29/04/2024

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V. CUENTOS DE ESPIRITUS - Los espíritus de las casas

16/12/1986
En Ching-ting hay mucha gente que vive con los duendes: seres a los que uno puede escuchar pero no ver y que no tienen sombra. Ejecutan todo tipo de trabajo para la gente. Si por ejemplo, estás plantando fiores, sólo necesitas plantar una para enseñarles y ellos terminan el resto del campo. Sienten pasión por barrer, de modo que aquellas casas de gente que posee duendes, están siempre particularmente limpias. Cuando llegas a una de estas casas y te quitas los zapatos a la entrada, si no ves a su alrededor ni una mota de polvo, sabrás entonces que en esa casa hay duendes. A los duendes se les atrae de la siguiente forma: es necesario enterrar en la encrucijada del camino más cercano, dos epecies diferentes de criaturas, como por ejemplo, cienpies y serpientes. Luego, desenterrarlos varios días más tarde y ponerlos en un quemador de incienso. Sólo así aparecerán. Cada año les gusta comerse a un ser humano y cuando su amo arregla cuentas con ellos en la noche de Año Nuevo, si todavía queda algo por pagar, debe entregarles un hombre. Por esta razón, en esta noche, si los duendes han roto alguna taza, su dueño ha de insistir en que han roto veinte; reclamarlo ante ellos y decirles que deberán esperar hasta el año siguiente para celebrar su fiesta. Si ya no los quiere con él, puede intentar asociarlos con otra persona; pero si ellos se niegan, no hay nada que hacer. Por el contrario, si consienten, ha de preparar un paquete de plata, un paquete de polvo y otro de ceniza de incienso -que no es otra cosa lo que son los duendes- y arrojarlos al camino. Quien lo desee sólo tiene que coger la plata. A veces la gente que desconoce todo esto coge la plata por equivocación y entonces los duendes se quedan con él. Estos prefieren vivir en la olla de cocinar y por esta razón, la gente que tiene miedo de los duendes, pone un poco de agua en la olla después de cocinar. He aquí una historia acerca de ellos. Cierta vez un hombre pobre encontró tirados en el camino, un paquete de plata y otro de polvo. Sabía que era la dote de un espíritu, pero él quería la plata y no al duendecillo. Sin embargo, tenía miedo que éste lo siguiera, por lo que cogió entonces la plata y se precipitó hacia el río, porque los duendes no pueden cruzar el agua. Cuando llegó al río, el duendecillo ya se había subido a su sombrero. Entonces el hombre tiró el sombrero al agua y ambos: el sombrero y su ocupante, fueron arrastrados por la corriente. Más tarde, el sombrero quedose colgado de un arbusto, que inmediatamente se secó. Gradualmente, el pobre se enriqueció con la plata. Un día se encontraba caminando con su hijo a la orilla del río, cuando el muchacho, señalando al árbol marchito, le preguntó a su padre: "¿Por qué se ha secado ese árbol?" El padre le contó entonces a su hijo toda la historia acerca del espíritu. El duendecillo que aun se encontraba en el árbol, al escuchar que este hombre rico era su antiguo enemigo, saltó al suelo, se apoderó de su alma y la devoró. Desde ese día, el hombre rico se fue poniendo cada vez más delgado y amarillento, hasta que finalmente, murió. (c) Miraguano Ediciones Hermosilla 104. 28009 Madrid

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