30/04/2024

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V. CUENTOS DE ESPIRITUS Los dos dioses de la tierra (final)

06/05/1987

Al recibir la invitación, el dios del norte echó a correr al instante. Al ver la suculenta comida, se le hizo agua la boca y le preguntó a su anfitrión cómo había conseguido tan deliciosos manjares. "Un hombre no puede ser siempre pobre -dijo el dios del sur orgullosamente- agregando: uno necesita idear algún plan". A lo que el invitado terció: "No te vayas por las ramas y dime cómo lo hiciste". Este le respondió: "No hay prisa; te lo contaré más tarde. Ahora vamos a comer, puesto que tengo mucha hambre". Durante la cena, el dios del sur le contó toda la historia a su invitado y éste escuchó palabra por palabra, para imitarle y poder tener tan buena suerte como él.


Por una afortunada casualidad, al día siguiente un pastor de vacas pasó cerca del templo del dios del norte. El dios, tal como le habían dicho, golpeó varias veces la espalda del muchacho y se dio cuenta de que éste había recibido un terribie impacto.


El muchacho corrió a su casa muy enfermo y el dios le dijo a su familia: "Debéis ir al templo del dios de la tierra de la montaña del norte, cortar un trozo de árbol de alcanfor que hay allí cerca, cocerlo y dárselo al muchacho para beber".


Como es natural, el padre corrió al templo, pero aunque buscó por todos lados, no pudo encontrar ningún árbol de alcanfor por las cercanías. Se quedó un rato mudo, sin saber qué hacer y de pronto recordó que la imagen del dios estaba hecha de madera de alcanfor. Decidió entonces cortar un trocito de ella, pero pensando que sería un tanto doloroso hacerlo por delante, levantó el vestido del dios por la parte de atrás y le cortó un pedacito del trasero. Luego 10 puso a hervir y se lo dio a beber a su hijo, quien sanó en seguida.


Desafortunadamente este hombre era terriblemente pobre. Casi no podía ganarse el sustento diario y nunca se le hubiera ocurrido ofrecer un sacrificio al dios de la tierra. Sin embargo, el dios pensó que eran gente maligna; no sólo habían recibido los beneficios, sino que además le habían ofendido. Cuanto más pensaba en ello, más se enfurecía.


Finalmente decidió aplacar su mal humor, visitando a su vecino. Llegó cojeando al templo del dios del sur y cuanto éste 10 vio quedó muy sorprendido y le dijo: "Hermano, hace mucho tiempo que no te veo. ¡ Qué cambiado estás!" El dios del norte, sin sentarse siquiera, se lanzó a explicarle todas sus desgracias.


El dios del sur, en lugar de compadecerse de él, empezó a reírse de tal forma, que le empezaron a doler los costados. "¡ Ja! ¡ Ja! Debes tener más cuidado y fijarte en las familias que escoges. Si ni siquiera te has detenido a pensar en esto, cómo ibas a recordar que cerca de tu templo no hay ningún árbol de alcanfor. Si uno es tan estúpido y se siente ofendido por ello, no hay razón para echarle la culpa a los demás".
(c) Miraguano Ediciones Hermosilla 104, 28009 Madrid

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