04/05/2024

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Los fantasmas también tienen vacaciones

26/09/1993
Durante el séptimo mes del calen­dario lunar, que este año coincidió con septiembre, los fantasmas han recorrido a sus anchas el mundo de los vivos. Es lo que, en la creencia popular china, se conoce como Mes de los Fantasmas, un período pletórico de tabúes y durante el cual es obligación -a menos que se quiera tener una visita desagradable­- hacer ofrendas a los antepasados y los espíritus solitarios. Lejos de ser una tradición tenebrosa por su significado, los rituales que se llevan a cabo en estos días la convierten en una alegre festividad. Especialmente vistosas son las procesiones y ceremo­nias que se hacen el día decimoquinto, para el Festival de los Fantasmas (Chung Yuan Chié). En Taiwan, hasta ahora las celebraciones más grandes habían tenido lugar en las zonas rurales, donde la población es muy de­vota y apegada a los ritos. Sin embargo, este año en el condado de Taipei se organizó una procesión en la que participaron cerca de dos mil personas, sin contar a los meros observadores. La larga caravana, en la que se podía ver conjuntos de músicos, comparsas, danzas de leones, distintos tipos de carrozas y casas y barcos de papel para ser quemados como faroles flotantes, recorrió varios templos del área sur hasta llegar a una explanada a la orilla del Río Hsitan. Allí, sacerdotes taoístas y budistas hicieron ritos para apaciguar a las almas en pena y se presentaron diversos cuadros folclórico-religiosos. La mayoría de los chinos cree que, al morir, la gente se convierte en espíritus que deben reportarse ante Yen Lo Wang, el rey del infierno. Aquellos que han obrado mal durante su vida son encarce­lados en el averno; mientras que quienes han hecho contribuciones a la humanidad se transforman en dioses. Estos últimos continúan haciendo el bien, pero los fantasmas siguen con sus maldades. Especialmente dañinos son aquellos que no tienen parientes que oren o hagan ofren­das por ellos. El guardián de las puertas del infierno, Ti Kuan Ta Ti, está de cumpleaños el decimoquinto día del séptimo mes. Por eso es que, no se sabe si por benevolencia con sus custodiados o por simple negli­gencia, deja salir a las almas en pena para que tengan su vacación anual de un mes. En este lapso, cualquier cosa puede pasar. De modo que la gente prefiere tomar precauciones. No hay casamien­tos, compras importantes, mudanzas, ni viajes. De preferencia, se trata de no dejar la ropa a secar a la intemperie por mucho tiempo, para restar oportunidad a que un espíritu se instale en un bolsillo o en una manga. Además, mucha gente evita bañarse en el mar o en piscinas por temor a que los ataquen los fantas­mas de los ahogados. Pero, no olvidar que lo más impor­tante es apaciguar el hambre de los fan­tasmas y satisfacer sus necesidades en el más allá. Para eso se disponen mesas con ofrendas frente a la puerta de la casa o en un templo. El banquete consiste en platos de "cinco sabores", como pescado, cerdo, pollo, pato y verduras, además de paste­les de arroz, frutas, velas y dinero de ofrendas. También se debe poner una varilla de incienso ante cada plato. Todo esto obedece a la creencia de que el más allá es bastante parecido al más acá. Es decir, que los muertos nece­sitan comer, vestirse y tener dinero para sus gastos. Una de las obligaciones de los descendientes, aparte de honrar y prolon­gar el apellido, es preocuparse de man­tener bien abastecidos a los ancestros. Por eso es difícil que éstos vengan a molestar durante sus vacaciones. Pero no ocurre así con aquellos que no han tenido hijos. Hambrientos y desesperados por el frío y la falta de dinero, atacan al primer vivo que encuentran a su paso, causándole los más diversos infortunios. Por suerte, el plazo para muertos y demás mortales se cumple inevitable­mente al cabo de un mes, momento en que las puertas del infierno vuelven a ce­rrarse... hasta el año próximo.

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