04/05/2024

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El último tonelero

26/11/1993

En la "Tienda de Tinas de Madera Lin Tien" el tiempo transcurre lentamente, marcado por el tictac de un pequeño y antiguo reloj con una fecha borrosa en su amarillenta carátula de cristal: 1928.

Ese fue el año en que Lin Hsin-chu abrió su taller en la intersección de las calles Chungshan Norte y Changan Oeste, cerca del Puente Fuhsing en Taipei. Al lado había otra "Tienda de Tinas de Madera Lin", por lo que Lin añadió el carácter tíen (tierra de cultivo) al letrero de su taller que se distingue por enormes caracteres chinos escritos en negro.

Lin Hsin-chu ya no existe, pero la "Tienda de Tinas de Madera Lin Tien" es la única que queda en Taipei. Las más de treinta tonelerías que vendían tinajas y otros objetos tradicionales de madera han desaparecido. El taller no tiene puerta. En su interior, los visitantes encontrarán a un anciano rodeado de montones de virutas y antiguas y gastadas herramientas tradicionales. Este tonelero es Lin Hsiang-lin, hijo de Lin Hsin-chu, maestro en la elaboración de tinas y actual propietario de la "Tienda de Tinas de Madera Lin Tien".

Lin Hsiang-lin nació un año después de que su progenitor fundara el taller y ha pasado 47 de sus 67 años en él. Cuando se graduó de la escuela primaria, su padre lo envió a Keelung -un puerto al norte de Taipei- como aprendiz de un maestro japonés experto en la manufactura de toneles. En esa época, Taiwan se encontraba bajo dominio nipón. Lin se tardó más de tres años para aprender el oficio.

Su aprendizaje fue al estilo tradicional chino. Durante esos años no recibió sueldo; trabajaba a cambio de enseñanza, alimentos y vivienda. Como era común, su maestro rara vez disponía de tiempo para una instrucción formal. Por ello, Lin aprendió observando, imitando sus técnicas y recordando algún consejo que el maestro ofrecía durante las horas de trabajo.

Lin Hsiang-lin ha pasado 47 de sus 67 años de edad en el taller que su padre le dejó, en pleno centro de Taipei. Podría vender o alquilar la propiedad y hacerse rico. Pero él prefiere continuar su oficio.

Atención al detalle

El artesano cuenta que la selección de un japonés se debió fundamentalmente a la calidad artesanal. En aquel entonces había tres escuelas para la fabricación de tinas: la de Lukang (del centro de Taiwan), la de Fuchow (de la provincia de Fukien en China continental) y la japonesa.

Lin indica que en realidad la forma y el estilo de las tinas fabricadas por estas tres escuelas eran similares porque estos objetos eran comunes en las culturas china y japonesa. La diferencia radicaba en la atención al detalle y la calidad de la mano de obra. Lin dice que, en este aspecto, la escuela japonesa era superior. Por ejemplo, las escuelas de Lukang y Fuchow usaban un solo alambre para atar, pero la escuela japonesa ocupaba dos y enrrollados para mayor durabilidad y atractiva estético.

Los años de aprendizaje de Lin fueron difíciles debido a la guerra sino-japonesa y a su continuación, la Segunda Guerra Mundial. Keelung, un puerto estratégico, diariamente era víctima de los bombardeos y ataques aéreos de los Aliados. Después de trabajar tres años bajo tales condiciones, en 1944 Lin regresó a Taipei. No obstante, la situación en esta ciudad no era mejor. Mucha gente había salido de ella para escapar de la guerra, incluyendo al padre de Lin. El joven Lin tuvo que quedarse a cargo de la tienda.

Naturalmente, durante ese período el negocio no era bueno, pero la gente de todas formas compraba cubas o venía a reparar las viejas.

La guerra también influyó en el negocio en otras formas ya que los japoneses confiscaron los suministros de metal para emplearlos con propósitos militares.

Los quince años que transcurrieron después del fin de la guerra fueron la época de oro de la tonelería. Los negocios florecían a medida que la isla retornaba a la paz. Había una gran demanda de recipientes de madera de todos tipos: tinas, vasijas para cocer arroz, tinas de baño y otros objetos de uso doméstico. Lin cuenta que en esos años existían alrededor de treinta talleres de objetos de madera en Taipei. A pesar de la competencia, el pequeño taller de Lin no podía satisfacer la demanda así que decidió abrir una fábrica en la calle Sungchiang.

Pero, como dice un antiguo proverbio chino, "las cosas buenas no duran mucho". A principios de los años sesenta, cuando los utensilios de plástico, las cocedoras de arroz eléctricas y los modernos artículos para el baño fueron introducidos en Taiwan, el oficio sufrió un duro golpe. Sosteniendo una pequeña tina de madera, Lin dice: "Esta cuesta casi 36 dólares estadounidenses. Una tina de plástico del mismo tamaño cuesta menos de dos dólares. ¿Cómo podemos competir?" La conveniencia, así como el costo, también han influido. Las vasijas de plástico son más fáciles de limpiar, guardar y conservar.

Los recipientes de madera y las ollas para hacer comida al va­por fueron, hasta hace poco, parte indispensable del hogar. (Fotos de Chen Mei-ling)

Siempre a la antigua

Cuando el nuevo material cobró fuerza en el mercado, Lin empezó a reducir el número de trabajadores en su fábrica y, eventualmente, tuvo que cerrarla. No transcurrió mucho tiempo antes de que los competidores de Lin quedaran derrotados por el auge de la nueva industria.

A pesar de la mecanización que ha surgido con el desarrollo económico e industrial de la isla, Lin no ha cambiado el proceso para fabricar objetos de madera. El sigue usando herramientas tradicionales. Y la madera, más algunos trozos de metal, son los únicos materiales que emplea.

La fabricación manual de tinas consta de cuando menos doce pasos. El primero consiste en cortar bloques de madera en tablas de tres pulgadas de ancho y una pulgada de grosor.

Los lados de estos trozos son acepillados en ángulos precisos, lijados y biselados para que empiecen a hacer una curva y formen la tina. Según Lin, ésta es la etapa más difícil porque las partes deben encajar bien para hacer una tina perfectamente circular y evitar que el agua escurra. Además, la parte superior tiene que ser más ancha que la inferior.

En los lados de cada pieza se hacen dos huecos para encajar las clavijas de bambú que unirán la tina. Dos aros de acero o de cobre se encargan del resto. Luego, el maestro pule el interior y el exterior de la cuba hasta que las junturas queden parejas. El proceso se termina acepillando el canto hasta que esté parejo y liso.

Lin no es sólo un experto en la elaboración de tinas y objetos de madera, sino también en la selección de la madera para su fabricación. Dice que el ciprés rojo, por su impermeabilidad, es la mejor madera para hacer tinas de baño. La madera de abeto es su favorita para los utensilios de cocina debido a que despide un agradable aroma cuando entra en contacto con el agua caliente.

Ultimamente, el negocio ha marchado bien porque ahora son más los clientes que emplean tinas y objetos de madera tradicionales en la decoración de interiores. Pero es verdad que Lin podría ganar mucho más si cerrara su taller y alquilara o vendiera el espacio. Debido al alto costo de los terrenos en Taipei, podría ser un hombre rico. Pero como dice él, es el negocio de la familia. Siendo el último tonelero en la isla, ¿qué será de este arte tradicional si Lin lo abandona? Quizás sea un capricho del destino que la misión de preservarlo haya quedado en las manos de una persona cuyo nombre contiene cinco caracteres chinos que significan madera.

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