02/05/2024

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La agricultura y la sericicultura en China (I)

06/01/1987

La civilización en China es obra de las grandes llanuras de aluvión, cuya fertilidad natural ha despertado en el hombre la vocación agrícola. Tal fue el caso de Babilonia en el oeste del Asia y el de la Gran Llanura china, en el este asiático.


Esta Gran Llanura, se extiende desde Pekín, al norte, hasta el Huaiho, al sur y desde las cercanías de Loyang, al oeste, hasta el espolón montañoso de Shantung, al este. Así como Egipto -según la frase de Heródoto- es un don del Nilo, la Gran Llanura China constituye un don del río Amarillo y de sus afluentes. Durante siglos, el Huangho depositó sobre esta región, enormes masas de légamo, arrancadas a las mesetas de tierra amarilla, situadas más al oeste, creando así, un suelo aluvial de maravillosa fertilidad. Ante esta acumulación de sedimentos limosos, se fue rellenando el mar, retirándose cada vez más su litoral hacia el este.


Hacia el oeste y a la espalda de la Gran Llanura, se encuentran los rellanos de tierra amarilla, de los que desciende el río, cubriendo una superficie de más de 260.000 kilómetros cuadrados. Toda esta zona de colinas se encuentra recubierta por una inmensa capa de tierra amarillenta, formada por un polvillo de arcilla, arena y cal, depositado durante milenios por el viento, acumulado en grandes masas y cortado en bancales por las torrenteras. Cuando el agua no falta, estos terrenos son tan fértiles, como los de la Gran Llanura, predominando en ellos los cultivos de mijo y trijo. Por otra parte, la zona de tierra amarilla de las mesetas del noroeste y la Gran Llanura de légamo aluvial del nordeste, se unen por medio de insensibles transiciones, sobre inmensos espacios que constituyen, de Pekín a Kaifeng y de Kaifeng hasta las inmediaciones de Nankín, la parte más fértil del conjunto. Aquí el cultivo de mijo, propio de los rellanos de loess, se combina con el del arroz, propio de las cuencas del Huaiho y del Yangtze.


La civilización china nació en esta zona con la agricultura o más precisamente, con el cultivo de mijo y arroz. Los desconocidos siglos de la prehistoria fueron dedicados a la quema y desmonte de los matorrales que cubrían las mesetas de loess del noroeste y a la desecación de los pantanos que cubrían la mayor parte de la Gran Llanura, al nordeste.


Entre los héroes divinos a los que la sociedad china atribuirá la dirección de esta labor colectiva, figura Shennung, que enseñó a los hombres a quemar la maleza y usar la azada. No se concede menor importancia a las obras de desecación y construcción de diques, puestos bajo la advocación de Yu el Grande, fundador de la legendaria dinastía Hsia, que salvó al país de las inundaciones, "llevó los ríos al mar" y multiplicó los arroyos y canales.


Fue la vida agrícola y sedentaria que llevaban los antepasados de los chinos en los confines del loess y de la Gran Llanura, lo que les diferenció de las tribus -sin duda de la misma raza- cuya civilización se detuvo en la fase de los cazadores nómadas, en las estepas de Shensi y Shansi por una parte y por la otra, en los pantanosos bosques de las márgenes del Huaiho y del Yangtze. No cabe suponer aquí una oposición étnica, como tampoco imaginar una emigración de los protochinos desde el Asia central. Por lo demás, las tribus bárbaras que rodeaban el estrecho dominio chino primitivo, hubieron de adaptarse, a partir del final del período arcaico, al abandonar la vida nómada por la agrícola.

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