29/04/2024

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III. CUENTOS FANTASTICOS - La orilla del arroyo celestial

06/05/1986

Había una vez un pobre hombre que sólo tenía una vaca. Y como no hacía otra cosa más que vigilarla, en todas partes era conocido como el vaquero.

Un día, la vieja vaca le dijo a su dueño "En el arroyo, al sur de la pradera, se están bañando siete hadas celestiales. Si vas allí y robas uno de sus vestidos, podrás conseguir como prometida a una de ellas".

El joven hizo lo que le fue dicho. Todas las hadas excepto una, recogieron rápidamente sus vestidos y volaron al cielo. La que se quedó era conocida como la tejedora. Sin su vestido era incapaz de volar y como no le quedó otra alternativa, siguió al vaquero y se convirtió en su esposa.

Poco tiempo después la vieja vaca cayó enferma. Sintiendo su final cercano, le dijo a su dueño "Cuando muera, quítame la piel y llénala de arena dorada; luego coge el anillo de mi nariz y haz un paquete con todo. Llévalo siempre contigo sobre los hombros, porque
algún día, cuando estés en peligro, te ayudará". En esta ocasión el hombre también obedeció las palabras de la vaca.

Durante los siguientes dos o tres años, la tejedora le dio al vaquero un hijo y una hija. A menudo solía preguntarle en dónde había escondido su vestido de hada, pero él nunca se lo decía. Pero un día se lo preguntó con tanta insistencia y persuación que, sin darse cuenta, le reveló el secreto. Entonces ella cogió el vestido, saltó a una nube y se alejó volando.

El vaquero cogió a sus hijos y voló al cielo valiéndose de la mágica piel de vaca. Pero la tejedora cogió una horquilla dorada y trazó una larga línea para impedir sus propósitos, que al momento se convirtió en un larguísima río. Entonces el vaquero derramó la arena que había dentro de la piel sobre el río y se formó una gran orilla de arena. Pero la tejedora, viéndose en peligro, utilizó de nuevo su horquilla y dibujó un gigantesco río celestial, que impidió el paso al vaquero, quien ya había utilizado toda la arena. Sacó el anillo de su paquete y se lo arrojó a su mujer, quien a su vez, le arrojó su lanzadera de tejer. De repente apareció un dios de barba blanca, llevando con él una orden del Emperador de los cielos, diciendo que debían hacer las paces.

A partir de entonces, ambos se vieron obligados a permanecer eternamente a cada lado del río celestial, encontrándose solamente una vez al año, en la orilla Este del arroyo, en el séptimo día del séptimo mes.

Las dos estrellas visibles ahora entre el vaquero y la tejedora son el anillo y la lanzadera.

(* )Este cuento, muy popular en China, cuenta el origen de la Via Láctea y hace referencia a una de las fiestas más queridas tanto para los chinos como para los japoneses: la festividad del Séptimo día del Séptimo mes (Tanabata en Japón), plena de recuerdos para los amantes, que, como el vaquero y el hada, se unen bajo el arco iris -puente sobre el río Celestial- a celebrar su amor.

(c) Miraguano Ediciones Hermosilla 104, 28009 Madrid

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