05/05/2024

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III. CUENTOS FANTASTICOS - El hombre que tocaba la flauta celestial (I)

16/09/1986
Hace muchísimos años, al pie de las montañas Cinco Dedos, habitaba un hombre que ejecutaba hábilmente la flauta de bambú. Tocaba tan bien que ni siquiera la oropéndola se atrevía a comparársele en cuanto a vibración; el tordo no era capaz de entonar tan linda melodía; ni la misma alondra trinaba con tanta sonoridad. Cuando empezaba a tocar la flauta, los pájaros se detenían en pleno vuelo; los campesinos que labraban la tierra, dejaban en seguida sus azadas; los ancianos rejuvenecían su rostro; al escuchar la música los niños saltaban de alegría ... Su interpretación era tan hermosa, que la gente comentaba que él había descendido del cielo. Así, pues recibió el apodo del Hombre que toca la flauta celestial. Un día, el rey dragón del Mar del Sur agasajó con un banquete en la playa, a las divinidades de todos los puntos cardinales. Ocho mil genios con ropas exóticas se divertían bebiendo alrededor del rey dragón, que llevaba hábito, con un cinturón de jade. El Hombre que toca la flauta celestial que había andado diez días y diez noches, en la fecha de la fiesta, llegó a la playa precisamente para pescar. Tendió la red en la superficie del mar apacible y luego se sentó sobre una piedra muy limpia, empezando a tocar la flauta. En ese instante el rey dragón tenía la copa en alto para brindar con sus huéspedes. De pronto escuchó maravillosos sones que apreciaba por primera vez en su vida. Todos y cada uno de los dioses quedaron atrapados por la melodía; olvidaron incluso las mesas que tenían delante y dejaron caer sus copas de jade. El hombre ni siquiera imaginaba que tantas divinidades estuvieran escuchando casualmente su flauta. Pero éstas creían, por su parte, que quien tocaba la flauta en esa forma, había debido descender desde el cielo al mundo humano. Al rey dragón le encantó el hermoso sonido de la flauta; quiso pues, que el ejecutante enseñara a su hijo a tocar el instrumento. Y siguiendo la dirección por la que se transmitía el sonido logró encontrar al hombre. Este recogió su red de pescar, sujetó la flauta al cinturón y siguió al rey dragón hacia su palacio. En el palacio del dragón, el flautista añoraba su pueblo natal. Habían pasado ya tres años y el hijo del dragón había aprendido a tocar la flauta de bambú. Así que, el hombre rogó al rey dragón que lo dejara volver a casa. Viendo que su hijo había asimilado el arte del maestro, el rey decidió regalarle a éste algunas cosas en señal de agradecimiento. De modo que llamó a su hijo para que acompañara al maestro hasta su depósito de caudales, pero con la condición de que no escogiera más que dos tesoros. El hijo acompañó al músico hasta el lugar, alto y ancho, en donde estaban los centenares de miles de valiosísimos objetos que formaban el tesoro del rey dragón. A este lado se hallaban piedras preciosas de 10 jin de peso, rojas, amarillas, azules, violáceas... que competían en colorido y brillantes. Allá se veía lingotes de resplandeciente oro, de cinco jin cada uno. En la pared colgaban grandes y pequeños utensilios cilíndricos de bambú y en el armario, capas para lluvia, largas y cortas.

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