05/05/2024

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VI. CUENTOS DE HOMBRES Yama, dios del infierno y Chu, el bribón (I)

06/09/1987

Chu el sinvergüenza, era un bribón redomado, dispuesto siempre a hacer mil y una travesuras. Un día en el que como tantos el sol brillaba en el cielo, Chu le dijo: "Sol, no recuerdo haberte mandado llamar. ¿Cómo te atreves a entrar en mi habitación sin que te haya invitado? Me quejaré ante " Huang-ti" El sol se asustó mucho ante esta amenaza y le suplicó: "Por favor, no te quejes ante él. A cambio te diré que hay un bote lleno de plata enfrente de tu casa y que puedes tomarlo" . Cuando Chu encontró el bote de plata, dejó en paz al sol.


A la noche siguiente la luna resplandecía en el cielo y Chu le dijo: "Luna, nunca te he mandado llamar. ¿Cómo osas entrar en mi casa sin mi permiso?


Me quejaré ante " Huang-ti". A lo que la luna, terriblemente asustada, respondió: "Por favor, no lo hagas. En lugar de ello toma el bote de oro que hay detrás de tu casa y no digas nada". Después de desenterrar el bote de oro, Chu, el bribón, guardó silencio.


Un día emprendió camino hacia el templo de los dioses de las enfermedades y penetró en él dando voces y exclamando: "¿Por qué estáis aquí reunidos en grupos de tres o cuatro? Seguro que estáis planeando algo malo. Me quejaré ante " Huang-ti". Pero los dioses de las enfermedades no eran tan sumisos como el solo la luna. Cuando escucharon las irrespetuosas palabras de Chu, fueron a quejarse inmediatamente a Yama, el señor del infierno.


Yama, que se encontraha en aquel momento en la sala dejuicios, envió al espíritu de la abeja a la tierra, en búsqueda de hombre tan malvado. Pero Chu era muy astuto y tapó con una pasta de papel todos los agujeros de las puertas, paredes y ventanas, dejando tan sólo uno pequeño que cubrió con una vejiga de cerdo. De esta forma, cuando llegó el espiritu de la abeja, buscando en vano alguna abertura, se encontró de pronto en el pequeño agujero sin salida. "¡ Me han atrapado!" gritó al verse dentro de la vejiga por lo que Chu sonrió satisfecho.


Cuando Yama se dio cuenta de que al cabo de tres días el espíritu de la abeja no regresaba, ordenó al espíritu de una sola pierna que subiera a la tierra y atrapara a Chu. Desafortunadamente él también intuyó ésto; llenó su casa de hierros y clavos punzantes y se sentó en medio de ellos. El espíritu de una pierna pensó que sorprendería a Chu sentado tranquilamente en su casa sin hacer nada y se precipitó al interior. Las espinas se clavaron profundas en el único pie del espíritu, que incapaz de escapar, fue hecho prisionero por Chu.

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