28/04/2024

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Cómo se mueren los chinos

16/09/1992
El pueblo de China honra a sus muertos con tradiciones que se remontan en los siglos y la ayuda de la geomancia. La muerte siempre y en todas partes está cargada de mitos y ritos que nos aseguren a los vivos suficiente distancia de los muertos. Mientras hablar de la muerte es algo común en Occidente, acá en Taiwan, incluso tocar el tema es de pésimo mal gusto. El solo hecho de mencionar la palabra trae consigo la emanación de un "halo", casi visible y sensible, de maleficios o espíritus malignos que la acompañan y que e tán dispuestos a hacer daño a las personas que estén por ahí cerca. La diferencia cultural se expresa también en una muy distinta forma de realizar el funeral. Tanto así, que las ceremonias chinas pudieran parecer extrañas para la gente de otros países. En la antigüedad, los chinos creían que el fallecimiento se trataba de un estado de animación suspendida, durante el cual el alma no había regresado al cuerpo como solía hacerlo a veces, incluso por períodos largos. Por esta razón retrasaban el entierro lo más posible y se subían a los techos de las casas para llamar a gritos al espíritu. Cuando se convencían de que el familiar ya no reviviría, ponían el cuerpo en un ataúd y lo inhumaban. Junto a él dejaban todo objeto que le fue necesario en esta vida y que le podría ser útil en la otra, considerada una continuación de la actual. Cada pueblo con su rito Actualmente, cuando muere alguien, aunque las costumbres varían de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, en general lo que primero se hace es buscar un adivino geomántico. famoso por sus conocimientos, que determine días, horas y lugares propicios para efectuar cada uno de los detalles del complicado rito funerario. Luego, los familiares visten el luto, que consiste en ponerse togas de arpillera encima de la ropa durante la ceremonia. El resto del tiempo, la mayoría sólo se limita a amarrarse -en el pelo, las mujeres, y en la manga, los hombres- un pedazo de arpillera o de tela de color, según el grado de parentezco con el difunto. Llegado el momento que indicara el adivino, se procede a poner al muerto en el ataúd. Pero antes. se necesita obligar a su espíritu a entrar en la tablilla que le servirá de residencia en adelante. Para esto. desde el momento de la defunción se pone cerca del féretro una réplica de la tablilla, hecha en papel, para que sirva de hogar temporal del alma. Mientras, se prepara la definitiva, de madera, con el nombre del finado y la inscripción funeraria convencional. El carácter chu ("dueño" o "señor", en una traducción aproximada) debe ser inscrito en la tablilla por una persona muy cercana. Al poner el último trazo, el celebrante debe mirar hacia el este -cardinal que entre los chinos se asocia con la vida- y respirar sobre la punta del pincel. En el instante exacto en que aplica el pincel sobre la madera, debe contener la respiración y hacerse una imagen mental del muerto, como si el alma estuviera en realidad concentrada en ese punto específico. La réplica en papel de la tablilla es incinerada después. LLantos clásicos El lugar del velorio es determinado por el adivino según dónde supone que vaga el espíritu, para facilitar la tarea de la entrada en la tablilla. Es común ver en las calles de las ciudades de Taiwan los toldos usados para poner allí, en un pequeño altar improvisado, la foto del difunto y todo tipo de comidas que éste haya gustado en vida. En el último momento del velorio se pondrá también el féretro. Todos los familiares y conocidos más allegados hacían ofrendas al muerto. Pero ahora se acostumbra entregar un Tien-i (sobre blanco con dinero), en vez de objetos. Este uso sirve de ayuda para costear los onerosos gastos del funeral. A manera de reconocimiento, la casa de luto retribuye con una toallita a aquellos que han llorado mucho por el fallecido. En los libros clásicos está determinado cómo se debe llorar para cada ocasión y a cada persona, atendiendo a su nivel social. Para cumplir con la prescripción lo mejor posible, los deudos actuales contratan un grupo de plañideras, que lloriquean siguiendo las indicaciones del ritual. Las lágrimas se recogen en unas pequeñas botellitas que posteriormente serán puestas en el ataúd para demostrarle al finado que fue llorado como corresponde a su dignidad. Terminadas estas etapas, viene el cortejo fúnebre. En él se ubica en primer lugar una comitiva de muchas camionetitas que van adornadas con flores y con frases alusivas de temas funerarios convencionales. Ellas ponen en el aire música y "cantos fúnebres" de acompañamiento. A veces, van grupos de músicos con sus instrumentos típicos y altoparlantes. Otras, es sólo una mujer, plañidera de blanco, que llora sus cantos fúnebres en la camionetita, por un equipo amplificador. Por último, hay simplemente música grabada. La cantidad de estos vehículos depende del fasto y de la situación económica de la familia. Les siguen algunos miembros del clan, generalmente en autos privados o en un bus. El féretro va en el último lugar, en una furgoneta revestida completamente de flores, que lleva en la parte frontal una gran foto del personaje que se ha ido y, en un cartel blanco con letras negras, su nombre. Se sientan a su alrededor, en el vehículo, los familiares más cercanos y parten en procesión a la hora propicia. Otra ceremonia ocurre en el lugar en que se efectuará el entierro o en los crematorios de un templo: se hacen ofrendas al muerto, mediante la incineración de "papel de dinero ritual" junto a todo tipo de representaciones de objetos que pudiera necesitar en la otra vida, hechas de papel de colores muy vivos: Casas, sirvientes, muebles, comidas, ropas y, actualmente, televisores y autos. El último paso es la puesta en la tumba, elegida bajo criterios muy cuidadosos por el adivino contratado. Estos son la técnica de ubicación cardinal de un objeto o construcción de acuerdo con principios que se denominan Fong-shuei ("el viento y el agua"). Cada tumba tradicional queda con dirección y posición propia en un lugar exclusivo. Esto, para el ojo acostumbrado a los cementerios de estilo occidental, aparece como un gran desorden en el que, incluso, se pueden encontrar tumbas por cualquier parte. El sepulcro tiene una pared semicircular que lo rodea. El montículo de tierra que se ponía antiguamente en ellas, en los últimos tiempos ha ido siendo reemplazado por un estela de piedra o cemento y una mesa baja del mismo material, para hacer ofrendas al muerto. Los precios de estas construcciones son muy elevados. Se habla de lotes de 2.400 dólares norteamericanos para las más sencillas y de hasta 57.000 dólares para las de gran lujo. La solución alternativa es llevar los restos a un moderno horno crematorio donde son reducidos a cenizas y depositados en una pequeña jofaina que, tapada con un paño rojo y etiquetada, será puesta en un lugar santo: un ala especialmente diseñada en un templo famoso. Será necesario preparar entre cuatro y siete mil dólares para un depósito (de más o menos 30 centímetros cúbicos). El Gobierno está promoviendo la incineración, por ser más barata y necesitar menor espacio. Las costumbres funerarias en Taiwan pueden ser muy variadas y hasta complejas. Pero también hay personas que las prefieren sencillas, solemnes y sin el lujo antiguo. Al final, después de enterrar o cremar al muerto, todos vuelven a sus quehaceres, porque la vida sigue.

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