04/05/2024

Taiwan Today

Noticias de Taiwán

Las doce tías

16/10/1993
Para los aniversarios de las deidades más importantes y las celebraciones de algún templo suele verse la Comparsa de las doce tías. Bajo estas máscaras de señoritas casaderas se esconde un fornido varón que da vida al personaje, en especial cuando se trata de la anciana abuela que camina tambaleándose y a tropezones. Los taiwaneses creen que estas tías son protectoras invisibles de los niños. (Huang Chung-hsin)
La gente se aglomera a tomar fo­tografías de recuerdo cuando la comparsa comienza a avanzar formándose en una fila. Los actores, todos varones, están vestidos con trajes de contrastantes tonos rojos y verdes, al estilo de las abuelas de antaño. Además, caminan a pasitos menudos y remilgados, moviendo sus quitasoles al ritmo de la música. Una de las dos "Comparsas de las doce tías" que quedan en Taiwan, se pre­senta ante los expectadores. Después de los primeros quince minu­tos en que los actores caminan con la misma cadencia, sin cesar, y avanzando y retroce­diendo, muchos de los presentes comienzan a preguntarse si habrá alguna variación. Pero la presentación es así, muy sencilla. Mientras observan, los mayores comentan que estas cosas han cambiado mucho. Antes, sólo abuelas y madres con sus hijos y nietos en brazos deseaban acercarse a las doce tías. Ahora todo tipo de público se aproxima a disfrutar de la llamativa procesión. Aparte de que son escasas las ocasiones en que se puede ver la presentación de esta comparsa, las nuevas generaciones ven en ella más que nada el aspecto artístico y parecen desconocer el significado de esta manifestación de la devoción popular. Para el mal de ojo En realidad, en su origen, la Comparsa de las doce tías era de tipo religioso. Las tías espantaban los maleficios y curaban niños enfermizos o que estaban con mal de ojo. ¿Por qué podían curarlos? Porque se supone que esos personajes poseían poderes al estar sus orígenes vinculados a Chen Ching-ku, una diosa llamada "Señora de las aguas". La historia cuenta que ella, des­preocupándose de su propio embarazo, se dedicó a hacer rogativas de lluvias a nombre del pueblo. Pero, sus poderes divinos se de­terioraron. Vino un demonio que le provocó un aborto y murió. Sus últimas palabras fueron: "Cuando muera, me voy a convertir en una diosa para proteger a quienes tengan dificultades en el parto". El folclor popular la considera protectora de la maternidad y se la conoce también como la "madre de leche". De las tías, una leyenda dice que fueron doce diablesas que Chen acogió a su servi­cio, después de volver de la montaña donde había estudiado taoísmo. Otra explica que fueron sirvientas de un palacio devoradas por una serpiente blanca y que se hicieron seguidoras de Chen cuando las rescató. Su culto se encuentra en los grandes templos de Taiwan, siempre junto a la imagen de Chen Ching-ku. Según la tradición que sigue el templo dedicado a la "Señora de las aguas" en la ciudad de Tainan, en el sur de la isla, las deidades son 36 y se puede ver imágenes suyas haciendo las más diversas activi­dades que se les atribuye: lavar a los niños, enseñarles a caminar, castigar a los más díscolos, amamantarlos e, incluso, traerles buena fortuna. Las comparsas de las doce tías son una reducción del grupo de esas 36 dei­dades con un agregado de dos personajes: una abuela y su nieto. La leyenda explica que el niño es hijo de la cuarta dama del tercer palacio. Cuando la madre dejó su hogar porque quería vol­verse a casar, el niño partió en su búsqueda. La abuela, preocupada por la seguridad del muchachito, lo siguió para cuidarlo. El atractivo de la actuación aumenta con un tono gracioso cuando el niño se mueve entre las tías y se mete debajo de las ropas de una de ellas aparentando que quiere tomar pecho. La tía lo corre­tea con su abanico y le grita: "¡Yo no soy tu madre!". La abuela va al final de la compar­sa. Su actuación es la que exige mayor esfuerzo por aparentar que va tambaleándose y a tropezones. Se elige al más joven y vigoroso de los miem­bros del grupo para representarla. Las dos com­parsas que quedan están localizadas en el área de Tainan. Ambas tienen muy pocas oportunidades para aparecer en público. Una, la de Hsin-ying, tiene un promedio de sólo dos representaciones pagadas al mes. Cuando han sido contratados para rea­lizar una procesión, los miembros comienzan a juntarse en la casa del jefe del grupo desde muy temprano. Sacan bancas al antepatio de su casa y se sien­tan a conversar mientras esperan que llegue la hora de salir. Aniversario gratuito La actuación es gratuita cuando la Comparsa de las tías celebra el aniversario de la diosa del mar, Matsu, una de las más veneradas por la devoción popular. Cuando alguien pide una actuación, se cobra y el dinero se reparte entre músi­cos, actores y gastos de movilización. "En el pasado, no se pagaba a los integrantes por la procesión. El dinero que se recibía era dejado a mi cuidado. Si alguien tenía problemas, podía pedirlo prestado", dice uno de los miembros del grupo, Tsai Wan-fu, mientras muestra el libro de cuentas. Tsai lleva cincuenta años en la comparsa. Los que trabajan en el grupo son todos muy mayores. Sus edades fluctúan entre los 65 y los 79 años de edad. Todos tienen hijos y nietos y no necesitan ese dinero. Además, después de repartir quedan apenas 18 dólares estadounidenses para cada actor. Ahora no es problema, pero para el fu­turo es preocupante. Muy pocos jóvenes se sienten atraídos por una cantidad tan pequeña. Y si no se integran nuevos miembros, es difícil que el grupo siga. A juicio del profesor de Historia de la Universidad Chengkung, Ho Pei-fu, tradiciones como ésta, con muy pocas variaciones en la actuación o en las técni­cas, son lavadas por los tiempos. El estu­dioso agrega que no es necesario hacer algo especial para mantenerlas vivas, porque son expresión cultural de una época y la nueva cultura que nazca hará brotar una nueva manifestación que ven­drá a reemplazarla. Formas nuevas En los últimos años, ha comen­zado a tomar forma un nuevo fenó­meno. La gente va a los templos, ora y, luego, pide a las asistentes del recinto, generalmente señoras de edad vestidas con tradicionales túni­cas azules, que hagan un sahume­rio con incienso a los niños, les marquen la frente con un poco de ceniza y les den una bendición. La actual generación de tai­waneses está usando esta nueva forma. Poco a poco, va reem­plazando las usanzas chinas más antiguas para dar respuesta a la vital necesidad de sentirse prote­gido por lo alto. Pero, aunque pese la sombra de que quizás ya no habrá una pró­xima, cuando una representación fi­naliza al caer la tarde, la vida de la Comparsa de las doce tías bulle. Es el momento del grupo. Los actores se juntan para cenar, elegir un nuevo jefe para el período si­guiente y celebrar el desfile de la comparsa que acaba de terminar.

Popular

Más reciente