04/05/2024

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Ningún sabor escapa del mago de los helados

26/08/1993
Kao a veces tiene insomnio. (Chen Mei-ling)
La lista de curiosidades que Kao Jih­-hsing puede batir hasta convertir en helado es tan grande como su imaginación... y la de sus clientes. Su exótico menú va desde la tradicional frutilla hasta ¡las patitas de cerdo!, pasando por ingredientes de tónicos chinos como el ginseng y los más diversos licores. El negocio de Kao tiene ya 46 años de existencia en el concurrido y siempre vivo distrito de Hsimenting de Taipei. Es el rey de los helados y todo el mundo lo sabe. Cuando una nueva creación aparece en la lista de sabores, sus clientes asiduos no titubean en hacer la prueba. "Me encantan los desafíos. Muchas de las ideas vienen de mis clientes", dice Kao. Entre ellos hay gente que va por sus helados desde la niñez. Varias personas son ahora funcionarios de alto rango o empresarios de éxito que no por eso han olvidado visitarlo. Con más de 400 recetas de helados, actualmente cuenta con 75 sabores a la venta. Los de fruta son los más comunes y tiene 24 tipos de ellos: kiwi, li-chi, pa­paya, mora, sandía y coco, por nombrar algunos. También hay otros hechos de vino, brandy y cerveza o hierbas y raíces como levisticum y ginseng, populares en tónicos tradicionales chinos. Luego están las creaciones de verduras y raíces como zanahoria, melón agrio, apio o jengibre. Y un paladar carnívoro también puede encontrar lo suyo en un helado de patitas de cerdo. Kao, sin embargo, recomienda uno en especial que es, curiosamente, de ingredientes simples: leche, huevos y miel. Orgulloso de la fama de su negocio, recuerda la vez en que un extran­jero le pidió un helado de té, ya que éste es un símbolo de la cultura china. "Después de cier­tas consideraciones, pensé que era una buena idea. El negocio ahora tiene helados de té wu-lung, de crisantemo y de jazmín", dice. De 73 años de edad, Kao es un ver­dadero artista de los sabores. Y, como tal, la inspiración le llega en los momentos más inusuales. "A veces las ideas me sur­gen en el medio de la noche y tengo que levantarme para probarlas", relata. Pero a esos súbitos impulsos les toma tiempo concretarse en un buen helado. A veces necesita varios meses de experimentación para dar con la receta per­fecta. Los clientes son sus conejillos de indias. Simplemente, les observa la cara cuando prueban los primeros bocados. Además, Kao goza de la lectura, un hábito que también abre las puertas de su imaginación. De libros antiguos aprendió que los emperadores Ching (1644-1911) comían pasteles de arroz como una de sus exquiciteces. Tratando y tratando, logró bajar del trono la receta y adaptarla a un helado. En realidad, nada se le escapa.

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