30/04/2024

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Todos quieren ser parte del ciempiés

06/08/1993
"Todos los niños y niñas de entre seis y nueve años y menos de 40 kilos de peso que deseen participar en la procesión del ciem­piés, por favor presenten sus solicitudes". Después de que apareciera este aviso escrito sobre papel rojo en el templo Chihe Kung de Houshe, una localidad vecina a la aldea Hsuehchia, en el Sur de Taiwan, llegaron 695 solicitudes; no obs­tante, sólo 36 niños fueron seleccionados. "Mis once nietos mandaron sus nom­bres, pero sólo uno fue elegido. ¡Esto es más difícil que pasar el examen imperial!", exclama un anciano. Uniéndose al grupo, una abuela cuenta su experiencia: "Mandé más de 20 nombres para asegu­rar que alguno saliera, pero ni siquiera uno solo resultó nombrado". Cuando una persona le pregunta cómo es que tiene tantos nietos, la anciana res­ponde avergonzada: "No, sólo tengo tres. Usé los nombres de vecinos para el resto". El décimo día del tercer mes del ca­lendario lunar, en la víspera del Festival Paichiao en Hsuehchia, una ruidosa mul­titud se reúne en el patio delantero del templo Chihe Kung. Las tres docenas de niños afortunados aguardan junto a sus padres y abuelos que les asignen la figura que tendrán que encarnar mientras mon­tan sobre el ciempiés. Este año, el tema de la procesión es la novela clásica "La ribera", sobre un grupo de bandidos enderezadores de entuertos. Para designarlo se ha hecho uso de la adivinación mediante chiaopei, dos trozos de madera en forma de medias luna que, según la posición en que caigan al ser tirados al suelo, indican la voluntad de los dioses. Wu Chun-hsi, el ma­quillador, distribuye los papeles según los ras­gos de los pequeños. "Un chico vivo como éste puede ser un payaso; una niñita agraciada puede ser una guerrera como Sun Erh-niang; y cualquiera puede ver que este fortachín está per­fecto como Li Kuei, el "Torbellino negro", dice. Así es designada la mayoría de los persona­jes; pero la elección fi­nal sobre quién será el emperador que encabe­ce el grupo queda a jui­cio de las deidades. Tres candidatos selecciona­dos por el maquillador son llevados al interior del templo, donde se consulta a los dioses con los chiaopei. En ese momento, los adultos de las tres familias queman incienso y rezan con fervor, esperando que la fortuna les favorezca. ¿Por qué tanto entusiasmo? La procesión del ciempiés es una manifestación folclórica con un fuerte carácter religioso y corresponde a expresiones típicas de las áreas costeras del condado de Tainan. Allí la creencia en los wangye (figuras históricas veneradas como dioses) está bastante expandida. El ciempiés se compone de planchas de madera unidas para imitar la forma de ese animal. Sobre los tablones van asien­tos para los niños disfrazados. Vanguardia En las leyendas, forma la vanguardia de los wangye, abriendo paso y alejan­do todas las impurezas. "Sin el Señor Ciempiés en el frente, no podría salir el Gran Señor del Tao (Ta Tao Kung, como también es llamado Paosheng Tati, el 'Gran señor que preserva la vida'). El ciempiés va a donde los petardos suenan más fuerte", explica Liu Cheng-shang, di­rector del comité de la procesión del templo Chihe Kung. De este modo, la razón por la cual tan­tos padres hacen lo imposible para que participen sus retoños es para que éstos se vean impregnados del poder limpiador de males que tiene. A las cinco de la mañana del día siguiente, los padres llevan a sus hijos al templo. Los niños, vestidos de pie a cabeza con ropa nueva para simbolizar pureza, aguardan soñolientos su sesión con el maquilla­dar. Se cree que, al di­bujarse la máscara, los atributos de los persona­jes son transferidos a los portadores. Por eso, los chicos débiles o delgados esperan que les pinten el rostro con co­lores vivos, como los personajes masculinos más fuertes. "Los niños enfermizos que no engordan o mojan sus camas crecerán sanos una vez que hayan tomado parte en el ciempiés. Mi hijo una vez par­ticipó y esta vez lo hará mi nieto", ex­plica Chen Fang-chin, uno de los fieles. La gente también cree que si el ciempiés pasa sobre el cuerpo de una persona ahuyenta la mala fortuna y los espíritus ma­lignos. Por eso es que, cuando la procesión se acerca a una aldea, anunciada por el es­trépito de batintines, tambores y petardos, la gente corre a arrodillarse a su paso. Aque­llos que no pueden estar presentes mandan algunas de sus ropas para el mismo efecto. De esta forma, pasando entre salinas, piscinas de cultivo de peces y campos de arroz, la procesión serpentea de una aldea a la otra. El ciempiés, generalmente temido como una de las "cinco criaturas ve­nenosas" en esta ocasión usa su veneno para ahuyentar otros males y traer salud y seguridad a la comunidad. El clímax se produce cuan­do el ciempiés llega al patio de la entrada de un templo para circundarlo. Forma un anillo alrededor de toda la gente ahí reunida o, si es lo suficientemente largo, rodea el edificio completo. Los cientos de pies Al mediodía, el grupo llega al templo Paichiao Ting, para descansar junto al mar. Los niños están agotados y tanto o más lo están los padres que han caminado junto a ellos toda la mañana, sosteniéndoles sombrillas para protegerlos del sol y pasándoles agua. Aparecen entonces sillas plegables y esteras sobre las cuales dormir una siesta. Sin embargo, los que indudablemente están más cansados son los cargadores. Las siete procesiones de ciempiés que aún existen en Taiwan tienen distintos tamaños: llevan 36, 72 ó 108 niños, to­dos números elegidos sobre bases astrológicas. La mayoría ha abandonado el sistema de carga humana por el trans­porte sobre ruedas. Unicamente el ciempiés de Chihe Kung se mantiene a la usanza antigua. "Sólo cuando son hombres quienes lo llevan, con unos cien o más pies cami­nando al unísono, es que luce como un verdadero ciempiés avanzando. Es una tradición que no deberíamos abandonar. Pero, en realidad, es difícil hoy en día en­contrar gente que haga este trabajo. Estuvimos pensando en cambiarnos a ruedas. Pero no pudimos. Preguntamos a los dioses y dijeron que no", declara Liu Cheng-shang. Si uno mira con atención, se encon­trará que los cargadores que duermen a la sombra de los árboles tienen todos entre 50 y 60 años. "¿Cree que alguien de menos de 40 vaya a trabajar en el campo en estos días?", comentan, haciendo que surjan de inmediato dudas sobre la super­vivencia de la tradición de que habla Liu. De todos los tipos de procesiones re­ligiosas, ésta es la que abarca más canti­dad de gente. Llegan a participar unas 280 personas. Una vez cada tres años, el ciempiés hace un recorrido por toda el área. Pero en esta ocasión la jornada es más corta y a las siete de la tarde la comparsa está de vuelta en Chihe Kung. Los cuerpos están cansados, pero las almas se sienten se­guras porque el ciempiés ha cumplido con su misión purificadora.

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