07/05/2024

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V. CUENTOS DE ESPIRITUS El espíritu del agua (final)

06/12/1986
La noche cayó y pronto llegó la hora de partir. Su esposa e hijos estaban dormidos; silenciosamente, el pescador tomó una gran cesta de pescar y salió a reunirse con el Espíritu del Agua.. Lo encontró en las agrestes rocas, cerca del río. El espíritu le comunicó sin palabras, la necesidad de seguirlo de cerca sin decir nada y de respirar tan tenuemente como le fuera posible. Los peces no podían ver al Espíritu, pero si hacían el menor ruido, se espantarían en seguida. Lo más sorprendente fue que el enano era capaz de caminar sobre el agua y sólo necesitó escupir sobre las suelas de las sandalias del pescador, para que éste pudiera hacer lo mismo. Por supuesto que los peces tampoco pudieron verlo. El pescador hizo exactamente lo que se le dijo. Puso buen cuidado de no respirar demasiado fuerte y cuando el enano atrapaba un pez, él lo tomaba y lo metía en la cesta. Como se mantuviera muy ocupado durante un buen rato, pronto sintió que le faltaba el aliento. Antes de que hubieran avanzado un cuarto del camino, la cesta estaba llena; entonces, arrojó sencillamente al agua el resto de pescados, puesto que el espíritu continuaba pescando, sin preocuparse de ver si había lugar donde poner los pescados o no. Poco después, ambos pusieron pie en la orilla y el pescador sintió temblores bajando por su espina dorsal ante la sobrecogedora visión del agua profunda que acababan de cruzar. Volvieron a casa; cocinaron y comieron la mitad del pescado y el pescador puso a un lado la mitad, de acuerdo con las instrucciones del espíritu. Cada noche, excepto en días de luna llena, salían a pescar, sin que el pescador le dijera nada a su esposa. Para evitar cualquier sospecha, de vez en cuando salía también a pescar durante el día; pero como ganaba tanto dinero, su mujer empezó a sospechar, descubriéndolo todo finalmente. Una noche, fingió estar dormida y vigiló lo que hacía su marido. Lo vio comiendo pescado con otro hombre, regresar después a la habitación y luego echarse a dormir. No le dijo nada, pero cuando éste se quedó dormido, se levantó y vio todo lo que habían estado haciendo. Al día siguiente, la mujer hizo un pequeño agujero en la pared de yeso y observó a los dos hombres cocinando el pescado. Vio cómo sólo cocinaban la mitad y pensó para sí que si también conservaban la otra mitad, tendrían comida para varios días. Urdió entonces un plan y a la noche siguiente, cuando el Espíritu del Agua volvió otra vez y colocó la olla sobre el fuego, ésta ardió de pronto en llamas. El espíritu vio en seguida que algo andaba mal y se fue corriendo. El pescador se enfadó mucho, pero hasta que su mujer entró en la habitación con cara sonriente, no supo que la olla estaba hecha de papel. Desde aquel día, el espíritu no volvió nunca a cocinar y comer pescado. (c) Miraguano Ediciones Hermosilla 104.28009 Madrid

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