06/05/2024

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Risas a costa de los novios

16/07/1993
Generalmente serios y ceremoniosos en sus relaciones sociales, los chinos dan rienda suelta a su imaginación para hacer bromas en la noche de bodas... ajena, por supuesto. La fiesta se ha terminado y los recién casados despiden a los invitados en la puerta. Algunos, sin embargo, se ven tan ebrios que no parecen en condiciones de partir. Los mismos novios algo mareados suben a pasar su primera noche de bodas en el cuarto que han reservado en el hotel donde se realizó el ban­quete. Los acontecimientos de­berían seguir su curso normal... pero, repentinamente, unos quince amigos del novio irrum­pen en la habitación. "¡Pensé que estaban borra­chos!", dice el sorprendido joven al cabecilla, un antiguo com­pañero de estudios. "¿Borrachos? ¡Ni aunque estuviera muerto me perdería de venir a hacer barullo en tu cámara nupcial!", responde el amigo. Acto seguido, los intrusos em­piezan a molestar a los recién casados. Primero se instalan có­modamente a jugar mahjong, un popular dominó chino. Luego, obligan a la pareja a meterse en la cama y a quitarse la ropa bajo las mantas. Sólo después de compro­bar que han salido todas las prendas, los invasores se retiran. ¿Una experiencia digna de filmarse? Eso es exactamente lo que hizo el director de cine Ang Lee en su reciente cinta "El ban­quete de bodas", ganadora del Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de Berlín 1993. Lee fue testigo -o quizás participante- de hechos simila­res hace unos años, lo cual lo motivó a recrearlas en su filme. Es cierto que en muchos países existe la costumbre de gastar bro­mas a los novios. Todo depende del ingenio. Pero ningún otro pueblo ha hecho una tradición de la idea de llevar la ju­garreta hasta el mismo cuarto nupcial. Nadie sabe exacta­mente dónde surgió esta costumbre china. Algunas versiones di­cen que la tradición llamada "comerse a la novia" o "tomar té con la novia" era una cere­monia especial des­pués del banquete, du­rante la que se hacían bromas a la recién casada. El propósito era poner a prueba su paciencia y, al mismo tiempo, echarle un vis­tazo. Antiguamente predominaban los ma­trimonios arreglados y los novios se conocían sólo unos pocos días antes, si no el mismo día del casamiento. Una explica­ción para este in­terés señala que los familiares y ami­gos se reunían en la habitación de los recién casados para, con su alegría, atraer a fuerzas buenas y lu­minosas a la vez que ahuyentar a los malos espíritus y la oscuri­dad. De ahí viene el dicho: "Si la gente no hace revuelo, lo harán los demonios". Desahogo Uno de los primeros registros escritos de esta costumbre data de la Dinastía Han (206 a.C.-221 d.C.). En la obra Han Shu se dice: "Durante la noche de bo­das, para divertirse, ellos es­cuchaban en secreto por las ven­tanas todo lo que decía y hacía la nueva esposa". ¿Puede haber sido esto entretenido? Tal vez para las personas con tendencias voyeristas o "mironas". Para otros, esta práctica más bien es un símbolo de la represión se­xual entre los chinos. El cineasta Ang Lee evidente­mente concuerda con esta visión. El mismo aparece en pantalla como un invitado que comenta a un occidental el sentido de las mofas: "Lo que acabas de ver es el resultado de cinco mil años de represión sexual china". Lee explica que su personaje habla mitad en broma, mitad en serio. Pero que, en realidad, él personalmente opina que "una boda es realmente la única ocasión en la que uno puede de­sahogarse". Esa legitimidad viene de la popular costumbre de "tres días sin respeto por viejos o jóvenes". En ese período, se supone que los miembros de cualquier generación pueden divertirse a costa de los recién casados. Todos los tabúes desa­parecen, creando una ocasión perfecta para entretenerse, ob­servar el carácter de la novia y pedir a los dioses que brinden felicidad a la pareja. Un chiste muy popular señala que, en la mañana siguiente a la noche de bodas, el marido pide al servicio del hotel que le lleven dos desayunos a su cuar­to. Instantáneamente, una voz grita desde abajo de la cama: "¡No, que manden cinco!". En los esponsales de milita­res siempre se hace una broma llamada "sacar a la luna del mar". Consiste en poner un huevo dentro de los calzoncillos del marido y, luego, obligar a la esposa a meter su mano y sacarlo. En el intertanto, los es­pectadores se divierten gritando: "¡No saques uno equivocado!". La profesora He Chun-jui, de la Universidad Central, opina que éstas son formas de desafiar los tabúes sexuales. Los recién casados son blanco de bromas porque están más expuestos. Pero para que la chanza sea real­mente divertida, es necesario que los afectados sean ver­daderas víctimas. "Si la pareja muestra abiertamente su afecto frente a todos los presentes, los invasores serán quienes de ver­dad se sentirán avergonzados", dice He. Lamentablemente, esas opor­tunidades festivas también han dado pie para que se cometan abusos. En su libro Tan Chien Hsu Lu, el escritor Yang Shen, de la Dinastía Ming (1368-1644 d.C.), reprende a sus contem­poráneos por sobrepasarse con las novias. Los acusa de aprovechar la oportunidad para desnudarlas o quitarles los zapa­tos para mirar sus pies pequeños a fuerza de vendajes. Esas situaciones fueron la base de diversos llamamientos a las autoridades para que tomaran cartas en el asunto y prohibieran la costumbre. Eso no se logró, evidentemente. Pero, en la ac­tualidad, aparte de molestar un poco a los recién casados con di­versas ocurrencias, no hay casos tan extremos como los antes mencionados. Ojo por ojo De todos modos, muchos de los que se sobrepasan tienen que, en algún momento, probar su propia medicina. Así le ocu­rrió al reportero gráfico Hsiao Jung, conocido por sus colegas como bromista de primera clase. Siempre tiene alguna ocurrencia. A un ex compañero de escuela lo hizo beber orina mezclada con salsa de soja, salsa picante y mostaza. En otra boda, besó descaradamente a la novia. Debido a sus "excesos", obvia­mente le llegó el turno cuando él mismo contrajo nupcias. Lo obli­garon a beber vino en el zapato de la novia. "En ese momento no me preocupó y seguí la corriente. Claro que después me sentí algo enfermo", relató. Pero, como los leopardos no pueden quitarse las manchas, Hsiao Jung sigue siendo el bromista de siempre. Nunca le faltan ideas para reírse a costa de los novios.

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