siglo anterior Taiwan había estado bajo dominio japonés, no faltó quien dijera: "Todos estos camotes saben técnicas ninja". Además, aún estaba fresca en la memoria el "Incidente del 28 de febrero", un enfrentamiento entre civiles taiwaneses y militares continentales ocurrido en 1947, con un saldo de entre 18 mil y 28 mil víctimas. Hasta el día de hoy, muchos mitos persisten. Pero la interacción y la comunicación entre ambos grupos ha ayudado a poner las cosas en su justa dimensión. Tampoco ahora podría decirse que todos los continentales son miembros del Kuomintang o todos los taiwaneses votan por el opositor Partido Democrático Progresista. Los casamientos inter-provinciales han sido una de las principales fuentes de entendimiento, ya que la convivencia diaria ha ayudado a eliminar mitos. Desde luego, no todo ha sido fácil, es­pecialmente para la primera generación de matrimonios tarote. Un ejemplo es una pareja formada por un hombre de Hopei y una mujer hakka del condado de Miaoli, en Taiwan. En general, se tratan con ca­riño; pero hay una situación que pone una barrera entre ellos debido a lo diferentes que han sido sus experien­cias pasadas. Durante su infancia, la esposa recibió educación japonesa. En la ac­tualidad acepta sin problemas las cos­tumbres y modales de ese país, le encanta la música japonesa y sueña con la idea de viajar allá. El marido, en cambio, trabajó arduamente en la clandestinidad durante la Guerra de Resistencia y fue torturado por los militares nipones, de modo que odia todo lo que ese país representa. Cada vez que la mujer escucha canciones japonesas, el marido se impacienta y empieza él mismo a cantar a voz en cuello: "Toma el cuchillo y corta la cabeza de los diablos..." o cosas similares para mostrar su malestar. Claro que esos desacuerdos no llegan a situaciones mayores. Ambos coinciden en que "las canciones son sólo canciones, pero la fa­milia es la familia". Cambio de planes Estudios de la Academia Sínica revelan que, en la primera generación, hubo entre un 16 y un 19% de matrimonios inter-provinciales, en su mayo­ría de hombres continentales con mujeres taiwanesas. Pero, en la segunda generación, se produjo un equilibrio, en el sen­tido de que muchas hijas de continentales se casaron con hombres taiwaneses. Hace cuarenta años nadie hu­biese imaginado que alguna vez habría tanta cantidad de hogares tarote. En la sociedad china tradi­cional del continente, las comunicaciones y el transporte eran suma­mente limitados. Alejarse sólo 25 kilómetros de la casa era considerado ir a "tierras extrañas". Muchos de los militares que siguieron al Gobierno Central a Taiwan ni siquiera sabían con precisión dónde estaba la isla. Llegaron aquí solos, pero con la ilusión de poder volver pronto a sus pueblos natales, quizás a casarse con la novia que habían dejado. Pero el tiempo fue pasando y los planes se modificaron. Entonces, muchos soñaron con regresar acompañados de una esposa e hijos. Lo cierto es que en esta última in­migración vino una mayor proporción de hombres que de mujeres. Los varones prácticamente triplicaban a las damas. Ese desequilibrio implicaba que, tarde o tem­prano, se produciría una fusión entre ambos grupos. ¿Y fueron felices para siempre? Eso no podría asegu­rarse. Pero hay historias románticas, como la de un hom­bre de Hubei que para evitar ser rechazado por la familia de su amada, de la aldea de Pinghsi, cerca de Taipei, se hizo acompañar del jefe de la policía cuando fue a pedir su mano. "La gente del campo temía a las autoridades y mi abuelo, cuando vio al jefe de la policía en la puerta, no pudo ni siquiera respirar. Apenas le preguntaron dijo que sí", cuenta riendo Hsiung Shu-hwa, hija de ese matrimonio. Las familias tarote tienen una mezcla de costumbres, en especial en su forma de comer. En sus mesas, la sopa de arroz típica de la isla se sirve junto con pan cocido al vapor y yutiao (masa de harina frita, que tiene forma del­gada y alargada, como churro), originarios del continente. Además, al casarse muchos hombres y mujeres conti­nentales han tenido que aprender taiwanés o hakka, para poder comunicarse con la familia de sus cónyuges. Y los retoños, por supuesto, son bilingües. Según el etnólogo Wang Pu-chang, de la Academia Sínica, los hijos de estos matrimonios tienen menos "conciencia de identidad provincial" que los de origen únicamente taiwanés o continental. Muchos de ellos se describen como "mitad y mitad" cuando se les pregunta con qué lugar se identifican más. Lo cierto es que los taros han echado raíces en Taiwan y no sólo se han adaptado a las costumbres lo­cales, sino que, junto con los camotes, han creado una sociedad multifacética. Como una gran mayoría de los llegados hace 44 años, Liao Chung-shan ahora considera a Taiwan como su verdadero hogar: "Después de tanto tiempo, el nuevo pueblo se convierte en el viejo pueblo".

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