03/05/2024

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IV. CUENTOS MAGICOS - El monje de la bolsa

26/10/1986
Durante su juventud, el Buda Sonriente vivió en un monasterio en Feng-Hua, en la provincia de Chekiang. Cuando comía o dormía llevaba siempre con él una bolsa, siendo llamado por esta razón "el monje de la bolsa". En cierta ocasión el Dios del Fuego descendió hasta el templo del monasterio, reduciéndolo en poco tiempo, a un montón de cenizas. No existiendo dinero para reconstruirlo, el abad le ordenó al Monje de la Bolsa recolectar donativos. El monje partió con su carraca de madera y su bolsa, llegando un día a casa de una viuda, dueña de una gran montaña cubierta de árboles, que no habían sido talados desde hacía más de cien años, por lo que eran muy grandes; sin embargo, el monje le suplicó a la viuda que le dejara llenar su bolsa con ellos. Pensando que éste estaba bromeando, pues de todas formas pocos árboles podrían caber en una bolsa tan pequeña, le dio permiso de inmediato. El monje contrató a unos cuantos trabajadores y juntos cortaron todos los árboles de la montaña, metiéndolos en la bolsa. Fue algo sorprendente, ver como los árboles grandes y pequeños desaparecieron dentro de ella sin que pudiera verse en su interior ni su sombra. Era como la cueva sin fondo de la novela La peregrinación del mono. Al escuchar la noticia, la viuda quedó horrorizada y corrió a la montaña, pero ya todos los árboles habían sido talados, no quedando de ellos más que las ramas que habían sido podadas, por lo que pensó para sí: "Hasta ahora he vivido de la venta de estos árboles, pero estando todos talados, pronto moriré de hambre". Se arrodilló entonces suplicante ante el monje, el que con una sonrisa en los labios le dijo: "No te arrodilles. Se lo que estás pensando, pero dentro de tres años volverás a tener tus árboles". La mujer sólo creyó a medias sus palabras, pero tres años más tarde, la montaña estaba realmente cubierta de árboles tan grandes como los anteriores. ¿A dónde habían ido los árboles talados? Pues bien, el monje los había enviado por arte de magia a un pequeño pozo que había en el monasterio; ahora que estaban preparados los materiales de construcción, ya no necesitaba recolectar más dinero, por lo que regresó al templo para supervisar los trabajos. El templo proyectado de nuevo era más grande que el antiguo, pero como el tiempo destinado para su construcción era muy corto, ningún maestro carpintero se mostraba dispuesto a hacerse cargo de él, por lo que el monje tuvo que llamar al mago Lu Pan. Este ordenó a sus discípulos que sacaran la madera del pozo, pero éstos eran descuidados y pasaron por alto una viga, que había de servir como pilar central. El monje quiso probar a Lu Pan, por lo que arrodillándose ante él, le preguntó si el material de construcción era suficiente. "Justo el necesario -respondió Lu Pan- ni demasiado ni poco" Empezó así el trabajo y al estar casi concluido, Lu Pan se dio cuenta con horror de que faltaba una viga y aunque lo calculó una y otra vez, no le salían las cuentas. Habiendo asegurado que había suficiente madera, no se atrevió a pedirle más al monje. Lo único que se le ocurrió fue fabricar un pilar central con las astillas de madera que habían quedado esparcidas por los alrededores y aunque parezca increíble, al final no podía distinguirse de uno de verdad. El monje admiraba secretamente la destreza de Lu Pan y Lu Pan sentía lo mismo por la magia del monje. En esta forma la gran tarea vióse por fin concluida, Miraguano Ediciones Hermosilla 104,28009 Madrid.

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