29/04/2024

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Un puñado de arena que se convirtió en nación

06/03/1989
Por Alexis Ramírez "Al salir el sol, emprendo la faena. Al anochecer me entrego al descanso. Hago pozos para obtener agua. Y siembro los campos para tener comida. ¿Qué tengo que ver con el poder del emperador?" (Canto de Libertad de la antigua China) Al referirnos a la obra del Dr. Sun Yat-sen, debemos recordar que él mismo se lamen­taba en relación con algunos manuscritos y libros de consulta que le fueran destruidos du­rante el inesperado alzamiento de Chen Chung-ming, el 16 de junio de 1922, quien enfilara sus cañones contra la colina de Kwan-yin Shan. "El fuego devoró mis notas y manuscritos que represen­taban años de labor intelec­tual, así como cientos de libros extranjeros que yo había ido recopilando con fines de referencia. Fue una pérdida irreparable." Esta pérdida intelectual, agrega una dificultad más al papel de prócer de la indepen­dencia que desempeña con humildad pero con fortaleza inte­lectual, acompañadas de muchas penalidades físicas, este verdadero patriota chino. El Dr. Sun Yat-sen luchó por el engrandecimiento de su raza, de su nación; trabajó desde muy joven por encaminar a su pueblo hacia la libertad colec­tiva, consciente de que este pueblo había gozado siempre de una excesiva libertad indivi­dual. Cada acción en contra de los principios del Dr. Sun res­pondía a la conciencia de clan y de familia que poseía el pueblo chino. "Cuando los extranjeros dicen que somos una capa de arena suelta, reconocemos que ésto es cierto (...)". Del mismo Canto de Libertad de la antigua China, afirmaba el Dr. Sun Yat­-sen, podemos deducir que China ha tenido una libertad de hecho desde tiempos remotos, y en gran medida, por lo que no había necesidad de buscar más. De tal manera que los principios de Nacionalidad, Democracia y Bie­nestar Social que proponía el Dr. Sun, no sólo se oponían a la dominación de las potencias ex­tranjeras, sino que contradecían el sentimiento de libre albedrío individual que nutría la mente de los chinos desde su cuna. "Por esta razón, la meta de la Revolución China difiere de la de las revoluciones ex­tranjeras, y los métodos que empleamos también tienen que ser distintos." Aquella capa de arena suelta tenía que ser recogida en un puñado de arena que serviría para construir el gran monu­mento de la República de China, pero los granos de arena, la base de toda revolu­ción, que es el pueblo, se resis­tía a ser tomado y conducido hacia un esfuerzo colectivo al cual no estaba acostumbrado. "La familia y el clan han sido potentes fuerzas unificadoras y en innumerables ocasiones los chinos han sacrificado sus familias y hasta sus propias vidas en defensa de su clan. Pero nunca se produjo, con respecto a la nación, un solo ejemplo de supremo espíritu de sacrificio. La unidad del pueblo chino se detuvo en los límites del clan, sin exten­derse a la nación." El compromiso ideológico político del Dr. Sun comienza, pues, en una China desunida, dentro de una región supracontinental convulsionada por nuevos lineamientos de admi­nistración social que se contra­dicen y provocan enfrenta­mientos bélicos con una tras­cendencia y marco geográficos de carácter mundial. En aquel tiempo, toda potencia estaba empeñada en mantener o ci­mentar su poderío particular, y contaba para lograrlo con pueblos orientados al someti­miento del individuo en función del Estado. Esta conciencia estatal y tipo de desarrollo econó­mico que se fortalece en algunos estados del Asia y de toda Europa, cuyo modelo político, social y económico aún se ex­tiende sobre Africa y América, amenazan con debilitar a la China milenaria, que se definirá a sí misma con el orgulloso nombre de "Imperio del Medio", considerando que su cultura y progreso científico y económico habían llegado, a través de una línea particular, a un desarrollo notable. "Si no conseguimos hallar los medios para recobrar nuestro espíritu nacional per­dido, China perecerá, ya no solamente como nación, sino quizá incluso como raza", afirma el Dr. Sun Yat-sen en su 5ª Conferen­cia, pronunciada el 24 de febrero de 1924. "De ahí que, si queremos salvar a China, " tenemos que hallar primero un medio de hacer revivir nuestro espíritu nacional." Consciente de que su trán­sito material por la vida era muy poco tiempo para lograr los objetivos infraestructurales del sueño libertador de China, Sun Yat-sen actúa más como un maestro que como un líder político; quería formar discípulos que transmitieran su idea­rio a las generaciones futuras. Por esta razón aquella destruc­ción de sus preciados materiales de trabajo como escritor, cuyo impacto mencionáramos antes con sus propias palabras, le pro­ducen un estremecimiento espi­ritual. "Esperaba yo disponer de algún tiempo libre para poder tomar la pluma y po­nerme a escribir sin mucho tra­bajo (...). Precisamente cuando proyectaba la terminación y pu­blicación de la obra, se alzó inesperadamente (...)". En las líneas siguientes menciona uno de los efectos de aquella acción contrarrevolucionaria utilizando categorías semánticas que insinúan el debilitamiento de su optimismo característico: "El fuego devoró"... "Fue una pérdida irreparable." Sin embargo, la decisión de lucha y la vocación de fe que inspiran al Dr. Sun se imponen. "Como se está procediendo a la reorganización del Kuomintang y nuestros compañeros están iniciando una gran ofen­siva destinada a captar las mentes de nuestro pueblo, se requieren con urgencia, como material de información, las profundas verdades contenidas en el San Min Chu I y el ideario básico de La Constitución de los Cinco Poderes. Por tal razón, he estado dando una conferencia semanal. El señor Hwang Chang-ku ha tomado notas ta­quigáficas, revisadas por el señor Tsou Lu" (...) "Me quedé sin decir muchas cosas que figuraban en mis primeros manuscritos." (.,...) "Me cabe la esperanza de que todos nuestros compañeros " (las) "utilicen como base o como estímulo". Deseaba el Dr. Sun Yat-sen que sus seguidores "ampliaran" y "corrigieran" sus escritos; que los "comple­mentaran", que "suplieran sus omisiones, mejorando su dispo­sición y convirtiéndolo en un instrumento perfecto de informa­ción. Si ocurre así, nuestro pueblo y nuestro Estado sacarán incalculables beneficios." Pero la función que desempeña el Dr. Sun no es solamente la de un orientador teórico; él está presente en el frente de batalla, y su figura concentra todo aquello que puede intranquilizar la conciencia reaccionaria. No se ve a sí mismo como un valor sino que tiene puesta su fe per­sonal en la validez histórica de su ideario. Aún para un occidental, este "Ideario" tiene una perfecta validez histórica, pués, aunque "La meta de la Revolución China (...), y los métodos que empleamos también" tengan que ser distintos, la base funda­mental continúa siendo una capa de arena suelta, un pueblo desunido y sin ideología, que debe ser tomado y conducido hacia la conquista de sus de­rechos inalienables. Aún en el caso de que la mayoría de este pueblo se resista al cambio, si­guiendo un planteamiento de perfecta coherencia, si se desa­rrolla un plan de concientiza­ción como el propuesto por el Dr. Sun, esa conciencia popular provocará la necesidad del cambio colectivo, que se produ­cirá dentro de un período histó­rico relativamente corto. Efectivamente, en un lapso muy corto, surge esta República de China que hoy conocemos. Pareciera que la historia de la humanidad se encontrara repre­sentada en el desarrollo de China durante alrededor de apenas un período de 40 años. El modelo económico, cultural y político administrativo que se aplica impulsa a una China semifeudal hacia el esfuerzo co­lectivo que cimenta la capacidad competitiva y lanza al país hacia la propia definición como poten­cia mundial. El pueblo acude a las aulas y se nutre de los princi­pios de nacionalidad, democra­cia y bienestar social y, a pesar de las crisis económicas que afectan a todo el ámbito occi­dental, la República de China comienza a sentir el efecto del crecimiento del capital, para be­neficio del pueblo y para cimen­tar más aún la conciencia de Estado y de raza con que soñaba el Dr. Sun. En pocos años, la República de China es vista como una de las regiones del Asia con el pleno derecho de sentarse en la mesa de nego­ciaciones para contribuir a marcar los lineamiento de la economía mundial. La Repú­blica de China está con pié firme en el presente, y avanza con solidez dentro del futuro. "La Revolución aún no está terminada y todos mis compañeros tienen que luchar por ella." (Sun Yat-sen, Pekín, 1925)

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