06/05/2024

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Imaginación que vuela alto

16/09/1993
Unas varillas de bambú, un par de hojas de papel de arroz y creatividad. Eso es todo lo que se necesita para hacer una cometa. En las sociedades aceleradas es fácil olvidar esos sencillos placeres. Pero aún hay personas, como Huang Ching-chen, que los disfrutan plenamente. Huang Ching-chen es un joven empresario de éxito. A los 31 años de edad, este arquitecto con cara de niño ha establecido dos com­pañías en Taipei, Proflying Inte­rior Design y Proflying Develop­ment International Co.. La última es una empresa comercial con in­tereses en China continental, Viet­nam, Micronesia y Rusia. En su trabajo, Huang dirige a numeroso personal y pocas veces vuelve a casa antes de la medianoche. Pero cualquiera que visite su oficina en el moderno distrito este de Taipei se da cuenta de que no es del tipo grave, tan absoluta­mente concentrado en su trabajo que nunca se divierte. La primera pregunta que salta a la mente cuando se ve su despacho es ¿Por qué todas las paredes están cu­biertas con cometas? La segunda pregunta, al ver su tarjeta de presentación es ¿Por qué ambas compañías tienen el verbo en in­glés flying (volar) incluido en una palabra de su nombre? La res­puesta a ambas interrogantes es simple. La mayor alegría de Huang está en los papalotes. "No sé por qué. Es sólo que me gusta elevar volantines más que cualquier otra cosa", dice. "El saber que uno ha diseñado algo que puede remontarse hasta el cielo es realmente inspirador". En los 21 años en que ha es­tado "jugando con cometas" -como él mismo dice-, Huang ha creado más de mil modelos. Empezó con el típico barrilete en forma de diamante cuando tenía diez años; pero ahora diseña complejas y ambiciosas figuras. En su oficina tiene en exhibición una jirafa de tres metros de alto, una bandada de gansos canadienses, un caracol en tres dimensiones con antenas que se mueven, un ciem­piés de 196 patas que se ex­tiende hasta 50 metros de largo al ser elevado, un oso panda, una langosta, un calamar, una estrella de mar y un enorme y verde pterodáctilo. Canoa voladora Además de su serie de ani­males, Huang ha fabricado volantines con forma de jarrones tradi­cionales chinos, máscaras de la ópera china e incluso un tótem in­dio americano. "Cualquier cosa que uno ve puede ser modelo para una cometa", explica. Su proyecto más espectacular ha ido la réplica de un botedragón, el tipo de canoa que se usa en las regatas del festival ve­raniego chino. Primero hizo el bote de unos 60 centímetros de largo con su cabeza de dragón feroz incluida. Luego creó un complejo sistema de "alas" en la forma de remos. Dice que este modelo fue especialmente difícil porque el principio aerodinámico aplicado es diferente del de la mayoría de los otros papalotes. Durante los últimos siete años, la afición de este arquitecto ha capturado la atención de ocho revistas. Es que en la sociedad actual, siem­pre apurada y orientada hacia el dinero, Huang es una rareza. "No hay mucha gente joven que haga esto porque diseñar cometas toma tiempo. Además, no creo que al­guien se interese en hacer algo que no brinde remuneración", comenta. Pero, para él, la vida debe ser una combinación de elementos di­versos, como estudio, trabajo y recreación. "Yo aprendí mis méto­dos de diseño en la escuela de arquitectura. Ahora los aplico para crear tanto volantines como edificios". La verdad es que Huang aprendió el arte de hacer cometas antes de obtener su título en arqui­tectura en la Universidad de Tamkang, de Taipei. Pasó su in­fancia en Sanhsia, un pueblo situado a una hora al sur de la capital, donde su mayor pasatiempo era hacer figuras de bambú y papel de arroz que pudieran volar. "Nadie me enseñó. Me gustaban los barriletes, así es que aprendí solo", señala. De sus primeros éxitos re­cuerda que sintió gran satisfacción y pensó: "¡Finalmente he hecho algo que vuela más alto que un pájaro!". Por eso, cree que este tipo de experiencias im­pulsa la creatividad. "Pienso que mucha gente podría expandir su imaginación si encumbrara cometas", puntualiza. Sus padres no mostraban mu­cho entusiasmo frente a su afición y le preguntaban por qué no leía más. "Parece que todos los padres tienen la misma opinión, que estudiar es lo más impor­tante. Pero pienso que nuestro país necesita muchos tipos de gente, no sólo aquellos que sobresalen en la escuela", enfatiza. Para él, su dedicación a las cometas es más que una actividad para pasar los ratos libres. "Uno aprende sobre muchas cosas con las que nunca antes había tomado contacto. Por ejem­plo, cuando iba a hacer un pa­palote en forma de pájaro, lo primero que hice fue comprar va­rios libros sobre aves. Traté de entender cada parte de los pájaros para hacer el diseño", señala. Techos peligrosos Huang agrega que hacer cometas es una actividad sana y un relajante natural para las tensiones. "Cuando uno encumbra barriletes, generalmente debe estar en una playa o un parque, un sitio cuyo ambiente es bueno para la salud. En mis épocas de estudiante, hacía volar mis cometas mientras cami­naba a la orilla del mar. Me gusta encumbrarlas sobre el agua, aunque estén hechas de papel. ¡Es más emocionante!", indica. También hace volar a sus "ami­gos" desde la cima de montañas, canchas de golf e incluso la terraza del edificio donde están sus ofici­nas. Pero no recomienda que sigan su ejemplo respecto a este último sitio. "Encumbrar cometas desde el techo es peligroso porque se pueden enredar con las antenas de televisión. Pero lo hago porque a veces no tengo tiempo de ir a la playa", dice. Cuando estaba en la universidad, Huang organizó un club dedicado a esta afición. Sin embargo, la mayo­ría de sus compañeros quería usar los que él tenía; no hacerlos por sí mismos. Ahora, dice el arquitecto, está muy ocupado como para en­señar, pero planea es­cribir un libro sobre el tema. Entre sus planes tam­bién está exhibir sus "obras de arte" y, eventualmente, construir un museo de cometas, para el cual hizo los planos en su tesis de graduación. "El museo debería es­tar abierto a volantines de cualquier país. No sólo papalotes chinos. Todos saben que los chi­nos inventaron la cometa. Pero eso ya no es funda­mental. Lo más impor­tante es lo que puede crearse ahora", concluye.

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