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Oro y gloria de un pueblo de origen nómada

16/03/2010
Redoma en forma de cresta de gallo, un objeto muy peculiar que se halla con frecuencia en las excavaciones de tumbas de nobles kitanes. Colección del Museo de Mongolia Interior.
En los albores de la historia, las tribus nómadas que vivían en las vastas estepas en el norte de Asia tuvieron permanente rivalidad con la cultura agraria de la planicie central de China. Cuando surgió el Imperio Chino, se apostaron tropas para mantener estas huestes al otro lado de la Cordillera Yin, una formidable barrera natural que separa estas dos regiones geográficas.

Algunos de estos pueblos nómadas tuvieron mejor suerte que otros. Muchos de ellos incluso llegaron a formar un imperio que amenazó la existencia misma del Imperio Chino.

En el año 907, el jefe de una tribu nómada, Yelu Abaoji (耶律阿保機, 872-926), unificó a todos los kitanes bajo su mando y fundó una capital en Linhuang (臨潢府), en la actual provincia de la Mongolia Interior, China continental. Con la ayuda de asesores chinos, creó un gobierno centralizado y promulgó leyes y decretos para pasar por alto el poder de la nobleza kitán, que hasta ese entonces era la encargada de escoger al líder de su federación.

Declarándose emperador en el año 916, Yelu Abaoji fundó el Estado Kitán, que en época posterior fue formalmente denominado como dinastía Liao por su nieto. Durante su corto reinado, Abaoji condujo campañas militares y expandió su territorio, conquistando a los uigures y otros pueblos históricamente ya olvidados. Su hermano, Yelu Diela (耶律迭剌), creó la escritura kitán, basada en los caracteres chinos.

Estos son algunos aspectos sobresalientes de un pueblo nómada que llegó a tener un período de gloria y grandeza, dejando un extraordinario legado cultural para la posteridad. Se trata de los kitanes.

El pueblo kitán estaba dividido en ocho tribus que vivían en las estepas desde la actual provincia de Liaoning hasta la Mongolia Interior. Los etnólogos consideran que provienen de los hsienpei (鮮卑, xianbei), una de las cinco etnias que componían originalmente los tunghu (東胡, donghu) o “bárbaros del este”, pueblos nómadas de origen proto-mongólico. El término hu (胡) era utilizado en el lenguaje chino antiguo para denominar a los pueblos que vivían fuera de China, y su origen etimológico proviene por homofonía del caracter hu (鬍), que significa “barba”, haciendo alusión a la apariencia generalmente barbuda de esos pueblos, a diferencia de los chinos han, que solían andar afeitados.

Los primeros registros de los kitanes en las fuentes históricas chinas se remontan a los inicios de la dinastía Wei del Norte (386-534), en la segunda mitad del siglo IV. En esa época, se trataba de un pueblo nómada que tenía relaciones con el reino chino, intercambiando caballos y pieles por bienes chinos. Sin embargo, los kitanes fundaron un muy poderoso imperio cinco siglos después. Denominado como dinastía Liao (907-1125), tuvo una duración de más de dos siglos.

El Museo Nacional del Palacio inauguró el 6 del presente mes una exhibición de reliquias históricas relacionadas con los kitanes. Denominada Oro y Gloria: las maravillas de los kitanes en la Colección del Museo de Mongolia Interior, la muestra estará abierta al público hasta el 16 de mayo del presente año.

La presente exhibición presenta parte de las colecciones que reposan en el Museo de Mongolia Interior, China continental; y no está limitada a piezas de la dinastía Liao que han sido transmitidas a través de las generaciones, sino también objetos que han sido desenterrados en tiempos más recientes.

 

Máscara funeraria de oro hallada en la Tumba de la Princesa de Chen (1018 d.C. o antes). 20,5 x 17,2 cm. Colección del Museo de Mongolia Interior.

En la misma podemos apreciar raros artículos de oro, plata y piedras semipreciosas de varias tribus de la gran estepa. La mayor parte de los mismos provienen de tres importantes sitios funerarios de los kitanes; hallazgos arqueológicos que han sorprendido al mundo por su sobresaliente exquisitez y notable peculiaridad.

Durante sus campañas de conquista, los kitanes solían traer de vuelta a sus prisioneros, obligándolos a trabajar como esclavos en el campo o en diversos talleres artesanales. Así, pueblos conquistados del Asia Central, Noreste Asiático y algunas provincias chinas, tales como Shaanxi y Hopei (Hebei), terminaron como artesanos en talleres metalúrgicos, ceramistas y textileros. Con sus experiencias previas, trabajaron materiales tales como el ámbar, ágata, vidrio, jade, porcelana y goma laca.

Durante la época de gloria de la dinastía Liao, bienes provenientes del Asia Central y Occidental entraban en grandes cantidades a través de las estepas euroasiáticas, ya que el reino recibía tributos de unos sesenta estados vasallos. Incluso, desde China, llegaban emisarios portando tributos de regímenes sucesivos durante las dinastías Tang, Han y Sung. En aquellos tiempos, los kitanes disfrutaron de una muy rica vida material.

Por las vajillas que se conservan actualmente, se puede observar que los kitanes comían y bebían de manera muy similar a los chinos han; a la vez que artículos de escritorios, tales como pinceles y piedras de entintar, comprueban que también existía entre ellos una gran aficción por la creatividad artística y literaria. En los objetos de uso diario, se nota una visible influencia de la estética de la dinastía Tang.

Piezas de orfebrería delicadamente trabajadas, tales como collares, aretes y anillos, eran particularmente apreciados por los kitanes. Los finos acabados y líneas elegantes realzan la belleza de tales objetos, aportando una mirada más íntima al estilo de vida de ese ya desaparecido pueblo nómada.

De hecho, los kitanes se comunicaban en un lenguaje propio, que está genéticamente relacionado con las lenguas protomongólicas. También tenían un sistema escrito, con una escritura en mayúscula y en minúscula. En términos funcionales, los dos estilos era independientes y se usaron en forma simultánea durante el Imperio Liao. En el día de hoy, se conservan excelentes ejemplos de esta escritura en epitafios y monumentos de la época. Desafortunadamente, la escritura de esta lengua muerta no ha sido completamente decifrada y muchos textos sobrevivientes de ese período no han podido ser descifrados en su totalidad.

La nobleza kitana vivía en opulencia y procuraba que sus miembros fuesen enterrados con muchas riquezas. El fallecido era suntuosamente vestido, coronado y adornado con joyas de oro, plata y piedras preciosas. Junto al ataúd se enterraban abundantes artículos de uso diario hechos de oro, plata, jade, piedras preciosas, vidrio y cerámica; como tributo acorde a la posición social del noble que yacía en la tumba.

 

Cofrecillo de oro con incrustaciones de piedras preciosas y espejo de bronce (siglo X). 25 x 11,7 cm. Colección del Museo de Mongolia Interior. (Fotos cortesía del Museo Nacional del Palacio)

A mediados de la dinastía Liao, los emperadores decretaron en varias ocasiones una estricta prohibición a los entierros con piezas de oro y plata. Sin embargo, las prácticas funerarias de los kitanes exigían entierros suntuosos, por lo que se comenzó el uso de cerámica tricolor al estilo Tang para cumplir con las normas imperiales y satisfacer los requisitos de la tradición.

Muchas tumbas de tiempos de la dinastía Liao han sido desenterradas en la Mongolia Interior y en la región de Manchuria. Las mismas pueden clasificarse en dos grandes géneros: las tumbas de los nobles kitanes y aquéllas de los funcionarios y terratenientes de la etnia han.

En las tumbas más antiguas de los kitanes se encuentran con frecuencia redomas en forma de cresta de gallo, muy peculiares de esta etnia. También van acompañadas de diferentes armas y una montura completa de caballo. Los entierros posteriores tienen cada vez menos objetos funerarios, debido probablemente a cambios en los estilos de vida y en la situación económica del reino.

Los objetos desenterrados de las tumbas kitanas también nos dan una idea de las creencias religiosas, así como sus interpretaciones sobre la vida y la muerte. A través de estos objetos de arte se ha podido aprender mucho acerca de la forma de vida de los kitanes y los contactos que tuvieron con los pueblos vecinos.

En la presente exhibición se muestran artículos provenientes de tres tumbas: la de la Princesa de Chen; la de Yelu Yuchih (Yelu Yuzhi), primo de Yelu Abaoji; y la de una mujer de identidad desconocida, en el Monte Tuerhchi (吐爾基山, Monte Tuerji). Esta última fue descubierta en marzo de 2003, y se presume que pertenece a la Princesa Yulutuku (Yuludugu), que murió en 914. Es la tumba de la nobleza kitana más antigua que se ha excavado hasta el momento y contiene abundantes objetos funerarios, que reflejan el alto estatus nobiliario de la ocupante.

Desde el período de las Cinco Dinastías (907-907) hasta la dinastía Sung del Norte (960-1127), las relaciones entre los chinos y los kitanes fueron sumamente complejas, caracterizadas por fuertes conflictos militares y períodos de lazos pacíficos. Tales relaciones tuvieron un enorme impacto en el surgimiento y declive de las dinastías chinas antes mencionadas.

A pesar de su diferente origen, los kitanes entraron juntos con los mongoles, uigures, huis, tibetanos y otras etnias, y se amalgamaron en ese enorme mar histórico y cultural llamado China.

En Taiwan, muchas familias de apellido Wu, Chang, Ho, Tao, Pai, Huang, Huo, Hu y Chin tienen antepasados kitanes. Esta es una muestra de la diáspora de un pueblo cuyas glorias quedaron eternamente enterradas en el pasado.

Texto de Luis M. Chong L.

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