Vamos a entrar descalzos, con admiración contrita, al Templo del gran héroe, Buda. Previamente nuestro cicerone nos había aleccionado, sobre todo, en que hay que dejar los zapatos en la entrada, porque -sentencia- "adonde fueres, haz lo que vieres". Puede llegarse a Fo Kuang Shang ya sea por medio de tren o por carretera. Todo el trayecto, desde el centro de Taiwan, es nítido y florido, aún en época de verano que fue cuando efectuamos esa visita.
Aperada con astillas de sándalo, el incienso de los altos ceremoniales en el Oriente, ascendimos a la cumbre de la montaña luminosa de Buda. El guía me aconsejó: "Pida un deseo, sólo uno, pero pídalo desde un estado mental y espiritual de fe y de sinceridad. Cuando sienta que su deseo es firme, noble y devoto, golpeará usted fuertemente -lo más fuerte que pueda- impulsando el badajo y permaneciendo debajo de la boca de la campana. Las vibraciones de la misma elevarán su deseo hasta lo más alto ... "
Debo decir que mi prueba no defraudó al guía. Había rogado por la paz y la estabilidad de nuestra Guatemala y acepto que en mi interior, aun mucho tiempo después, sentía ya la sorda pero grata vibración de aquel tañido ...
El maestro y su obra
Hace dos mil años el budismo penetró en la China, procedente de la India. Buda fue su fundador, cinco siglos antes de Cristo. Esta doctrina filosófica tiene como fundamento principal, la supresión de la causa del dolor por medio de la aniquilación del deseo. Buda fundó por sí mismo congregaciones de monjes. Los que entraban en ellas debían renunciar a su familia, tenían prohibida la industria, hacían votos de pobreza y castidad, la limosna era su única forma de subsistencia y les estaba vedado todo placer mundano.
El budismo se propagó al Japón, Corea, Birmania, Ceilán, Siam, Camboya, islas asiáticas y por la vasta región del Tíbet. Aunque el budismo se encuentra dividido en el Tíbet en dos sectas y ambas reconocen la autoridad del gran Lama o Dalai-Lama, la esencia del budismo se identifica en su moral, de afinidad con el cristianismo. Buda, pues, sigue siendo el gran maestro, el gran guía. La República de China espera el nuevo advenimiento de Buda, quien habrá de retornar esta vez, por la puerta del Occidente.